Javier Paz García
Caracas está rodeada de cerros, es extensa, caótica y llena de vegetación. Podría ser llamada la ciudad de los jugos de fruta ya que todo local vende una gran variedad de jugos tropicales. En los cerros y zonas periféricas de la ciudad están los “ranchitos”, barrios pobres donde las casas son diminutas, amontonadas y pueden estar hechas hasta de cartón. El centro de la ciudad es desafortunadamente un mercado invadido por vendedores callejeros llamados buhoneros. La gasolina es prácticamente gratis; un dólar es suficiente para llenar un tanque. Existe control cambiario pero los cambistas abundan en la ciudad; en un mismo día encontré gente dispuesta a cambiarme desde 4.500 hasta 3.800 bolívares por dólar. El cambio oficial está por debajo de los 3.000. Tanta diferencia y variabilidad indican mucha especulación y fuertes presiones inflacionarias.
En lo político la sociedad venezolana está dividida en 2 campos de guerra: los chavistas o rojos y los no-chavistas u opositores. Saber a que grupo pertenece la gente es asunto de interés permanente y no es infrecuente que alguien de un bando no le dirija la palabra a personas del otro bando, incluso en una misma familia. La división entre chavistas y opositores no es necesariamente aquella entre ricos y pobres; un mototaxista que usé, al ver que llevaba una polera de la selección de Bolivia hizo un comentario sarcástico sobre cuan bien estaba mi país con toda la plata que Chávez le regalaba. Le pregunté que opinaba de Chávez y me dijo que estaba destruyendo Venezuela. Escuché la palabra “corrupción” innumerables veces, de casos donde chavistas que hace unos años no tenían donde caerse muertos ahora viven en mansiones y andan en carros lujosos. Escuché de purgas en el gobierno donde todo aquél que es opositor no tiene acceso a ningún puesto, proyecto o licitación. El ciudadano que firmó para lograr el referéndum revocatorio contra Chávez no puede ni soñar en trabajar en el sector público o empresas estatales. Escuché de casos de impunidad que hacen pensar que en Venezuela no manda la Constitución, mandan los chavistas. Algo que vi con mis propios ojos fue el culto al líder. El rostro de Chávez se lo puede ver en todas partes de Venezuela, en Caracas en cada esquina, en gigantografías, pintado en las paredes, y hasta en poleras, (algo que yo nunca había visto, por lo menos en épocas no-electorales). Su programa “Aló presidente” aparece por tele 2 veces por semana y por radio otras 2 y dura entre 3 y 6 horas, entonces, ¿en que rato trabaja el señor Chávez? Además, me cuentan que el programa es obligatorio para todo chavista y funcionario público ya que ahí manda directrices políticas y administrativas. En Venezuela es pecado ser opositor, y la disensión no es bienvenida, prueba de ello es la intención del gobierno de cerrar RCTV, el canal de televisión más antiguo de Venezuela. Algo curioso es que la línea aérea estatal tiene vuelos directos a Teherán y Damasco. No imagino muchos turistas tomando esa ruta, entonces me pregunto ¿qué llevan y que traen esos aviones? Dudo que vuelen vacíos.
El venezolano es alegre, rumbero, y como lo he vivido en carne propia, muy hospitalario. El país es de gente y clima cálidos, como solo los hay en el caribe.
Manizales, Colombia, 16/04/07.
El Deber, 20/05/07.
lunes, 16 de abril de 2007
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