Sábado 14 de abril
Manizales, Colombia
20:20
Tanto que contar. Comencemos por Medellín. La ciudad es muy linda. A 1500 metros sobre el nivel del mar, su clima es muy agradable. Por tal motivo se la llama la ciudad de la eterna primavera. La plaza Botero tiene un edificio ajedrezado y por supuesto, las esculturas de Botero. Al frente está el Museo de Antioquia que es también un homenaje a Botero, tanto a su arte como a su generosidad ya que él donó una gran cantidad de obras. Subí hasta Santo Domingo en el teleférico donde se ven los barrios pobres de la ciudad. Allí, a los techos de calamina les ponen piedras y objetos pesados para que no se vuelen. Una señora que bajó con nosotros en el teleférico nos contó sobre la violencia en esos barrios hace 5 años. Dijo que si la guerrilla no controlaba los barrios, entonces pandillas de jóvenes lo hacían (me hizo recuerdo a la película Cidade de Deus). Dijo que no era raro salir a trabajar en las mañanas y encontrar 3 ó 4 muertos en la calle.
Me hospedaron Alba y Enrique, tíos de Gustavo. También me trataron como parte de la familia. Anoche me llevaron a un boliche donde comí negra (morcilla), tomé ron Medellín de 8 años y vi un espectáculo al vivo de tangos, rancheras, pasos de caballo, un cantante travesti, y otro grupo más. Tuve que demostrar mis habilidades ´bailísticas´ con Gloria, la sobrina.
La biblioteca de Empresas Públicas es de primera y esas bolsas para dormir me parecieron fenomenales. Medellín por su tamaño, arquitectura, infraestructura, parques y clima es ideal para vivir. Eduardo me llevó al pueblito Paisa que es como un museo para representar a los pueblitos tradicionales de la región. Ahora estoy en Manizales en la casa de Don Guillermo, un amigo de don Héctor Rodríguez, el papá de Ángela, una amiga y ex-colega. No deja de asombrarme la hospitalidad de la gente. Hoy me preguntaron que fue lo que más me gustó de mi viaje y respondí que la hospitalidad y el cariño con el que he sido recibido en todas partes. Lo que voy a contar a continuación me parece una historia extraordinaria y muestra el lado más bonito del ser humano:
Cuando llegué a Caracas me recogió el papá de Adrián, el novio de mi prima en Atlanta. A Adrián lo he visto 2 veces en mi vida y a su papá nunca hasta el día que nos encontramos en el aeropuerto a las 11 de la noche. Fue a recogerme tarde en la noche, me pidió que me sienta como en mi casa, y me invitó a desayunar al día siguiente (no me olvido de ese delicioso jugo de naranja con sabor a jugo de naranja) y me llevó a la casa de la mamá de Antonieta, una amiga que trabajaba en la misma compañía mía en Estados Unidos. En la casa de Antonieta, su hermano y esposa se mudaron temporalmente para que yo ocupe esa habitación. Viajé a Maracaibo y a las 7:30 de la mañana fue a recogerme John Segundo Vargas, un amigo de Antonieta. Al final no pasé la noche en Maracaibo, pero John me ofreció una habitación y la intención es lo que cuenta. Además me mostró la ciudad, me invitó el almuerzo y me llevó a la estación. Mi siguiente punto fue la bellísima Cartagena de Indias y allí me quedé con la familia de Gustavo Gómez, un gran amigo de Arkansas. Me trataron como a un huésped ilustre. La mamá de "Gustavito" estaba siempre atenta a que no me dé hambre y fue mi compañera de paseo al castillo San Felipe y a las islas del Rosario. Los hermanos Freddy, Juan Carlos y Diana me sacaron a pasear por la ciudad y me querían invitar de todo. La última noche me invitaron a "La Langosta", un restaurante de lujo. Antes de partir me dejaron las puertas abiertas para cuando desee volver. En Medellín me recibieron Alba y Eduardo, tíos de Gustavo. Acá fue lo mismo: me dijeron que me sienta en casa, me llevaron a pasear, querían invitármelo todo y me pidieron que me quede un tiempo más en Medellín. Eduardo contactó a su hermana en Quito para preguntarle si podía darme hospedaje, así que ya tengo casa en Quito. Hace unos días recibí un email de Ángela Rodríguez, una amiga y colega de Arkansas. En el email me decía que yo tenía que conocer Manizales y me daba el teléfono de su papá, Don Héctor. Ella me había dicho que su papá era bacano y que me iba a caer bien. Tengo que estar en desacuerdo ya que el señor es una berraquera de bacano y me cayó excelente. Don Héctor fue a recogerme a la terminal, me invito 2 cafés en Juan Valdez, me mostró su casa y se excusó de no poder darme hospedaje por estar en pleno traslado. Es tan hospitalario el colombiano que Don Héctor parecía con vergüenza de no poder hospedarme, y se excusaba una y otra vez, casi como si fuera obligación suya hacerlo. Y es que para el colombiano la hospitalidad es una obligación. En el café don Héctor se encontró con Don Guillermo y su hijo Juan Carlos. Charlamos un poco sobre mi travesía, política latinoamericana y sobre Colombia. Terminé hospedado en la casa de Don Guillermo. En unos días parto para Popayán y allí me espera Juan Miguel Angulo, hermano de mi amigo y ex-colega Andrés.
Las personas que me han abierto sus puertas y sus brazos no me conocían, no me deben absolutamente nada, no esperan nada a cambio de su hospitalidad (aparte de que me lleve un buen recuerdo de ellos y sus países) y tal vez no me vuelvan a ver. Y sin embargo han hecho los mayores esfuerzos para hacerme sentir a gusto y para ayudarme en mi viaje. El cariño que me han brindado es el mejor recuerdo. Leí hace unos días que la gratitud es la memoria del corazón; entonces mi corazón está lleno de memorias. Estoy eternamente agradecido con todos ellos, siempre los voy a recordar y quiero decirles que tienen un amigo y una casa en Bolivia.
viernes, 20 de abril de 2007
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