sábado, 27 de junio de 2020
Sobre el justo medio de Mesa
miércoles, 24 de junio de 2020
La ciencia de la felicidad
domingo, 21 de junio de 2020
La cuestión medioambiental y las soluciones socialistas
Javier
Paz García
Un tema relevante de nuestra época es el daño al medio
ambiente causado por el hombre. La crítica al capitalismo como destructor del
medio ambiente ha sido un caballo de batalla de los socialistas; y yo creo que
tienen razón. La concentración de dióxido de carbono en la atmósfera ha
superado las 400 partes por millón (ppm) cuando en los últimos 800.000 años su
pico no había superado las 300 ppm[1].
En 1800 se ocupaban 1,35 mil millones de hectáreas para agricultura, para el
2016 el área subió a 4,87 mil millones[2].
¿Por qué? Porque en el planeta hay más personas que antes, que viven más
tiempo, con mayor capacidad de consumo y calidad de vida. En 1800 la población
mundial no llegaba a los 1.000 millones de habitantes, para 1900 era de
aproximadamente 1.650 millones y para el 2017 se calcula en 7.700 millones[3].
La esperanza de vida promedio desde el paleolítico hasta los inicios de la
revolución industrial era de 30 años y la mortalidad infantil antes de los 5
años era del 50%; hoy la esperanza de vida ronda los 70 años, y la tasa de
mortalidad infantil antes de los cinco años no llega al 4%, e incluso en los
países más pobres donde puede estar alrededor del 10% están mucho mejor que las
sociedades más ricas hace 100 años[4].
Adicionalmente vivimos en la mayor opulencia en la historia del planeta, las
hambrunas son una rareza que solo sucede bajo regímenes totalitarios, la
pobreza extrema en la cual vivió más del 90% de la población desde la antigua
Grecia hasta los inicios del siglo XIX es un mal que hoy sufre menos del 10% de
la población mundial[5],
principalmente en países gobernados por dictadores socialistas. El planeta
tiene más gente, que vive más tiempo, come más y vive mejor que hace 100 años
¿por qué? Porque desde la revolución industrial, el capitalismo ha sido una
fuente de creatividad, innovación y productividad que sigue sin agotarse. Hemos
tenido revoluciones en agricultura que han permitido aumentar la cantidad de
alimentos al mismo tiempo que se han hecho más baratos; hemos tenido revoluciones
en medicina, con vacunas, antibióticos, fármacos para cada dolencia, rayos x,
tomografías, trasplantes de órganos, que han salvado millones de vidas y han aumentado
la expectativa de vida para ricos y pobres; hemos tenido revoluciones en comunicaciones
que nos permiten hablar con cualquier persona en cualquier parte del mundo sin
costo, con una conexión de internet; revoluciones en transporte pasando de la
carreta al automóvil y el avión; tenemos luz eléctrica, agua potable,
alcantarillado y un sinnúmero de servicios que serían la envidia de los reyes
del medioevo.
El incremento en la población, en años de vida y en
capacidad de consumo, gracias al sistema capitalista producen también una
presión sobre los recursos del planeta y sobre el medio ambiente. Entonces los
ambientalistas tienen razón cuando le endilgan al capitalismo la culpa por su
deterioro. Por supuesto, dado que el problema es el capitalismo, la solución
pasa por eliminar los beneficios del capitalismo para que 1) se reduzca la población
mundial, 2) se reduzca la esperanza de vida y 3) se reduzca el consumo y la
calidad de vida de las personas. Voy a tratar de demostrar con algunos ejemplos
que los socialistas no son del todo inconsecuentes con estos objetivos.
Que el mundo haya pasado en 100 años de menos de 2 a
casi 8 mil millones de habitantes, y que a pesar de ese incremento se haya
reducido la pobreza extrema de cerca del 90% a menos de 5% de la población
mundial, es un logro extraordinario que ronda en lo milagroso. Parte de la
explicación de este fenómeno es la mecanización del campo, el manejo de suelos
y la mejora genética de las plantas. Todas estas innovaciones permiten producir
más con menos, además de la posibilidad de introducir nutrientes y vitaminas.
Un caso específico es el del arroz dorado, una variedad genéticamente
modificada (OGM) para proveer de vitamina A. El 2016, 109 premios Nobel
firmaron una carta pidiendo a Greenpeace, que detenga su propaganda de
desprestigio contra los OGM y particularmente contra el arroz dorado, haciendo
notar que no está apoyada en evidencia científica sino en desinformación y que
“nunca ha existido un solo caso confirmado de un efecto negativo para personas
o animales” causados por el consumo de transgénicos, que la “Organización Mundial
de la Salud estima que 250 millones de personas sufren por deficiencia de
vitamina A, incluyendo 40% de los niños en los países en desarrollo. Basado en
estadísticas de UNICEF, un total de uno a dos millones de muertes prevenibles
ocurren cada año por la deficiencia de vitamina A porque debilita el sistema
inmunológico poniendo a los bebés y a los niños en un gran riesgo”. La carta
termina preguntando “¿Cuánta gente pobre tiene que morir en el mundo antes de
que consideremos esto como ‘un crimen
contra la humanidad’?”[6]
La introducción de variedades transgénicas como el arroz dorado puede salvar
vidas, pero mientras más vidas se salven, más daño le hacemos al medio
ambiente. Greenpeace prefiere el medio ambiente a la vida de millones de niños
pobres en África. Aunque yo no estoy de acuerdo con esa preferencia, tengo que
reconocer al menos que son coherentes con su defensa medioambiental. Menos
coherente es la oposición a los transgénicos desde la perspectiva de la
productividad, ya que, al producir más comida en menos área, los transgénicos
ahorran al planeta una mayor deforestación de bosques.
El recurso al hambre y la inanición no es exclusivo de
Greenpeace. Los vecinos de un Lenin con apenas 20 años, en su ciudad, Samara le
“denunciaron por no sumarse a la campaña nacional montada para mitigar la
hambruna de 1891, en la cual morirían medio millón de personas. Entonces
explicó a un camarada que ‘la inanición destruye a la desfasada economía,
anticipando el socialismo’”[7].
Ya en el poder no fue ajeno a las políticas de eugenesia y alentaría desde Pravda que “cada ciudad y pueblo decida
cómo limpiarse de sus alimañas, bien encarcelándolas, obligando a que porten
distintivos amarillos como las prostitutas, mandándolas limpiar letrinas o
fusilando a una de cada diez.”[8]
Más allá de los asesinatos políticos de Lenin, que sobrepasan el millón de
personas, sus políticas de confiscación y su intento de suprimir el mercado ocasionaron
la muerte por hambre y frío de alrededor de entre 3,9 y 7,75 millones de
personas.[9]
Su sucesor, Stalin, logra proezas tales como que “según estadísticas oficiales,
entre 1928 y 1932 el consumo anual de patata pasa de 141 kilos a 125, el de
carne y tocino de 24 a 11, el de mantequilla de 1,5 a 0,7” [10].
Su política de colectivización de granjas provocó la muerte por inanición de hasta
12 millones de personas y la reducción del área cultivada y el número de vacas,
ovejas, chanchos y animales domésticos[11].
En total se estima que 20 millones de personas perecieron bajo Stalin, pero
sería superado por otro líder socialista, el chino Mao Tse Tung, quien
ocasionaría la muerte de 40 millones de sus compatriotas. Y dentro de esta liga
de superestrellas no podemos obviar a otro socialista, el líder del Partido Nacional
Socialista (nazi), Adolfo Hitler, quien, sin contar las muertes de combatientes
en la Segunda Guerra Mundial, mató a 15 millones de personas[12].
Estos tiranos lograron reducir la población, reducir la expectativa de vida,
reducir el consumo y frenar la innovación y el desarrollo en sus países ¡Pocas
personas han hecho más por el medioambiente que estos íconos del socialismo!
Por lo tanto, no nos debe sorprender que muchos miembros de Greenpeace y
movimientos afines vean a estos líderes y a las sociedades que crearon como
modelos a seguir. Alguien dirá que invocar a estos tiranos es un cliché, que
responde a casos aislados. Algún desinformado o fanático incluso exclamará que
Hitler no era socialista. Yo discrepo de la idea de que sean casos aislados,
cuando a esa lista de protectores de la naturaleza se pueden añadir muchos más
como Pot Pol, Kim Il Sum, Fidel Castro (quien, además de ser un tirano que
empobreció a Cuba, enérgicamente pedía que la Unión Soviética lance su arsenal
nuclear sobre el enemigo capitalista). Discrepo que sean hechos aislados cuando
hoy, la pobreza extrema es mayor precisamente en los países que siguen las
recetas socialistas. Discrepo que sean hechos aislados cuando sus teóricos
nunca negaron su predilección por el terror eugenésico. Karl Marx decía que “el terrorismo
revolucionario acelera el parto del Hombre Nuevo”; Bernard Shaw, un Nobel de
literatura, y socialista, apoyaba la eugenesia y llamó “obra maestra” al libro Los Fundamentos del siglo XIX, “sin
intuir que será la Biblia nazi, o quizá por eso mismo”[13].
Shaw fue miembro de la Sociedad Fabiana, un grupo de intelectuales ingleses que
abogaba por la abolición de la propiedad privada y la instauración del
socialismo y que dio las bases ideológicas al actual partido laborista inglés.
La penetrante investigación de Antonio Escohotado en su monumental Los enemigos del comercio – Una historia
moral de la propiedad, abunda en ejemplos de intelectuales cuyo socialismo
pasaba por la liquidación de buena parte de la humanidad, ya sea para acabar
con los “perros burgueses”, como decía Jean Paul Sartre, o en la línea de “más
vale pocos, pero mejores” de Lenin.
Sorprendentemente, hoy el aumento de la población mundial
no se da en los países más ricos, sino en los más pobres. El 2015 los países
más desarrollados crecían en población al 0,27%, con algunos países incluso
decreciendo, mientras que los menos desarrollados tenían tasas de crecimiento
poblacional promedio de 2,36%[14]. La
baja tasa de crecimiento en los países desarrollados no es el producto de la
fuerza o la imposición estatal, sino de la decisión libre y voluntaria de gente
que prefiere tener pocos hijos para darles mejores condiciones de vida y que
tienen la educación y los medios para tomar medidas anticonceptivas. Esto en
contraste con la política de un hijo por familia impuesta por el partido
comunista chino, violando un derecho humano tan fundamental como es el de los
padres a decidir cuántos hijos tener.
Cuando la mortalidad infantil en el mundo llegaba al 50%
era normal que las familias tuvieran muchos hijos. A medida que las tasas de
mortalidad fueron bajando, las tasas de fertilidad también bajaron, pero en los
países más pobres esas tasas no lo hicieron al mismo ritmo en que ha bajado la
tasa de mortalidad infantil y las madres siguen teniendo muchos hijos. Esto,
además de generar una explosión demográfica significa que, estas familias, que
en general de por sí son pobres, se van a empobrecer más por tener que
sustentar a un gran número de miembros. Ante esta situación, algo que se puede
hacer para reducir la pobreza y mejorar la calidad de vida de estas familias es
enseñar métodos anticonceptivos. Esto, mientras se haga mediante la educación y
la concientización, sin recurrir a la coacción, es un acto de humanidad y
algunos organismos internacionales como el Banco Mundial han tratado de
colaborar en campañas de esta naturaleza. No todos están de acuerdo, entre
ellos intelectuales socialistas como Eduardo Galeano quien afirma que el
objetivo de estas políticas es “convencer a los pobres de que la pobreza es el
resultado de los hijos que no se evitan y poner un dique al avance de la furia
de las masas en movimiento y rebelión. Los dispositivos intrauterinos compiten
con las bombas y la metralla, en el sudeste asiático, en el esfuerzo por
detener el crecimiento de la población de Vietnam. En América Latina resulta más higiénico y eficaz matar guerrilleros en
los úteros que en las sierras o en las calles.”[15] Fiel
a la prosa socialista, Galeano augura que los úteros de las mujeres
latinoamericanas son fábricas de guerrilleros, con lo que podemos adivinar su
predilección de sangre y muerte para los burgueses no revolucionarios. Este
tipo de prejuicios basado en mentiras sigue ocurriendo hasta nuestros días y
una de las víctimas contemporáneas es Bill Gates cuya fundación invierte
millones en campañas de vacunación en países subdesarrollados especialmente en
África para acabar con enfermedades como la polio o tuberculosis que, gracias a
las vacunas, son inexistentes en el mundo moderno, pero que matan a millones de
niños en los países más pobres[16]. Su
actividad filantrópica recibe críticas tanto de la izquierda como de la derecha,
en muchos casos con campañas basadas en la desinformación y la mentira no muy
diferentes a las de Galeano o de Greenpeace y es un ejemplo de la imposibilidad
de agradar a todos, porque está mal si lo hace y está mal si no lo hace. Por
cierto, innovaciones de Gates, como Word y Excel, evitan que miles de árboles
tengan que ser sacrificados para papel, mientras la burocracia de los gobiernos
(y más aún los socialistas) multiplica los trámites ad nauseam y exigen respaldos físicos para todo. La contribución de
Gates al medioambiente no es suficiente para expiar el pecado de innovar,
generar valor para la sociedad y hacerse millonario con ello, por lo cual
merece el odio eterno de los socialistas del mundo[17],
aunque no por ello dejen de usar productos de Microsoft.
Tal vez el actual nivel de consumo sea insostenible y
debamos empezar a hacer sacrificios para reducirlo. Tal vez un modelo a seguir
es la Venezuela de Hugo Chávez, émulo de Fidel Castro, cuya revolución ha
logrado que el PIB a PPA per cápita venezolano pase de $us 11.468 a 7.399 el
2019[18], que
unos 4,6 millones de personas abandonen su país[19], que
haya tanta conciencia en la población que se multipliquen quienes escarban las
sobras de la basura para no desperdiciar alimentos, que aumente la pobreza, la
escasez, el hambre, la desnutrición sin perjuicio de que los jerarcas del
partido acumulen fortunas millonarias. Otro ejemplo a seguir podría ser Corea
del Norte. Hasta 1950, Corea era una sola nación. En ese año hubo una división
arbitraria en el paralelo 38 quedando el norte bajo una administración
comunista apoyada por la Unión Soviética y el sur bajo un gobierno democrático
de línea capitalista apoyado por Estados Unidos. 50 años después “la gente de
Corea del Sur tiene un estándar de vida similar al de Portugal y España. Hacia
el norte, en la llamada República Popular Democrática de Corea, o Corea del
Norte, los estándares de vida son similares al de los países del África
Subsahariana, alrededor de una décima parte del estándar de vida promedio en
Corea del Sur. La salud de los coreanos del norte está incluso en peor estado;
el norcoreano promedio puede esperar vivir 10 años menos que sus primos en el
sur del paralelo 38.”[20] Dicen
que una imagen vale más que mil palabras y la imagen satelital de ambas Coreas de
noche, muestra un sur rebosante en luz y prosperidad versus un norte hundido en
las tinieblas de la pobreza. ¡Todo un ejemplo de ambientalismo!
El actual tirano de Corea del Norte es Kim Jong-un, nieto
Kim Il-sung el tirano que se instaló en 1948. Tal vez la solución al problema
del medio ambiente es hacer de Kim Jong-un y Nicolás Maduro no solo dictadores
de sus países sino del planeta entero, para que en un lustro reduzcan la
población a mil millones y el nivel de vida baje al de los cubanos o
norcoreanos. Tal vez la solución al problema del medioambiente pasa por no
vacunar a los niños pobres y dejar morir de inanición a quienes no puedan
acceder a alimentos orgánicos e hidropónicos, como parecen querer Greenpeace y
las miles de organizaciones afines en todo el mundo.
Sorprendentemente, más allá de ser efectivo para reducir
la población con hambrunas y purgas y acrecentar la pobreza, el socialismo no
tiene un buen record en cuanto a contaminación. El mayor desastre nuclear en la
historia de la humanidad sucedió en la Unión Soviética en 1986, ocasionando un
daño medioambiental sin precedente. Magnitogorsk, una ciudad construida dentro
de los planes quinquenales de Stalin para industrializar la URSS es infame por
su nivel de polución e insalubridad. Hoy los mayores generadores de dióxido de
carbono en el mundo son China un país gobernado por un partido comunista desde
1949 con 27% de las emisiones globales, Estados Unidos, con 15% y la India con 6,8%[21], cuya
dinastía Nehru-Gandhi (ninguna relación con Mahatma Gandhi) ha sido fundamental
para llevar a esta nación por los caminos del socialismo, la corrupción y la
pobreza. Sin embargo, en 2015 la tasa de mortalidad por polución del aire en la
India fue de 223 por 100.000 personas, en China 121, en contraste con Estados
Unidos con 20[22]. El problema de la
contaminación y la polución, aunque existe en todas partes, está mucho más
controlado en países desarrollados y por ejemplo, mientras el Lago Michigan en
Estados Unidos es una belleza panorámica, el lago de Maracaibo en Venezuela es
una gran cloaca.
La contaminación ambiental y la explotación de los
recursos de la Tierra son problemas reales y hay gente verdaderamente preocupada
por ello. También es real que los movimientos socialistas han camuflado su odio
al capitalismo con ambientalismo. La contaminación ambiental y la explotación
de los recursos de la tierra deben ser tomados en serio y debemos buscar
soluciones como sociedad, pero éstas no deben estar por encima de la vida, la
libertad y la dignidad de los seres humanos. Los socialistas, con su plétora de
matanzas, genocidios, fracasos económicos, miseria y esclavitud han perdido
cualquier autoridad moral para entronizarse como paladines de la humanidad y de
la paz (cosa que no les impide seguir haciéndolo, tal vez porque eso de basarse
en datos reales y decir la verdad es moral burguesa y en la moral
revolucionaria, la mentira y la impostura son medios válidos) y muchos se han
disfrazado de ambientalistas para defenestrar contra el capitalismo. Dicen
luchar por el campesino, pero no quieren que el campesino elija qué semilla
utilizar; dicen luchar por los pobres, pero no quieren que el pobre se eduque y
aumente su poder adquisitivo; aplauden el bienestar de Cuba, pero viven en
California con todas las comodidades del primer mundo; y quieren lo mismo que
los socialistas desde Marx hasta Chávez, gobiernos más poderosos, que controlen
a la población, que reduzcan la libertad de la gente, con burocracias que
definan quienes son los ganadores y perdedores. Y por supuesto ellos quieren
ponerse a las cabezas de tales burocracias.
Santa Cruz de la Sierra, 21/06/20
http://javierpaz01.blogspot.com/
[1] Hannah Ritchie and Max Roser (2017) -
"CO₂ and Greenhouse Gas Emissions". Published online at
OurWorldInData.org. Retrieved from:
'https://ourworldindata.org/co2-and-other-greenhouse-gas-emissions' [Online
Resource]
[2] Hannah Ritchie and Max Roser (2013) -
"Land Use". Published online at OurWorldInData.org. Retrieved
from: 'https://ourworldindata.org/land-use' [Online Resource]
[3] Wikipedia. Población Mundial.
[4] Max Roser, Hannah Ritchie and Bernadeta Dadonaite (2013) - "Child
and Infant Mortality". Published online at OurWorldInData.org.
Retrieved from: 'https://ourworldindata.org/child-mortality' [Online Resource]
[5] Max Roser and Esteban Ortiz-Ospina (2013) -
"Global Extreme Poverty". Published online at OurWorldInData.org.
Retrieved from: 'https://ourworldindata.org/extreme-poverty' [Online Resource]
[7] Antonio Escohotado, Los Enemigos del Comercio Tomo II, Espasa, Barcelona, 2015. Pag.
667.
[8] Ibíd. Pag. 668.
[9] https://www.outono.net/elentir/2016/11/08/lenin-numeros-datos-e-imagenes-de-los-crimenes-del-primer-dictador-comunista/
[10]
Antonio Escohotado, Los Enemigos del Comercio Tomo III,
Espasa, Barcelona, 2017. Pag. 172.
[11]
El interesado en mayores estadísticas
puede ver en Wikipedia las entradas. Colectivización en la Unión Soviética y
Holodomor.
[13]
Antonio Escohotado, Los Enemigos del Comercio Tomo II,
Espasa, Barcelona, 2015. Pag.
613.
[14] Max Roser, Hannah Ritchie and Esteban
Ortiz-Ospina (2013) - "World Population Growth". Published online
at OurWorldInData.org. Retrieved from:
'https://ourworldindata.org/world-population-growth' [Online Resource]
[15]
Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina, Siglo veintiuno editores,
México, 1978. Pag. 10. Las letras cursivas son parte del texto original. Este
texto ha sido una biblia para la izquierda latinoamericana. Su autor admitió el
2014 que no volvería a leer dicho libro porque “no tenía los suficientes
conocimientos de economía ni de política cuando lo escribí”.
[16]
El documental de Netflix, Bill Gates: bajo la lupa, muestra parte del trabajo
de su fundación y los prejuicios que enfrenta.
[17]
El mismo rechazo tuvieron magnates John
Rockefeller o Andrew Carnegie, quienes donaron buena parte de sus fortunas para
fundaciones filantrópicas y que por ello son acusados intentos de dominación
mundial y cosas por el estilo. Lo mismo les espera a los nuevos millonarios
como Jeff Bezos o Mark Zuckerberg y los que vengan. La envidia es parte de la
naturaleza humana y los socialistas la tienen potenciada.
[18]
Wikipedia. Economía de Venezuela.
[19]
Fondo Monetario Internacional. https://blogs.imf.org/2019/11/21/for-venezuelas-neighbors-mass-migration-brings-economic-costs-and-benefits/
[20] Daron Acemoglu y James A. Robinson, Why nations fail: the origins of
power, prosperity and poverty, Crown Publishers, New York, 2012. Ebook Pag.
114. Traducción propia.
[21] Hannah Ritchie and Max Roser (2017) -
"CO₂ and Greenhouse Gas Emissions". Published online at
OurWorldInData.org. Retrieved from:
'https://ourworldindata.org/co2-and-other-greenhouse-gas-emissions' [Online
Resource]
[22] Hannah Ritchie (2017) - "Air
Pollution". Published online at OurWorldInData.org. Retrieved from:
'https://ourworldindata.org/air-pollution' [Online Resource]
domingo, 14 de junio de 2020
Los intelectuales y el socialismo
viernes, 12 de junio de 2020
Los herederos de Marx y los intelectuales del adjetivo
Javier
Paz García
Discrepar es parte inevitable de vivir en una sociedad.
En las sociedades totalitarias, el riesgo de cárcel o de perder la vida acallan
los debates, pero no la libertad de conciencia. En las sociedades libres, el
debate es amplio y entre personas cultas el debate gira en torno a las ideas. Separar
a las ideas de las personas es un triunfo de la inteligencia humana y es un
signo de civilidad y cultura, aunque como ya lo sabían los sofistas en la
antigua Grecia y lo saben los políticos ahora, enfocarse en los argumentos no
siempre es la mejor forma de ganar el favor de la opinión pública y a veces,
especialmente cuando los argumentos son débiles, reditúa más enfocarse en
atacar a la persona. En lógica, esto se llama la falacia ad hominem, que consiste en desacreditar a la persona y luego
inferir que, porque tal persona lo dijo, debe ser falso. Por ejemplo, si
Satanás dice que 2+2 es 4 un argumento ad
hominem sería decir que Satanás es malo, el príncipe de las tinieblas y por
tanto lo que él dice es mentira, por lo que 2+2 no es 4.
Insultar no es argumentar, pero eso no significa que
no sea un recurso frecuente incluso de personas inteligentes como Karl Marx,
cuyo espíritu visceral no podía evitar mezclar sentimientos, ideas y personas. Por
ejemplo, aplicar el epíteto de burgués a algo le era suficiente para
descalificarlo y así podía condenar la “libertad burguesa”. Marx llama a
Proudhon “filisteo” que “no tiene suficiente valor ni suficientes luces para
elevarse sobre el horizonte burgués”; a Bakunin “Tocino rancio” y “enorme masa
de carne y grasa, gentuza paneslava, charlatán,
ignorante, saltibanqui capaz de cualquier infamia”, mostrando alguno de sus
prejuicios raciales; la obra de Bruno Bauer es un “monótono chismorreo,
semejante a boñigas de vaca aplastadas”; Willich es un “borrico cuatricornudo”;
Lasalle un “judezno negroide”; su yerno Lafargue un “descendiente de un gorila”,
Frei “conciencia meada de caniche” y Bastiat “un economista pigmeo”.[i]
Sus discípulos, entre quienes destacan Lenin, Stalin, Fidel, Che Guevara,
Chávez, aunque con menores habilidades retóricas, siguieron sus pasos y
establecieron una larga tradición del insulto y la descalificación.
Dicha tradición se mantiene intacta en la intelligentsia progresista, lista para
lanzar su artillería de adjetivos a quienes discrepen de sus recetas para el
bien común, más aún si ese “bien común” pasa por favorecer sus intereses. Tomo
como ejemplo, la eliminación del ministerio de cultura de Bolivia y la reacción
de la escritora Liliana Colanzi quien en su Facebook ha comparado dicha medida
a una “…nueva manera de censurar y acallar las voces que podrían ser críticas…
una acción tan fascista como quemar libros en la plaza.” Más allá del
predilecto recurso socialista de llamar fascismo a lo que se les opone (un
análisis serio muestra que el fascismo y el socialismo tienen más semejanzas
que diferencias), sus palabras evidencian su desconocimiento de la diferencia
entre derechos positivos y negativos: que el Estado decida no subvencionar a
tal o cual escritor o artista es substancialmente diferente a acallarlo,
amenazarlo, prohibir sus obras y quemar sus libros, como hacen los regímenes totalitarios.
En otra entrada nos informa que le “da hueva explicar
una y otra vez a una élite burda y chota que tiene casas lujosas y ni un solo
estante chiquito de libros para qué sirve la cultura. Es la misma gente que
después consume y copia todos los productos culturales, los discursos y la
ideología de otros países que sí tienen políticas culturales (incluyendo países
muy capitalistas y neoliberales como EE.UU.). Es la gente que quiere que
sigamos siendo colonia.”
Supongo que “hueva” significa flojera o hastío. Como
Marx, Liliana recurre al insulto y con eso evita la argumentación, más allá de
la ironía de haberse criado en una de las más grandes mansiones de Santa Cruz
(con lo cual yo no tengo ningún inconveniente), más allá de la ironía de
promover el chauvinismo y criticar ideologías foráneas cuando todas sus ideas
pueden rastrearse al viejo continente (las ideas se evalúan por sí mismas y su validez,
no su procedencia), Liliana comete un serio error conceptual al equiparar la
cultura con el gasto del Estado en cultura. La cultura no muere porque el Estado
reduzca sus subvenciones. La cultura está en nuestra gastronomía, nuestras
costumbres y modales (modales que muchos defensores de la cultura adolecen a la
hora de defenderla), en la forma en que hablamos, que difiere de región a
región, en nuestra arquitectura y por supuesto, también en la producción
literaria, plástica y musical, la cual no se va a acabar. Insinuar que eliminar
el ministerio de culturas nos lleva a que sigamos siendo colonia (no sabía que
lo éramos y me gustaría saber qué entiende por tal) es una aberración semejante
a su anterior aseveración de que la reducción del gasto equivale a censura o
fascismo. En todo caso, que el Estado dirija la cultura de un país, sí me
parece colonialismo.
Liliana incurre en un ataque ad hominem al llamar élite burda y chota que no lee, con lo cual
implícitamente, ella se eleva a sí misma al rango de los elegidos, de los no
burdos, no chotos que sí leen y que por tanto tienen la sabiduría y el derecho
de decidir qué es lo mejor para el resto de nosotros. Yo no pongo en duda la
inteligencia de Liliana Colanzi, como tampoco pongo en duda el genio de Platón
y del mismo Marx, pero eso no quiere decir que tengan razón en todo. La
República ideal de Platón es un Estado totalitario que controla la cultura,
decide las uniones entre parejas y quita a los niños de sus madres, para ser
educados por el Estado y nadie sepa quién es el hijo de quién. Marx ideó un
Estado no menos pavoroso, donde “el terrorismo revolucionario acelera el parto
del Hombre Nuevo”. Estos señores eran más inteligentes y leídos que la mayoría
de nosotros y no por eso debemos consentir a sus ideas.
Liliana quiere que el Estado quite parte del trabajo
de la gente, a través de impuestos y lo destine a gasto en cultura, es decir a
subvencionar a algunos colegas y amigos suyos, pero “le da hueva explicar” a
los contribuyentes (todos nosotros) sobre su uso. Y quienes nos oponemos al
gasto del Estado en cultura, no lo hacemos porque estemos en contra de la
cultura, sino porque estamos en contra del Estado. Más allá del despilfarro y corrupción
que conlleva el dar más recursos a burócratas, no existe régimen totalitario
que no pretenda controlar la educación y la cultura (incluido el régimen de Evo
Morales), con lo cual deberíamos ser escépticos de querer darle esa potestad al
Estado. Y si reconocemos que en una sociedad libre cada persona es soberana en
sus asuntos (algo que los socialistas no reconocen), entonces deberíamos dejar
que sean los individuos quienes libre y voluntariamente gasten en las actividades
que Liliana entiende como cultura. Para hacer más palpable estas dificultades,
podemos ponernos de ejemplo y decir, que, dadas las posturas del progresismo
socialista de Liliana a mí no me gustaría que me quiten parte de mi salario
para que ella decida qué gastos de cultura hacer por el bien del país. Análogamente,
supongo, que, dada mi postura liberal, a ella no le gustaría darme su plata,
para que yo decida qué gasto de cultura hacer por el bien del país. Yo no le
pido que me dé su dinero, ni la llamo fascista por no hacerlo, ni exijo que el
Estado me publique o haga de mis escritos lectura obligatoria, ni sustento la
idea de que una superioridad intelectual da derecho a alguien a decidir sobre
la vida y la hacienda de otros. Un impuesto es una contribución obligatoria que
hacemos los ciudadanos en virtud del poder coercitivo del Estado. Argumentar la
necesidad del gasto en cultura es admitir que queremos que mediante la fuerza y
la coerción se destinen recursos para cosas que los ciudadanos no estarían
dispuestos a incurrir por voluntad propia.
Estos son algunos argumentos de alguien que no vive en
una mansión, que tiene una biblioteca que, aunque pequeña, tiene más de un
estante, y que cree que la buena cultura no necesita ser defendida con falacias,
con insultos (como los que sin duda me llegarán por parte de los paladines de
la cultura y la buena educación), ni por la coerción del Estado.
Santa Cruz de la Sierra, 12/06/20
http://javierpaz01.blogspot.com/
[i] El interesado en las fuentes puede consultar Los Enemigos del Comercio - Tomo II de
Antonio Escohotado.