Javier Paz
García
Aristóteles
definía al ser humano como un animal político y con toda razón. El hombre es un
ser gregario, que vive en sociedad. La política versa sobre la forma de
organización de una sociedad y la toma de decisiones colectivas. Por tal
motivo, todo individuo, como miembro de la sociedad, tiene un legítimo interés
en la política. Votar en elecciones, informarse o participar en partidos
políticos o instituciones civiles son muestras de dicho interés.
La
democracia es un sistema político en el cual los gobernantes son elegidos por
voto popular y donde cualquier persona tiene el derecho a postularse a cargos
públicos. En países democráticos todos los ciudadanos tienen garantizados ciertos
derechos, entre ellos el de opinar libremente sin miedo a represalias por parte
de los gobernantes y realizar actividad política. Por el contrario, en Estados
totalitarios, el legítimo interés a participar en política es negado o truncado
por quienes manejan el poder público. Cuba tiene elecciones, pero solo
participa un partido político, lo cual hace que en realidad no exista elección,
los ciudadanos son privados del legítimo derecho a organizarse en partidos
políticos, no existe prensa independiente y la opinión disidente es castigada
por el aparato represivo del Estado.
Venezuela,
Bolivia, Ecuador y Nicaragua están siguiendo los pasos de Cuba, transitando el
camino hacia el autoritarismo y la dictadura. En estos países hay decenas de
perseguidos, exiliados y presos políticos, el miedo y la autocensura imperan, y
quien se atreve a criticar al régimen o ser parte de la oposición política
sufre el acoso legal y no legal por parte del gobierno. El vicepresidente de
Bolivia, a menudo repite de manera amenazante que los empresarios no deben
hacer política, mostrando claramente una visión antidemocrática, según la cual
la actividad política no es un derecho de todos y cada uno de los ciudadanos
bolivianos. El juicio al periódico El Universo de Ecuador, demuestra que el mandatario
Correa es un autócrata que maneja los otros poderes del Estado a su gusto y que
quien se le oponga o critique, corre el riesgo de perderlo todo, incluso su
libertad.
Otra
forma de promover la autocensura es calificar de “política” la postura de cualquier
institución civil. Si los indígenas, un comité cívico o la Iglesia adoptan una
postura sobre algún tema en particular, no falta un portavoz del gobierno que
los descalifique por adoptar una posición “política”. Para entender la falacia
de este argumento hay que separar la actividad política de la militancia
partidista. Un comité cívico regional por ejemplo, sin lugar a dudas realiza
actividad política en pro de los intereses de su región, simplemente que no lo
hace a través de partidos políticos. Cuando la Iglesia deplora el narcotráfico también
hace política. Si entendemos al hombre como un animal político y a la política,
como parte integral de vivir en una sociedad, hacer política no debe ser una
ofensa, como lo quieren hacer ver los autócratas de turno, para quienes la
política y el poder deben estar reservados exclusivamente para ellos mismos.
Santa Cruz de la
Sierra, 02/03/12
http://javierpaz01.blogspot.com/
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