Javier
Paz García
En
Bolivia rige un sistema de salud pública donde las empresas y sus empleados
están obligados a afiliarse a ciertas cajas de salud. En general todas las
cajas dan una atención mala, obligando a los pacientes a hacer largas colas,
esperas interminables, poca información y otras molestias propias de todo lo
que está en manos del Estado. El gobierno, por una coyuntural mala relación con
una de las cajas y a manera de amenaza, ha propuesto que la afiliación sea
libre, pero el concepto de “libre” que utiliza es bastante restringido. El
gobierno propuso que las personas puedan decidir a cual caja afiliarse dentro
del sistema de cajas públicas. Es decir el gobierno pretende dar al ciudadano
la opción de cambiar de una caja de salud pública que en general es mala, a
otra que también es mala, aunque tal vez no tanto.
Una
verdadera libertad de elegir consistiría en que el ciudadano pueda elegir si
asegurarse o no, y si desea asegurarse, que pueda elegir entre los diferentes
sistemas públicos y privados existentes. Si el Estado tratara a los ciudadanos
como personas libres y adultas, entonces tendría que dar la potestad a cada uno
de elegir lo que considera que más le conviene. Pero el Estado no trata a los
ciudadanos como ciudadanos, sino como vasallos a quienes tiene que cuidar y
quienes tienen que obedecer. Y aunque hay muchas personas que se sienten
felices de ser tratadas como vasallos, tal actitud no deja de ser un abuso y
una violación del derecho de cada persona a ejercer su libertad en algo tan
personal y privativo como la salud de uno mismo.
¿Por
qué hace esto el Estado? ¿Por qué infringe el derecho supuestamente inalienable
de elegir y obliga a algunos (porque no todos pueden acceder a estas cajas) a
afiliarse? Una posibilidad consiste en que quienes dirigen el Estado se
consideran más inteligentes que el resto de la población, y por tanto mejor
capacitados para decidir sobre la salud de Juan Pérez que el mismo Juan Pérez.
Otra opción más maquiavélica, es que a quienes manejan el Estado les gusta el
poder, y el poder se consigue solo a costa de reducir la libertad de los
ciudadanos; así la forma de aumentar el poder del Estado consiste en abarcar
cada vez más áreas de la acción humana y reducir la libertad de los ciudadanos
para elegir. Ambas opciones, la primera con su tinte paternalista y
bienintencionado como la segunda con sus intenciones egoístas y malsanos tratan
a la persona como un vasallo o instrumento de quienes manejan el Estado.
Recuperar
nuestro derecho a elegir es una de las tareas más urgentes como ciudadanos.
Santa Cruz de la Sierra, 19/02/17
http://javierpaz01.blogspot.com/
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