Javier
Paz García
Hace unos años, en la búsqueda de mejorar los procesos
de selección de personal en mi trabajo empecé a explorar el área de inteligencia
emocional. Quien popularizó este concepto fue Daniel Goleman, un psicólogo
graduado de Harvard. Una hipótesis razonable es suponer que mientras más
inteligente sea una persona (medida por su coeficiente intelectual), será más
exitosa. Sin embargo, la evidencia empírica muestra que muchas mentes
brillantes se mantienen en la mediocridad y el aislamiento y que no
necesariamente son las personas con mayor coeficiente intelectual (CI) quienes
ocupan los altos cargos en las empresas o gobiernos. Entonces debían existir
factores adicionales a la inteligencia (entendida como coeficiente intelectual)
que expliquen el éxito de las personas. Goleman se propuso desentrañar esos
otros factores que vino a llamarlos inteligencia
emocional. Es justo aclarar que Goleman no inventó el concepto, pero
profundizó sobre él, lo hizo popular y hoy es uno de los temas recurrentes en
las áreas de recursos humanos y capacitaciones ejecutivas. La inteligencia
emocional comienza por tener la capacidad de conocernos a nosotros mismos (una
misión sin fin ya sugerida hace siglos por el Oráculo de Delfos, Sócrates y
Shakespeare, entre otros) para luego ser capaz de mejorar. En lo social es la
capacidad de captar las emociones ajenas y relacionarse efectivamente con otros.
Para entender de manera sucinta este concepto, la siguiente paráfrasis de
Goleman podría ayudar: “a las personas se las contrata por su currículo y se
las despide por su falta de inteligencia emocional”. En efecto, no es
infrecuente encontrar anécdotas de un trabajador tremendamente inteligente, con
un currículo impecable, incluso con mucho empuje y ganas y que por alguna razón
no encuadra con sus colegas, cae mal, genera mal ambiente y termina siendo
inefectivo él mismo y desmotivador para su entorno. Probablemente esa persona
tiene una baja inteligencia emocional que no le permite generar relaciones
constructivas. La buena noticia es que cualquier persona que se lo proponga, a
cualquier edad es capaz de mejorar su inteligencia emocional.
Mientras exploraba estos temas, atravesaba
dificultades con mi hijo mayor que entonces tendría alrededor de 4 años. Su
carácter desafiador y mi afán de disciplina llevaron a generar el total rechazo
del niño hacía mí, algo doloroso para un padre. Con mi esposa visitamos
psicólogos, vimos videos y leímos libros sobre cómo educar a los niños y noté
que había temas similares, como aprender del cerebro límbico o reptiliano que
controla las emociones y del neocortex que nos da las habilidades racionales,
de los mecanismos básicos de defensa (pelear, huir, paralizarse) que todos
experimentamos ante situaciones de peligro y que en realidad uno de los roles
más importantes que podemos realizar los padres es desarrollar la inteligencia
emocional en los niños, algo que yo no estaba haciendo muy bien. Hoy mi
relación con mi hijo dista de ser perfecta, yo sigo cometiendo errores y su conducta
sigue siendo un gran desafío para su madre y para mí, pero puedo decir que al
cambiar yo, él mejoró, acabó su rechazo hacia mí y disfruta de pasar tiempo con
su padre (excepto cuando tenemos que hacer tareas, que sigue siendo un
suplicio). Un hijo es un lindo desafío, no es fácil, pero es lindo, así que no
me quejo.
Estudiamos años para tener una profesión, seguimos dedicando
tiempo a nuestra profesionalización incluso después de salir de la universidad
y las personas sobresalientes en realidad nunca dejan de aprender. Nuestra profesión
y nuestro trabajo son importante y vale la pena dedicarles tiempo. Quienes
tenemos hijos decimos con frecuencia que lo más importante son ellos, y sin
embargo no le dedicamos a aprender a ser padres ni una décima parte de lo que le
dedicamos a nuestra profesión. Es mentira que no hay manual para padres, sí los
hay y aunque ningún libro va a evitar que cometamos errores, ni va a convertir lo
difícil en fácil, le dará herramientas para educar con disciplina y amor, para
criar niños más felices y con mayor autoestima.
Ejercitar el autoconocimiento y desarrollar nuestra
inteligencia emocional nos ayudará en nuestro trabajo, en nuestras relaciones
familiares y sociales, en la educación de nuestros hijos y en el disfrute de
nuestras vidas. Los interesados pueden buscar Inteligencia emocional de Daniel Goleman, El cerebro del niño y Disciplina sin lágrimas, ambos escritos conjuntamente por Daniel Siegel y Tina Payne.
Santa Cruz de la Sierra, 03/06/20
http://javierpaz01.blogspot.com/
No hay comentarios.:
Publicar un comentario