Javier Paz
García
Lo
más difícil de abordar el tema de la coca, es que ésta se ha convertido en un
símbolo. Para los indígenas de occidente ha pasado a ocupar un lugar sagrado y
se ha convertido en un símbolo de la lucha por preservar sus propias
costumbres, su autonomía y su autodeterminación frente a un Estado y una
sociedad que se impone sobre ellos. La coca se ha convertido en una bandera de
batalla de los indígenas del occidente contra lo que ellos perciben como las
clases privilegiadas bolivianas, la globalización y el imperialismo, que los
explotan y los discriminan.
Por
otro lado, para los cruceños, la coca también se ha convertido en un símbolo de
la nueva colonización y avasallamiento del oriente por parte del occidente, de
la discriminación, el racismo y el desprecio del actual gobierno hacia la
región. Simboliza también la permisividad del Estado con una actividad (el
narcotráfico) que socaba las instituciones nacionales, incrementa la
delincuencia y amenaza a la juventud.
El
problema de los símbolos, es que por ser elevados al estatus de “sagrados” o de
“malditos”, escapan al análisis racional. Así como una simple tela suscita
reacciones diferentes si tiene los colores de la whipala o si tiene las franjas
verde, blanco y verde, también la coca, suscita sentimientos que son el cúmulo
de experiencias históricas y construcciones sociológicas que van más allá de
las características intrínsecas de la planta misma.
Por ello considero importante diferenciar lo
que la planta es de lo que simboliza, tanto para sus defensores como sus
críticos.
Si
analizamos lo que la planta simboliza, creo que podemos encontrar puntos de
coincidencia entre los anhelos y las frustraciones de los indígenas de
occidente y los cruceños. Por ejemplo, tanto los cruceños como los indígenas
anhelan que el Estado les de mayor autonomía y no se entrometa en sus
costumbres y tradiciones, consideran de que el Estado los ha discriminado y
tratado como ciudadanos de segunda clase, desconfían de la élite política nacional
que los ha manipulado para beneficio propio. Estos anhelos y frustraciones
comunes podrían servir como un vínculo de comunicación para reducir las
desconfianzas y odios construidos por mucho tiempo y exacerbados por los
gobiernos de Carlos Mesa y Evo Morales. Las
élites gobernantes (pasadas y presentes) han sido hábiles en alimentar las
desconfianzas y odios entre oriente y occidente, culpando a los cruceños del
atraso, la discriminación y las vejaciones que los indígenas occidentales
sufrieron de manos de otros. Dependerá de la inteligencia y habilidad de los
propios cruceños escapar de este juego destructivo.
Los
cruceños hemos crecido con el dogma casi religioso de que la coca es mala. Por
ello, es muy difícil para nosotros abordar el tema objetivamente, dejando de
lado las pasiones que el tema genera. Sin embargo considero que si nuestros
líderes pudieran hacerlo, tendrían una fabulosa oportunidad para crear puntos
de acercamiento con los indígenas de occidente, quienes por cierto son muchos
más que los cocaleros del Chapare.
Santa Cruz de la
Sierra, 22/03/12
http://javierpaz01.blogspot.com/
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