Javier
Paz García
Existen
centenares de revistas e informes sobre la riqueza y su distribución en el
mundo. A menudo tales reportes vienen con gráficos en forma de pirámide
mostrando en la punta a un pequeñísimo número de personas como dueños de las
mayores riquezas, mientras en el fondo, se representa a la gran mayoría, en la
pobreza.
Sin
decir que tales estadísticas sean erróneas, considero oportuno acotar que tal
concepto de riqueza es bastante limitado ya que no mide lo más valioso que
tenemos. Si consideramos que la mayoría de las personas buscamos ser felices y
que poco a nada nos da una felicidad más grande y más plena que dar y recibir
amor, entonces fácilmente podemos notar la falacia de esos gráficos piramidales
que clasifican la riqueza de acuerdo a quien tiene más bienes y dinero.
Sin
lugar a dudas, la acumulación de bienes materiales es importantes, ya que nos
da comodidad, pero de ninguna manera nos da felicidad. Prueba de ello es que
los matrimonios que fracasan o las malas relaciones entre padres e hijos
suceden tanto entre personas adineradas como en personas de escasos recursos. Y
a menudo famosos y multimillonarios caen en terribles estados depresivos o
abusos de drogas que los llevan hasta la muerte… y no falta quien piensa que
“se deprimió teniendo tanto dinero” ¡como si el dinero fuera el remedio para la
infelicidad! Y es que los adinerados no
son tan ricos como indican las estadísticas ni los pobres son tan pobres.
El
valor de un almuerzo familiar no está determinado por el costo de los alimentos
ingeridos, sino por la oportunidad de compartir con los seres queridos.
Prefiero comer un simple guiso de fideos en una casa alegre que un filet mignon
en un ambiente que exhala odio y resentimiento. Lo más valioso de un almuerzo
es la compañía.
Y
si amar y ser amado es lo que nos hace ricos, pues nuestra mayor riqueza
seguramente está en el amor más incondicional y abnegado que existe, aquél que
antepone todo (incluso a uno mismo) a un segundo plano: el amor de los padres
por los hijos. Quien recibe el amor de sus hijos no puede sentirse pobre y quien
tiene el privilegio de acariciar y besar a sus hijos no tiene por qué no
sentirse rico ¡Hoy felicidades a los papás en su día! Y mañana (y siempre)
sigamos disfrutando de nuestra mayor riqueza…
Santa Cruz de la Sierra, 16/03/14
http://javierpaz01.blogspot.com/
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