Javier
Paz García
La
vida, la libertad y la propiedad privada son derechos naturales de las
personas. Bajo el principio de que todos somos jurídicamente iguales, nadie
tiene el derecho de quitar la vida, dañar la integridad, conculcar la libertad
o usurpar la propiedad de otros.
En
general, el enunciado anterior es aceptado, en teoría, por casi todo el mundo.
En la realidad, ningún Estado lo respeta y una de las formas más creativas para
infringir los derechos humanos es multiplicar los derechos humanos. Entonces
tenemos el derecho al trabajo, los salarios mínimos y los aumentos salariales,
cuya aplicación práctica se traduce en la inamovilidad laboral y transmutación
de una relación laboral que por principio debería ser mutuamente voluntaria en
una imposición obligatoria para una de las partes. Tenemos el derecho a la
salud y a la educación, cuya instrumentalización se traduce en aumentos de
impuestos para los contribuyentes, regulaciones excesivas al sector privado de salud
y educación a cambio de unos servicios públicos altamente deficientes. Nuevamente
el derecho a la salud se instrumentaliza como la potestad del Estado para
decidir por nosotros si podemos consumir drogas, tabaco, bebidas azucaradas y
otros alimentos. Tenemos la tergiversación del derecho a la vida, como una
prohibición a los ciudadanos de poseer armas, dejándolos indefensos frente a
los Estados totalitarios. O la “democratización de la prensa” que bajo el
argumento de que de alguna manera los medios privados restringen el derecho a
la libre expresión permite al Estado a controlarlos, cooptarlos y violar la
libertad de expresión.
Con
la proliferación de “derechos humanos” los Estados tienen una justificación
inmejorable para asumir cada vez más roles dentro de la sociedad, desde moldear
la dieta de los ciudadanos, hasta controlar las mallas curriculares para
ideologizar a los estudiantes, todo bajo un aura de benevolencia. El comunismo
fue un régimen brutal, vestido de benevolencia y la proliferación de falsos
derechos humanos tiene mucho de eso.
Los
Estados siempre han sido los mayores violadores de las libertades individuales;
hoy lo siguen siendo, pero como ser abiertamente un dictador es cada vez menos
aceptable, un instrumento muy conveniente para asumir cada vez más poderes y
conculcar las libertades de los ciudadanos es convertir todo en un derecho
humano, que por tanto tiene que ser garantizado por el Estado y que por tanto
tiene que estar bajo la tutela del Estado. Hoy una de las mayores amenazas a
los verdaderos derechos humanos son los derechos humanos.
Santa Cruz de la Sierra, 12/02/17
http://javierpaz01.blogspot.com/
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