Javier
Paz García
Si
los seres humanos fueran unos ángeles, entonces no se necesitaría de gobiernos
y la utopía anarquista sería la mejor forma de organización política. Si los
seres humanos fueran malvados, los
Estados tendrían que funcionar como cárceles, controlando a todas las personas.
No es casual que el socialismo, tanto en la concepción teórica marxista, como
en la práctica de los países que lo implementaron desde la formación de la
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas hasta la Cuba y la Venezuela de hoy
se parezcan más a una cárcel que a otra cosa. Ser liberal requiere de un grado
de confianza en la nobleza del hombre, aunque también reconociendo su
propensión a ser injustamente parcial en beneficio propio; en cambio el socialista
es necesariamente un pesimista que considera que si no hay un Estado policiaco,
los seres humanos se matarán y abusarán entre ellos.
Pero
si los hombres son fundamentalmente malos y deben ser controlados y reeducados
para formar al “hombre nuevo” de la utopía socialista, entonces surge la
interrogante de quiénes serán los gobernantes. Porque a fin de cuentas, los
gobernantes también son personas. La solución socialista es suponer que existe
un minúsculo grupo de hombres nobles, exentos de intereses personales,
absolutamente entregados al bien común, y además de una sabiduría tal que saben
precisamente en qué consiste el bien común y pueden llevar a cabo las acciones
para lograr lo mejor para la sociedad. Este grupo (un par de centenas tal vez)
debe decidir el destino de una nación y controlar la vida de millones de
personas.
La
historia no es para nada favorable al cuento de hadas socialista. Ninguna otra
forma de gobierno ha matado más gente y los países que siguieron la senda
socialista (Rusia, China, Corea del Norte, Alemania Oriental, Cuba, por citar
algunos) no solo que no prosperaron, sino que retrocedieron económicamente y
además destruyeron la libertad y la dignidad de sus habitantes.
Como
dijo Winston Churchill: “Nadie pretende que la democracia es perfecta o
infalible. De hecho se ha dicho que la democracia es la peor forma de gobierno
con la excepción de todas las otras formas que se han intentado cada cierto
tiempo”. La elección de las autoridades es una condición necesaria para dar legitimidad
a un gobierno, pero no suficiente. Hay que seguir perfeccionando mecanismos
para que los gobernantes democráticamente elegidos no cometan abusos de poder.
Santa Cruz de la Sierra, 28/05/17
http://javierpaz01.blogspot.com/
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