Javier
Paz García
Los
resultados del censo han generado tensiones en el país y entre regiones porque
en base a ellos se redistribuyen recursos de coparticipación tributaria y los
escaños en la cámara de diputados. Existen dos posturas por las cuales una
región puede protestar la nueva redistribución: la primera en base a exigir
justicia, equidad y credibilidad de los datos y la segunda en base a tratar de
mantener un privilegio a costa de otras regiones. Quienes ponen en dudas los resultados
del censo, porque creen que ha existido un manoseo político y un deficiente
manejo técnico en su elaboración y piden que se elabore un nuevo censo, pues
piden algo justo. Quienes simplemente rechazan el censo porque los resultados
no les son favorables, están pidiendo que se cometa una injusticia y se privilegie
a ciertas regiones a costa de otras. Quienes piden que los recursos y los
escaños parlamentarios se repartan proporcionalmente de acuerdo al número de
habitantes piden algo justo y correcto. Quienes protestan porque perdieron
representación parlamentaria, protestan en realidad contra la democracia misma,
cuyo principio básico es que el voto de cada ciudadano debe valer lo mismo.
Aquí
vale la pena repudiar el accionar del órgano electoral que ha realizado una
redistribución de escaños adicionando variables económicas a la fórmula. Y no
debería decir “formula”, porque tal palabra implica que existe un criterio que
no varía con el tiempo y que al introducir las mismos datos siempre dará el mismo
resultados. Pero sabemos que esto no es así, que hubo consideraciones políticas
que empañan el carácter técnico que debería tener este órgano del Estado. El
privilegiar a regiones más pobres con mayor representación parlamentaria
equivale a decir que en términos de peso político el voto de un ciudadano pobre
vale más que el de uno rico. Este planteamiento, desde la perspectiva de una
democracia moderna es tan aberrante como decir que el voto de un rico vale más
que el de un pobre. Un principio democrático es que el voto de cualquier
ciudadano vale lo mismo y que todos son iguales ante la ley. El accionar del
órgano electoral y del parlamento viola este principio, discriminando en base a
la riqueza económica de las regiones. Por cierto este esquema castiga el éxito
y el crecimiento económico con una menor representación parlamentaria y premia
la pobreza y el subdesarrollo, algo bastante habitual en gobiernos de tendencia
socialista como el actual.
Santa Cruz de la Sierra, 29/09/13
http://javierpaz01.blogspot.com/
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