martes, 6 de octubre de 2020

En defensa de la prostitución

 

Javier Paz García

La inspiración de esta nota proviene de una idea que escucho con cierta frecuencia en el mundo empresarial y que tiene algunas variantes: “el sector se prostituyó” dicen los empresarios cuando entraron muchos participantes y disminuyó la rentabilidad del negocio. También se le endilga de “prostituirse” a quien cambia de trabajo con frecuencia para irse al mejor postor. Pensaba originalmente inquirir exclusivamente sobre la moralidad de tales situaciones, pero tal enfoque dejaría a la prostitución como tal, fuera del análisis, dando tal vez la impresión de que las “prostituciones” en los negocios están bien, mientras que la prostitución en el sexo es inmoral. Más interesante me pareció defender la prostitución como tal.

¿Qué es la prostitución? Es el intercambio de sexo por dinero. Si en este intercambio intervienen dos adultos de manera voluntaria, entonces, por la definición de cualquier transacción voluntaria, ambas partes se benefician de la transacción. Y si ambos se benefician de este intercambio comercial, entonces ¿qué objeción se puede poner contra él? Alguien dirá que el judaísmo, el cristianismo y el islamismo condenan la prostitución. En tal caso, quienes creen en dichas religiones tienen el derecho de no incurrir en actos de prostitución, tienen el derecho de evangelizar sobre sus males, pero creo que no tienen el derecho de restringir la libertad de otras personas sobre un acto tan íntimo y personal como tener sexo.

Alguien dirá que los proxenetas reclutan niñas o utilizan la fuerza y la violencia para controlar a sus prostitutas. En el caso de niñas no estamos hablando de una relación entre adultos, en el caso del uso de la fuerza, no estamos hablando de una transacción voluntaria, entonces violan la definición que expuse al inicio. Mi defensa de la prostitución proviene de un principio precedente: la libertad que cada ser humano debe tener para ejercer en los asuntos y actos de su persona y su propiedad, mientras no infrinjan la libertad de otros. Si somos consecuentes con este principio de libertad individual, no tenemos argumentos para prohibir la voluntad de dos adultos en su decisión de intercambiar sexo por dinero o intercambiar, por ejemplo, chocolates por dinero, o sexo por chocolates. El caso del reclutamiento de niños y de la trata y tráfico de personas es precisamente una violación de la libertad de las personas y debe ser condenado, perseguido y castigado con la mayor severidad que la ley pueda disponer; el mayor crimen que podemos cometer contra otro ser humano es atentar contra su vida y su libertad. Para hacer una analogía, el trabajo es algo que la sociedad valora y defiende y con mucha razón; el trabajo forzado y la esclavitud son condenados y combatidos por la sociedad y el Estado, también con justa razón. De igual manera no es lo mismo la prostitución, que la prostitución infantil o forzada.

Alguien dirá que quienes eligen la prostitución y la pornografía, lo hacen porque no tienen otra opción. Puede ser cierto, como es cierto que la mayoría de los niños no sueñan con ser barrenderos, banqueros o contadores, sino jugadores de fútbol, cantantes o corredores de autos y sin embargo en el mundo hay más de los primeros que de los últimos, y no por ello nos lamentamos de su destino. Tal vez alguna feminista dirá que la prostitución degrada y cosifica a la mujer. Yo creo que el feminismo que verdaderamente defiende a las mujeres es aquél que protege su derecho a elegir, incluso a ser prostitutas, y no el feminismo de muchas que quieren que las mujeres actúen como comanda y ordena la líder del movimiento. Tanto en el caso de quien dice que en realidad nadie elige voluntariamente ser prostituta (o prostituto), como en el de quienes señalan la degradación de la mujer, podemos encontrar miles de ejemplos y testimonios de personas que voluntaria y entusiásticamente incursionan en la industria. El bestseller Superfreakonomics tiene entre sus historias la de una mujer profesional, si no me equivoco, ingeniera, que no ganaba mal en su trabajo y que decidió hacerse prostituta para ganar más (yo lamentablemente no tengo los atributos suficientes para triunfar en la industria y tengo que conformarme con un empleo más prosaico). En las redes sociales podemos encontrar millares de ejemplos de hombres y mujeres que se filman teniendo sexo en busca de fama o por puro gusto, lo que desbanca la hipótesis de que todos quienes hacen esto, lo hacen porque no tienen otra opción en la vida, sin que esto niegue que efectivamente algunas personas verdaderamente terminan ahí porque no tienen otra opción, como sucede por ejemplo en la miserable Cuba castrista.

Alguien dirá que la prostitución destruye familias y matrimonios y que por tanto hace un daño a la sociedad. Quien opina así para ser consecuente debería promover la prohibición de automóviles y cuchillos, ya que miles de personas mueren cada año en accidentes de tránsito o son asesinadas con armas blancas, ocasionando un daño mucho mayor al de la prostitución. No es la prostitución lo que destruye un matrimonio, sino la rotura de la confianza o el amor en la pareja. Si una pareja al casarse se promete fidelidad y uno de ellos viola esa promesa, la culpa no es de la prostituta o de la prostitución, sino de quien rompió un compromiso con su pareja, de la misma manera que los automóviles, los cuchillos y las pistolas no son culpables de la muerte de nadie. Sobre este punto es interesante notar que no se mide a ambos sexos con la misma vara. Muchos hombres no tienen ninguna objeción de orden moral en ser infieles con sus esposas, ya sea con amantes o prostitutas, pero podrían llegar incluso a asesinar a su mujer si ella les fuera infiel. Antes que vivir en la hipocresía de tener una moral para hombres y otra diferente para las mujeres, más sano y más justo sería que muchos matrimonios tengan una relación como la que tuvieron los filósofos Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir quienes siendo pareja, tenían la libertad de meterse con quien sea. Eso es improbable y creo que algo de razón tiene (solo algo) Friedrich Engels, quien, en El origen de la familia, la propiedad y el Estado teorizaba que el matrimonio monógamo moderno es un complot de los hombres para subyugar a las mujeres. Y tal vez porque los Estados son manejados en su mayoría por hombres es que en muchos países la prostitución es prohibida, pero si comparamos la profesión del político con la de la prostituta, vemos claramente que la segunda es mucho más honesta y beneficiosa para la sociedad. La relación de una prostituta con su cliente es honesta y transparente, no hay falsos te quieros, no hay promesas que nunca tuvieron la intención de ser cumplidas y luego de la transacción ambos terminan contentos. En cambio ¿quién puede decir de un político que nunca ha mentido u ocultado sus verdaderas intenciones? ¿Podemos decir que lidiar con políticos o pensar en la situación política del país beneficia y deja contentos a los ciudadanos? Ni hablemos de la corrupción, el yugo de impuestos, leyes que nos quitan la libertad y una caja de Pandora de desgracias que salen de los políticos. Lo paradójico es que los deshonestos, corruptos y sucios prohíben un oficio honesto, bajo el argumento de que tal oficio es sucio y corruptor de la moral, y para aumentar la paradoja no faltan entre los prohibicionistas, infieles patológicos y asiduos usuarios de prostitutas.

Luego de defender la prostitución como tal, (y no promuevo la prostitución, sino el derecho y la libertad de quienes quieran ejercerla a hacerlo) vuelvo al punto inicial. “La industria se ha prostituido” dicen quienes ven reducidas las ganancias en sus negocios porque otros entran a competir. Esta es la esencia del capitalismo: que los emprendedores lleven su capital hacia los sectores con ganancias altas, lo que ocasiona un aumento de la oferta que eventualmente reduce las ganancias del sector y beneficia a los consumidores. Esto obliga a las empresas a innovar y diferenciarse o morir, lo que el economista austriaco Joseph Schumpeter llamó destrucción creativa, un motor del sistema capitalista que permite que tengamos vehículos, aviones que surcan los cielos y mil cosas más y sigan apareciendo cosas nuevas, más baratas o mejores. El empresario que se lamenta porque su industria “se prostituyó” recibe un beneficio inconmensurablemente mayor porque todas las industrias y sectores se “prostituyen” constantemente, lo que le permite tener la factura de teléfono más barata que el año pasado, un televisor con el doble de tamaño a un precio menor del que compró hace 5 años, camisas de mil marcas para elegir una gama infimita de precios y calidades, etc. Sobre endilgarle a alguien que se prostituye porque cambia de trabajo con frecuencia o se va con el mejor postor cabría preguntarse la pregunta opuesta, ¿Por qué debería renunciar a ir con el mejor postor? De hecho, la palabra prostitución proviene del término latino, prostituere, que significa exhibir para la venta, por lo que, dado que todos vendemos algo, el heladero helados, el banquero créditos y hasta el cura vende paz y redención, etimológicamente hablando, todos nos prostituimos.

Santa Cruz de la Sierra, 05/10/20

http://javierpaz01.blogspot.com/

 

1 comentario:

Carla Mila dijo...

Me parece un maravilloso artículo. Creo que poco se puede añadir. La mujer es libre de hacer con su cuerpo lo que desee. Es un principio de libertad. Y basta ya de confundir la trata de blancas con las que lo hacen por voluntad propia sea por los motivos que sean.
Lo has dicho todo muy claro, mejor no se puede explicar.
Saludos