Javier
Paz García
El
éxito de una sociedad debe medirse por la calidad de vida de sus habitantes. El
mundo hace mil años tenía una distribución de ingresos mucho más igualitaria
que ahora y sin embargo pocos se atreverían a afirmar que aquellas sociedades
eran mejores que las actuales. Hace mil años la gran mayoría de la población
era muy pobre y solo una pequeñísima casta aristocrática tenía un nivel de vida
un poco superior al resto; en una sociedad donde más del 90% de la población
era pobre, prácticamente no existía desigualdad. La revolución industrial y
tecnológica junto al paradigma liberal que desvalorizaba a las castas
aristocráticas y valorizaba el esfuerzo, la creatividad individual y los
derechos humanos fueron la génesis y el motor del desarrollo económico y
tecnológico del cual nosotros somos beneficiarios.
Hace
1000 años la riqueza estaba determinada por el apellido y la movilidad social
era casi nula. Hoy los millonarios de los países capitalistas son en muchos casos
personas cuyos padres, abuelos o bisabuelos eran pobres o de clase media. La
calidad de la salud, educación, alcantarillado, agua potable y hasta el
refrigerador de un albañil en Luxemburgo serían la envidia de un príncipe
medieval. Una sociedad con gran desigualdad de ingresos donde la mayoría puede
ganar lo suficiente para alimentar a su familia adecuadamente y darle salud,
educación y ciertas comodidades es preferible a una sociedad donde todos son
igualmente pobres. La desigualdad es una consecuencia casi ineludible del
desarrollo capitalista, pero la desigualdad no es intrínsecamente ni buena ni
mala. Lo que la historia demuestra es que la lucha contra la desigualdad es
conducente al estancamiento económico, la pobreza, y a los abusos de una casta
política casi todopoderosa. ¿Acaso la experiencia comunista en la Unión
Soviética, China, Cuba y varios otros países no son ejemplo de ello? ¿Acaso
estos experimentos, cuyo ideal máximo era la igualdad, no fueron nefastos y
reprochables? ¿Acaso la ola populista actual con sus Estados plurinacionales y
socialismos del siglo XXI y sus políticas de igualar para abajo no son otro
ejemplo de lo contraproducente de la lucha contra la desigualdad?
Santa Cruz de la Sierra, 29/03/15
http://javierpaz01.blogspot.com/
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