Javier Paz
García
Los
seres humanos buscamos nuestro bienestar. En la economía de mercado, la forma
de satisfacer nuestras necesidades es cooperando y satisfaciendo las
necesidades ajenas; y satisfacemos las necesidades ajenas porque conviene a
nuestro propio interés. Como dijo Adam Smith, “no es por la benevolencia del
carnicero, del cervecero y del panadero que podemos contar con nuestra cena,
sino por su propio interés”. El agricultor siembra para mejorar su condición
económica, pero al hacerlo también ayuda a quienes demandan su producto. El
trabajador asalariado cumple con los horarios de trabajo y hace sus labores
responsablemente porque quiere mantener su puesto y en lo posible escalar
profesionalmente, precisamente buscando su propio interés. El ama de casa que
rebate los mercados buscando las verduras más frescas y baratas, lo hace porque
tiene su propio interés en mente, y nunca se le ocurriría comprar un tomate
podrido por benevolencia hacia el vendedor. Y la que le vende los tomates no lo
hace por un deseo filantrópico de alimentar a la población, sino de procurar su
propio sustento y el de su familia.
Nuevamente
citando a Smith “Ahora bien, como cualquier individuo pone todo su empeño en
emplear su capital en sostener la industria doméstica, y dirigirla a la
consecución del producto que rinde más valor, resulta que cada uno de ellos
colabora de una manera necesaria en la obtención del ingreso anual máximo para
la sociedad. Ninguno se propone, por lo general, promover el interés público,
ni sabe hasta qué punto lo promueve. Cuando prefiere la actividad económica de
su país a la extranjera, únicamente considera su seguridad, y cuando dirige la
primera de tal forma que su producto represente el mayor valor posible, sólo
piensa en su ganancia propia; pero en este como en muchos otros casos, es
conducido por una mano invisible a promover un fin que no entraba en sus
intenciones. Mas no implica mal alguno para la sociedad que tal fin no entre a
formar parte de sus propósitos, pues al perseguir su propio interés, promueve
el de la sociedad de una manera más efectiva que si esto entrara en sus
designios. No son muchas las cosas buenas que vemos ejecutadas por aquellos que
presumen de servir sólo el interés público. Pero ésta es una afectación que no
es muy común entre comerciantes, y bastan muy pocas palabras para disuadirlos
de esa actitud”.
Smith
explica magistralmente como la búsqueda del interés particular de los actores
económicos promueve el bien común, sin que nadie tenga la intención de hacerlo
y como paradójicamente quienes dicen promover el bien común (los políticos) son
a menudo los que más daño le hacen a la sociedad.
Santa Cruz de la
Sierra, 09/05/12
http://javierpaz01.blogspot.com/
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