sábado, 3 de marzo de 2012

Adiós a Giselle y Hernando


Javier Paz García
Hace apenas unos días nos abandonaron dos personas extraordinarias: la Sra. Giselle Bruun Sciaroni y mi abuelo Hernando García Vespa. Los medios de prensa les han rendido justos honores. Yo voy a aprovechar estas líneas para hacer apreciaciones más íntimas.
La Sra. Giselle era una amiga entrañable y visitante frecuente de la casa de mis abuelos, ahí la conocí. Era una señora alta, vivaz, bien plantada, con unas gafas descomunales y una energía que hacía creer que los años no transcurrían para ella. Su voz era fuerte, como para que nadie a su alrededor se quede sin escucharla y su charla desembocaba ineludiblemente su país y su ciudad. Esta señora, que por su edad y méritos tenía sobradas razones para echarse en una hamaca, llevaba una vida activa, realizando labores cívicas y de beneficencia. Su postrimera gran preocupación fue la granja de espejos; un hogar para rehabilitar a niños de la calle con problemas de drogadicción. La última vez que estuve con ella, contó que la granja de espejos, luego de un arduo trabajo, estaba en condiciones de funcionar, pero que las autoridades locales no estaban dispuestas a hacerse cargo y que para colmo, la Policía Nacional quería adueñarse de los predios. Creo que el mejor homenaje que las instituciones cruceñas pueden hacerle a la Sra. Giselle es hacer funcionar la granja.
Mi abuelo Hernando era otra de esas personas que nunca dejan de tener proyectos y sueños. Se jactaba de ser una persona multifacética: escritor, político, empresario, diplomático, periodista y (lo digo yo) un gran abuelo. De hablar pausado, prudente, claro y bien articulado, era un orador inigualable. Tenía un gran sentido del humor, pero el mismo nunca consistía en dejar en ridículo a otros. A sus 84 años su creatividad y capacidad ejecutiva eran fabulosas y tenía la lucidez mental de un joven de treinta. Era también un hombre de familia que disfrutaba de sus nietos y bisnietos; de uno de ellos, Felipe (de apenas 2 o 3 años), me dijo alguna vez que yo debía incentivarlo a escribir. La naturaleza era parte de su literatura y de su diario vivir y los animales eran otra fuente de felicidad para él.
Mi abuelo vivió una vida plena, realizó muchos de sus sueños, dejó huellas por donde pasó, tuvo una familia a la que amó y que lo amó. Como él mismo dijo: ¡qué más le puedo pedir a la vida! No puedo dejar de agradecer en nombre de toda su familia a las personas que manifestaron su apoyo y solidaridad durante sus últimos días de vida: a los médicos y enfermeras que lo atendieron, a quienes donaron sangre incluso sin conocerlo, quienes ofrecieron su ayuda, a las señoras que no pudieron llegar de Trinidad a su entierro porque había un bloqueo en la ruta, a quienes rezaron por él.
La Sra. Giselle falleció a los pocos días de enterarse que su amigo Hernando estaba en terapia intensiva. Mi abuelo, al morir, no sabía que su amiga Giselle ya nos había abandonado. Ninguno supo del fallecimiento del otro. Tal vez es mejor así.
Santa Cruz de la Sierra, 24/02/12
http://javierpaz01.blogspot.com/

No hay comentarios.: