Javier Paz García
El coronavirus plantea una crisis sin precedente a nuestra generación. Al no tener precedente, hace más difícil discernir cuál es el mejor camino. Muchos países, entre ellos Bolivia, han optado por una cuarentena casi total, forzando el cierre del comercio, poniendo a la población bajo un estado de sitio donde salir a caminar se convierte en un delito y dejando a la economía en un estado de coma. Tal vez sea la única forma de superar la crisis, la mayoría de la gente parece estar de acuerdo y el eslogan “quédate en casa” es la frase del momento. Yo no tengo la respuesta a esta crisis y mi opinión al ser bastante minoritaria en los grupos de Whatsapp donde he discutido el problema, me hace sospechar que hay una alta probabilidad de que esté equivocado. Aun así, considero importante no caer en la mentalidad de rebaño que nos invade en tiempos de crisis e incertidumbre, es importante plantear cuestionamientos y explorar alternativas, preguntarse el por qué de las cosas y no aceptar que algo es bueno, simplemente porque la ley, la autoridad o la mayoría lo dicen. Hacer un ejercicio cartesiano y cuestionar los supuestos es vital para encontrar soluciones, más aún en tiempos de crisis e incertidumbre. Siempre existirán los inquisidores, aquellos guardianes de la ortodoxia que, incluso no saben por qué hacen algo, pero lo hacen y atacan a quienes discrepan, recurren al insulto, al miedo, a la amenaza y logran generar un estado de miedo que hace que las dudas se acallen y la gente acate. Los bolivianos vivimos 14 años en ese estado y no me imaginaba estar tan pronto de vuelta. Los que nos cuestionamos las cosas (el ex vicepresidente de Bolivia García Linera, los llamó librepensantes y les advirtió que en su partido no había cabida para ellos) corremos el riesgo de ser parias cuando nadamos contra la corriente o podemos callar como le sucedió a Galileo. Yo he retrasado la idea de publicar mi opinión, esperando entender mejor el problema y tal vez encontrar información que modifique mi punto de vista. Hoy, todavía con muchas dudas, me animo a plantear que la cuarentena y el “quédate en casa” a la fuerza pueden no ser el mejor camino.
Cuestiones operativas
Primeramente voy a cuestionar decisiones operativas que no van al fondo de la cuarentena. He preguntado cuál es el propósito de limitar los horarios de los mercados y supermercados a 4 horas solo 5 días a la semana y no he recibido una respuesta satisfactoria de nadie. La cantidad de personas que tienen que abastecerse no disminuye porque se reduzcan los horarios de atención, entonces, si 4.000 tienen que ir a un supermercado, y para simplificar el ejemplo, se dividen por igual, entonces habrá 1.000 en la sala cada hora. Si ese supermercado atiende 12 horas, habrá 334 personas por hora. Si lo que queremos es distanciamiento social, entonces deberíamos ampliar los horarios de atención en vez de reducirlos. A mi entender, la medida del gobierno de limitar los horarios de atención, genera colas, mayores aglomeraciones y nos expone a mayor riesgo de contagio. Le agradeceré a quien me dé una explicación coherente del motivo de adoptarla.
Por lo que entiendo, el virus es pesado y no flota en el aire y por tanto, el riesgo de contagio por salir a caminar es prácticamente nulo. Sin embargo el gobierno insiste en que no se puede salir de la casa, ni siquiera a espiar por la ventana, privando a la gente de la opción de salir a caminar, trotar, andar en bici, actividades que no violan la premisa del distanciamiento social y que por cierto, le van a mejorar su sistema inmunológico y darle mejores chances de sobrevivir a un contagio. Por otro lado, el gobierno no permite la circulación de vehículos para ir a un mercado o supermercado, entonces quienes tienen que hacer compras, deben ir a pie (ahora sí se permite caminar), lo que les limita la cantidad de compras que pueden hacer y los obliga a ir con mayor frecuencia, de nuevo aumentando la aglomeración y el riesgo de contagio. Me parece que si lo que se quiere es el distanciamiento social, con evitar vehículos atiborrados de gente o exigir el uso de barbijos sería suficiente.
¿Cuál es el propósito de la cuarentena?
Inicialmente el gobierno dictó la cuarentena hasta fin de marzo, luego hasta el 15 de abril y ahora se habla de que se extenderá hasta principios de mayo. Estas prórrogas me hacen preguntarme si el gobierno sabe lo que está haciendo y tiene una estrategia viable. Primeramente debemos entender el objetivo de la cuarentena. Yo planteo 3 posibles objetivos: 1) eliminar el virus 2) aplanar la curva de contagio y 3) darnos tiempo para prepararnos. ¿Cuál de estos objetivos persigue el gobierno? No lo sé, y no sé si ellos lo saben. Por ello voy a analizar las 3 opciones y más que proclamar respuestas voy a plantear dudas y preocupaciones. El objetivo de eliminar el virus es mutuamente excluyente con el resto. Mientras que los objetivos 2 y 3 pueden ser complementarios. Entonces analicemos el objetivo 1 por separado y luego el 2 y 3 conjuntamente.
Eliminar el virus
Si el objetivo es eliminar el virus por completo, quiere decir que la cuarentena deberá durar hasta que no haya más contagiados en toda Bolivia por al menos 14 días. Luego, si el 1 de mayo aparece un nuevo infectado, la cuarentena tendrá que seguir hasta el 15 de mayo y así podríamos seguir todo el año. Y si se acaba la cuarentena y en 3 meses llega un compatriota de un país vecino con el virus y contagia a otros 3, ¿vamos a entrar en cuarentena nuevamente? El coronarivus se ha diseminado por todo el mundo y me parece improbable la opción de eliminarlo, por lo menos en el corto plazo.
Aplanar la curva y ganar tiempo
La opción que discuten los países en desarrollo es la de aplanar la curva con el objetivo de esparcir los contagios en el tiempo y de esa manera no sobrepasar la capacidad hospitalaria, en especial la de respiradores que son vitales para salvar vidas en los casos más graves. Nótese que aquí no se habla de eliminar el virus, sino más bien de distribuir la cantidad de contagiados en un mayor periodo de tiempo. Muy bien, entonces hagamos números para ver qué significa esto en términos prácticos para Bolivia. Lo primero que tenemos que tener es datos sobre la capacidad hospitalaria en el país y en especial el número de respiradores disponibles. No he podido encontrar este dato, pero leí que no llegábamos a cien y otra noticia indicaba que se estaban importando quinientos. Entonces supongamos que disponemos de mil respiradores. Sabemos que alrededor de 5% de los contagiados tendrán complicaciones graves y que podrían necesitar de un respirador. Sabemos que la persona puede necesitar del respirador hasta por 4 semanas, pero supongamos que el promedio de uso es de 15 días. Bajo estos supuestos, Si en Bolivia con una población de 11 millones de habitantes se contagia solo el 30% de la población, es decir 3,3 millones de habitantes, de los cuales 165.000 llegan a necesitar respiradores (5%), entonces necesitamos aplanar la curva por 83 meses (casi 7 años) para que los mil respiradores de este ejercicio abastezcan para todos. Si asumimos un contagio de solo 10% de la población, que es un número en línea con la cantidad de gente que agarra una gripe cada año, entonces debemos pasar 28 meses en cuarentena para aplanar la curva lo suficiente para no sobrecargar al sistema de salud: quédate en casa… ¿28 meses? Y si llegamos a cinco mil respiradores con 10% de contagio necesitaríamos 6 meses de cuarentena. Pero una de las características del virus es su facilidad de contagio, por lo que 10% es demasiado optimista, como es optimista pensar que vamos a tener cinco mil respiradores disponibles inmediatamente. ¿Entonces es factible aplanar la curva? Tal vez para ganar tiempo. Por lo que he leído, una vacuna puede tomar meses en desarrollarse, más el tiempo que tome producirse a escala, por lo que no será una solución de corto plazo. Otra opción que se baraja es la hidroxicloriquina, un activo que se extrae del árbol de la quina (la quina existe en Bolivia y es uno de los ingredientes del bitter de mi abuela). Esperemos que sea la solución. Pero si no lo es, ¿vamos a estar meses de meses en cuarentena mientras se desangra la economía? Anoche bromeaba con mi madre, que si ella quería ser estricta sobre cuidarse, no podría ver a sus nietos por los próximos dos años. Demás está decir que no le agradó el chiste.
¿La vida o la economía?
Esto me lleva al siguiente punto: la economía. Muchos han planteado el dilema entre la vida y la economía. Si habláramos de un encierro de unos pocos días este sería un verdadero dilema: dañamos la economía para salvar vidas. Si hablamos de un encierro de semanas o meses, como se empieza a pintar el asunto, se convierte en un falso dilema porque la economía es vida. Cuidar la economía es cuidar el sustento para las familias, significa mejor nutrición y salud, que se traduce en más años de vida para la gente, significa un sistema inmunológico más robusto y preparado para afrontar enfermedades.
Incluso en un país tan rico como Estados Unidos, un 25% de las familias viven de sueldo en sueldo, según la consultora Mckinsey. El economista Martin Rapp en una presentación indicaba que el 23% de las familias vive de su ingreso diario y un 15,7% tiene un ingreso semanal. Plantear a estos sectores que paren 2 meses es criminal. Esta cuarentena llevará a miles de personas (tal vez cientos de miles) a la pobreza y el hambre y debe quedar claro que costará vidas. En las próximas semanas miles de personas desarrollarán presión alta por el estrés de perder sus trabajos o sus negocios, por el estrés de tener que pagar sueldos con plata que no tienen y verse acosados por un Estado implacable contra las empresas en materia laboral, algunos de ellos tendrán ataques cardiacos en los próximos meses y morirán; los casos de diabetes aumentarán, miles de personas se quedarán sin los ahorros necesarios para comprar medicinas vitales y sus días de vida se acortarán. Cabalmente ahora estoy leyendo Por qué las zebras no tienen úlceras del biólogo Robert Saposky de la universidad de Stanford, un interesante libro sobre los mecanismos fisiológicos y psicológicos que generan estrés y sus consecuencias. El libro muestra con datos y experimentos científicos algunas cosas que ya todos sabemos, como que el estrés baja las defensas y por supuesto con defensas más bajas somos más propensos a morir de infecciones que de otro modo solo nos harían pasar un mal rato. Pero algunas cosas que son menos obvias es que una mujer estresada durante el embarazo hace que su hijo sea más propenso a desarrollar hipertensión y reducir su expectativa de vida, es decir, en 50 años mas alguien podría morir de un infarto del miocardio cuya génesis comenzó durante esta cuarentena. Hoy los niveles de glucocorticoides, las hormonas del estrés, deben estar elevándose en la población, reduciendo los sistemas inmunológicos y quitando años de vida a la población. Si la cuarentena no elimina el virus en las próximas semanas y eventualmente tenemos que volver a retomar la actividad con el virus presente, lo que habremos logrado es retrasar el contagio al costo de empobrecernos, aumentar nuestros estrés, reducir nuestros sistemas inmunológicos para estar en peores condiciones cuando nos expongamos a un posible contagio.
El estrés y el confinamiento también pueden conducir a mayor violencia familiar especialmente contra mujeres y niños. Muchas familias saldrán de esta cuarentena con historias inspiradoras sobre cómo descubrieron el sentido de la vida, la irrelevancia de los bienes materiales y el reencuentro del amor filial; otras no serán tan afortunadas y no tendrán nada bueno que recordar de este periodo. Muchos niños, cuya mayor bendición es tener a un padre abusivo ocupado trabajando lejos de casa, lo tendrán 24 horas listo para descargar en ellos su frustración.
El deterioro de la economía significa desempleo, hambre, mayor violencia familiar, mayor criminalidad, mayor estrés, menor calidad de vida, menor expectativa de vida, mayor cantidad de fatalidades por enfermedades prevenibles… la economía es vida.
Peligros para la libertad
Además de un escenario social desolador donde la paralización de la economía empobrece a todos, tenemos un escenario político no menos inspirador. La pandemia ha servido para suspender libertades civiles y políticas y permitir al Estado tomar atribuciones propias de dictaduras y gobiernos militares. Hoy caminar o decir algo que al gobierno no le gusta puede ser un delito penal. Hoy aplaudimos la militarización y pedimos al Estado que trate a los ciudadanos como potenciales criminales. Pedimos que el Estado asuma poderes en la economía que nos acercan a Cuba o Venezuela y que la experiencia indica categóricamente que generan pobreza en el largo plazo. Es ilusorio pensar que el Estado renunciará voluntariamente a esos poderes que la pandemia le ha permitido adquirir y vamos a salir de esta crisis con un Estado más grande, más endeudado, más controlador de los ciudadanos y un entorno empresarial difícil con más impuestos para sustentar al Leviatán. Podemos discutir sobre la pertinencia de las acciones tomadas hasta ahora, bonos, prohibición de corte de servicios, postergación de pagos al sistema bancario, pero no se puede discutir que con esas medidas el Estado dispone de plata ajena, al estilo de Evo Morales, y deja un precedente peligroso para la seguridad jurídica. Y si el Estado puede hacer todo esto, ¿hay algo que no pueda hacer? ¿A cuántas libertades estamos dispuestos a renunciar? ¿Saldremos de esto con un Estado republicano del pueblo, por el pueblo y para el pueblo o con un gran hermano orwelliano al estilo de China o Cuba?
En 2 pares de zapatos
No hay soluciones fáciles a los retos que esta pandemia plantea, no importa que medidas se tomen, habrá consecuencias negativas. Una cosa es meditar sobre las consecuencias negativas de la cuarentena y criticar su uso, como yo lo hago y otra es ser responsable de tomar decisiones y recibir el repudio público y el cargo de conciencia por decisiones que no se tomaron y vidas que se perdieron, como tienen que hacer los gobernantes de turno. Quien muera de hambre o de ataque cardiaco no será noticia, pero cada muerto por coronavirus tendrá horas de televisión alimentando los miedos. Incluso asumiendo de los políticos las mejores intenciones y la voluntad de tomar las decisiones que creen correctas independientemente de su popularidad, esta situación es inaudita y nadie sabe con certeza qué hacer. Luego, ante la incertidumbre es normal que se tomen medidas que tal vez en retrospectiva consideremos exageradas. Debemos entender que quienes toman las decisiones, no tienen información perfecta y tienen una inmensa presión popular a mostrarse proactivos. Sus futuros políticos pueden depender de ello.
Ahora pongámonos en los zapatos de quien vive día a día, quien no tiene ahorros para vivir 7 días sin trabajar, mucho menos 2 meses como pretenden las autoridades. Crisis existenciales como estas exacerban nuestro instinto de supervivencia y de grupo. Pero en Bolivia no hay un solo grupo (en ningún país lo hay) y los grupos sociales que pueden aguantarse un mes sin trabajar, juzgan a aquellos que no pueden hacerlo, los llaman irresponsables, animales del monte, les desean la muerte porque se lo merecen, porque si salen a la calle, ojalá se contagien. Juzgan desde la comodidad de una casa con aire acondicionado, una heladera llena, un salario que se deposita a fin de mes y una cuenta bancaria, que les dura un par de meses. ¿Y la madre soltera con dos niños que alimentar y que vende pastillas qué hace? ¿Se queda en su casa a ver a sus hijos perder peso? Ante esa disyuntiva probablemente yo preferiría exponerme al coronavirus y al acoso policial. Esa es la disyuntiva de miles de familias hoy y cada día que pasa, su situación se hace más insostenible. Los bonos y las donaciones ayudan algo, pero es imposible que lleguen a todos y por el tiempo necesario. Quienes plantean cuarentenas y quienes firman los decretos no tienen esta disyuntiva. Algunos tienen no una, sino dos o más heladeras en sus casas, algunos tienen más de dos casas y desde su perspectiva, el sacrificio de todo el país se justifica para que ellos, sus familiares y sus círculos de amistad no se contagien. Me pregunto ¿será que si le diéramos a quienes viven el día a día la responsabilidad de imponer una cuarentena, lo harían? En parte tenemos la respuesta con sus acciones. En los barrios más pobres la gente sale y a diferencia de lo que creen algunos en las clases más acomodadas, no creo que lo hagan porque son irresponsables, son animalitos o son incapaces de raciocinio; creo que lo hacen porque no tienen otra opción, porque o trabajan o se mueren de hambre, porque la economía es vida, no en una forma abstracta y poética, sino en una forma muy real y concreta.
¿Alternativas?
Reitero que aquí no hay decisiones fáciles y no importa qué hagamos, algunas personas van a morir de coronavirus y otras van a morir de otras enfermedades exacerbadas por la cuarentena. No importa qué medidas se tomen, algunas personas van a perder sus empleos y algunas empresas van a quebrar. Esto es lamentable e inevitable y no hay nada que el más preclaro de los políticos pueda hacer para evitar el 100% de las consecuencias de la pandemia, tanto en la salud como en lo económico y social. Con o sin cuarentena, sectores como el turismo y la gastronomía tendrán sacudones sin precedente. Entonces, al igual que no veo factible acabar con el coronavirus por completo, tampoco debemos pensar en medidas que solucionen todos los problemas, sino en medidas que minimicen el impacto, tanto en la mortalidad del virus, como en la economía. Sabemos que la tasa de mortalidad del virus no es aleatoria. Los grupos de mayor riesgo son personas mayores de 70 años y las personas con enfermedades de base. ¿No deberíamos cuidar a esos grupos y permitir que el resto de la gente vuelva a trabajar? En estos grupos, la tasa de casos graves es mucho menor, por lo que el sistema de salud puede soportar un mayor número de casos de contagio. Este regreso al trabajo no significa un regreso a la normalidad ya que tendríamos que seguir con políticas de distanciamiento social, aplicando protocolos en empresas, lugares públicos, transporte público para reducir la tasa de contagio. El Estado tendría que invertir en un mejor sistema de salud y preparación para atender a los contagiados. Hay que establecer protocolos para identificar a los contagiados y aislarlos. Es acertado tener centros de confinamiento para los contagiados no graves, para que no contagien a otros, algo que entiendo que ya se está haciendo. Es decir, tomar medidas focalizadas a los grupos de riesgo y a los contagiados, en la educación y prevención, en la conciencia ciudadana y en los gobiernos locales que se encuentran más cerca de la ciudadanía. Creo que eventualmente ese será el camino y tendremos que retomar nuestras vidas y nuestras actividades volviendo a una nueva normalidad, porque tenemos que tener claro que, por lo menos en el corto plazo, no vamos a volver a lo que teníamos antes. Por un tiempo, que podría ser largo vamos a vivir un estado excepcional, con comportamientos de distanciamiento social, ajenos a nuestra naturaleza gregaria de seres humanos. Pero no tengo dudas que tarde o temprano, ya sea porque el virus contagió a todos los que tenía que contagiar o porque se encontró una cura, volveremos a la normalidad y volveremos a tener el privilegio de abrazar y besar a nuestros padres, de tomar una cerveza junto a nuestros amigos y reírnos en vivo y en directo.
Santa Cruz de la Sierra, 12/04/20
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