Javier Paz
García
La
entrada a la adolescencia es un periodo donde uno reclama independencia y
libertad. Es también un tiempo donde uno quiere alejarse de los padres y es
proclive a ser influenciado por malas (o buenas) amistades y a hacer travesuras
que no infrecuentemente bordean en el vandalismo e incluso en la crueldad. Tal
vez por ese motivo mi padre, cuando yo tenía unos 13 o 14 años, se sentó
conmigo a conversar y a darme algunos consejos de vida. Una de las cosas que me
recomendó es que no formar parte de grupos que salen a golpear a homosexuales y
prostitutas; que uno puede no estar de acuerdo con la homosexualidad o la
prostitución, pero tampoco tiene uno por qué maltratar a quienes lo sean. El
consejo de mi padre y su ejemplo de vida me han servido hasta ahora como modelo
de tolerancia. Precisamente la tolerancia consiste en respetar a las personas
con las que no nos sentimos a gusto, a las que no entendemos, con las que no
estamos de acuerdo. Y no puede existir una sociedad pacífica sin que exista
tolerancia entre sus miembros.
Rememoro
esa charla paternal debido a los trágicos hechos acaecidos hace poco en Chile
donde un joven fue golpeado hasta morir por su condición de homosexual y en
Tarija donde otro joven fue golpeado hasta morir por su condición de cruceño.
Es indescriptible la conmoción y la tristeza que me causan estos actos de
barbarismo, intolerancia e insensibilidad humana. No encuentro el sentido de
golpear a un desconocido indefenso que no me ha causado ningún daño,
simplemente por ser de otra región, ideología política u orientación sexual
diferente a la mía. No imagino la pena de los familiares y amigos de estos
jóvenes que han perdido la vida de una forma tan brutal por un motivo tan
tonto.
Y
es que me parece tonto definir a un ser humano por una sola de sus
características. Que una persona sea homosexual, negra, camba o colla, no
impide que sea amable, honesta, bondadosa, trabajadora, inteligente y otros
tantos cientos de atributos que conforman la personalidad y el ser. No sería
sensato rechazar el genio de Leonardo da Vinci por su condición de homosexual,
privarse de la poesía de Pablo Neruda por causa de sus ideas políticas o
despreciar la fabulosa música de los Kjarkas porque sus integrantes son de una
región de Bolivia diferente a la mía.
Creo
que estos hechos tan tristes y tan trágicamente faltos de sentido deben ser
repudiados por todos y castigados con todo el peso de la ley para dar un poco
de paz a los familiares de las víctimas, quienes sufren una pérdida irreparable
y un trauma inolvidable. Y deben servir para que los padres se sienten con sus
hijos y les transmitan valores como la tolerancia y el respeto hacia todas las
personas. Los niños y jóvenes son como esponjas y es muy importante que tengan
cosas buenas para absorber. No hay personas más importantes que los padres para
ayudar a que así sea. Enseñemos la tolerancia y practiquémosla. Solo así vamos
a construir una sociedad mejor donde cada ser humano ejercite su libertad y
respete la libertad ajena y no tengamos que volver a lamentar la pérdida de una
vida inocente por causa de la intolerancia irracional.
Santa Cruz de la
Sierra, 29/03/12
http://javierpaz01.blogspot.com/