Javier
Paz García
Siempre
me molestó que a los pobres se los tilde de humildes o que las palabras
“pobreza” y “humildad” se las utilice como sinónimos. Pobreza es la carencia de
algo, mientras que la humildad es una virtud, por lo tanto equiparar la
carencia de dinero con una virtud del espíritu es un error conceptual. Y por
supuesto, la falta de dinero no es la única forma de pobreza que tiene el
hombre: también hay pobreza mental, pobreza espiritual, pobreza de criterio,
pobreza de amor, pobreza de felicidad. Sin lugar a dudas que la escasez de
bienes materiales no es la peor de las pobrezas.
Claro
que hay pobres de bienes materiales que también tienen la virtud de ser
humildes, sencillos y modestos, como también existen quienes teniendo mucho
dinero, tratan a todas las personas con respeto y dignidad; esos adinerados
también son humildes. Hay también quienes siendo pobres son sumisos y zalameros
pero que al verse privilegiados con más riqueza que sus vecinos se convierten
en farsantes, prepotentes y abusivos. Estos no eran humildes por ser pobres ni
perdieron la humildad por ser ricos, sino que nunca poseyeron tal virtud; son
los acomplejados que valoran a la gente y se valoran a sí mismos en función a
la plata que tienen y que pueden ostentar.
Lord
Acton escribió que el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe
absolutamente. Para quien carece de virtudes como la humildad, el poder es un
elixir que inevitablemente saca a relucir la pobreza de su espíritu. Es sin
dudas el caso de quien fue calificado por sus serviles y aduladores acólitos
como la “reserva moral de la humanidad”: un indio puro, incorrupto y noble,
ajeno a la malicia y la decadencia de la cultura occidental, tal como lo había
imaginado Jean Jacques Rousseau; una persona con tanto sentido de
responsabilidad que descuidaba a sus propios hijos por servir a la patria (o
servirse de ella); un ser humano tan magnánimo que ante la afrenta no puso la
otra mejilla sino un rodillazo entre las piernas; un hombre con tanta humildad
que no se ata en público las trenzas de sus zapatos y tiene a disposición a un
miembro de su séquito para tal labor.
Discreparé
con sus lisonjeros, pero Evo Morales no es ni reserva moral de la humanidad, ni
espuma de plata. No es ni siquiera un personaje novedoso, ya que la incultura,
la prepotencia, la egolatría, el abuso y la sed de poder han sido
características de incontables mandatarios, caudillos y dictadores.
Santa Cruz de la Sierra, 30/08/15
http://javierpaz01.blogspot.com/
1 comentario:
Javier, que verdad tan grande la que dices, hoy en dia en el comezón de oír, ponemos cualquier ídolo de barro por dios:::
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