Javier Paz García
Es preocupante que regímenes totalitarios tengan y mantengan el apoyo de significativos sectores de la población, incluso cuando sus intenciones antidemocráticas se vuelven evidentes. El pueblo venezolano por ejemplo, luego de más de diez años del gobierno de Hugo Chávez, no puede pretender desconocer las intenciones totalitarias del caudillo. Los venezolanos tampoco pueden argumentar que no tuvieron la oportunidad de sacarlo democráticamente. Ahora que el país es un desastre económico y un infierno político por culpa de Hugo Chávez, el pueblo va a pagar los pecados de su propia ignorancia. Lo triste es que los primeros en sufrir las consecuencias nefastas del régimen son precisamente quienes se oponen al régimen. Los primeros en perder sus fuentes de trabajo no son los que votaron por el régimen, sino quienes no votaron por este. Los primeros exiliados y presos políticos no son los irresponsables que apoyaron el régimen, sino quienes hicieron un intento por combatirlo. Al final, la ausencia de oportunidades económicas, de derechos políticos, de libertad de expresión termina pasando la factura a todos, con excepción de unos cuantos burócratas privilegiados y sus amigos (lo justo sería que cada uno asuma el costo de sus decisiones y quienes votaron por un gobierno centralista y estatista sean los primeros en sufrir confiscaciones de bienes y ver sus derechos civiles reducidos).
La desastrosa situación de Venezuela no es la única en Sudamérica, similar camino siguen Ecuador y Bolivia, donde se ha quebrantado el Estado de Derecho ante la pasividad y complicidad de la mayoría de la población. Y en estos países la población también tuvo la oportunidad de poner un freno democráticamente a las intenciones totalitarias de los caudillos y prefirió reiterarles el apoyo. Ahora que mediante el amedrentamiento, el miedo y el atropello controlan casi todos los órganos del Estado, será muy difícil detener a estos regímenes totalitarios. Tal vez la única forma de librarse de estos caudillos sea esperar a que dejen en la quiebra económica a sus respectivos países, algo que puede tardar muchísimo tiempo. Y ni aun esto garantiza la salida de los caudillos, como lo demuestra el caso de Cuba que lleva 51 años en las manos de dos hermanos irresponsables, verdaderos genios para acumular poder pero absolutamente ineptos para generar prosperidad.
A menudo escucho a personas repetir como loros que “la voz del pueblo es la voz de Dios” o que “el pueblo nunca se equivoca”, frases sin sentido que son probadas falsas por los casos de Venezuela, Bolivia y Ecuador. Pero la moraleja de estos casos no es – no debe ser – que la democracia no sirve. La democracia es una condición necesaria para que exista libertad, paz y estabilidad. Pero la democracia no es suficiente, sino que el Estado y la sociedad civil deben crear instituciones fuertes e independientes que pongan límites a los gobernantes y permitan un verdadero equilibrio de poder. Eso faltó en estos países, y será una tarea pendiente para el futuro, para que una vez estos caudillos nefastos se hayan ido, no volvamos a resucitarlos.
Santa Cruz de la Sierra, 02/08/10
sábado, 7 de agosto de 2010
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