Javier
Paz García
Según
el Larousse la palabra “crítica” significa 1. Arte de juzgar una obra artística
o literaria. 2. Cualquier juicio o conjunto de juicios críticos sobre una obra
artística. 3. Conjunto de los que se dedican profesionalmente a emitir estos
juicios. 4. Acción de criticar, censurar. 5. Murmuración. 6. En Filosofía.
Parte de la lógica que estudia los criterios de verdad.
La
crítica es por lo tanto algo maravilloso, es un elemento indispensable en el
perfeccionamiento de los razonamientos lógicos y en la búsqueda de la verdad.
Sin embargo en Bolivia la palabra crítica tiene un sentido peyorativo de
censura, de reprobación. Criticar los planteamientos de alguien en este país es
considerado como una afrenta a la persona y sirve para ganar su enemistad. Y
para no ganar enemigos, la mejor “crítica” de una obra, ensayo o artículo de
opinión que uno puede dar es decir que es excelente y que no hay nada que
mejorarle. Pero la crítica, la buena crítica no tiene nada que ver con los
odios o simpatías que uno sienta hacia otra persona, sino simplemente con la
coherencia y verdad de los planteamientos. La crítica enriquece a quien la
hace, a quien la recibe y al público que participa como oyente o lector. Pero
para beneficiarse de la crítica la persona debe tener un espíritu crítico. Es
decir, como enseña Karl Popper, debe entender que nuestras “verdades” deben
estar continuamente sometidas al análisis y que mediante este proceso es
posible que descubramos que tal vez no todas son verdades. En tal sentido el
mayor crítico de uno debería ser uno mismo. Jorge Luis Borges decía que “toda
persona que es sincera y meditativa no puede no cambiar; solo no cambian los
políticos.” La meditación, la autocrítica y la crítica ajena nos obliga a
cambiar, a veces de a poco, otras de forma radical. Solo el espíritu acrítico
permanece inmutable como una piedra.
Tristemente
la autocrítica no es una de nuestras virtudes nacionales, y por supuesto que
tampoco somos buenos recibiendo la crítica ajena. Por ello, no sabemos debatir
ideas, sino lanzar insultos; no sabemos desmenuzar argumentos, sino gritar más
fuerte que el adversario circunstancial; somos incapaces de debatir respetuosa
y encarnizadamente sobre algo en lo que estamos en desacuerdo y luego tomarnos
un café como buenos amigos. Tenemos una pobrísima cultura crítica.
Santa Cruz de la Sierra, 02/03/14
http://javierpaz01.blogspot.com/
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