Javier Paz García
Un comerciante es un intermediario entre el productor y el consumidor final. La chola que vende papas en un mercado, una autoventa, o el ambulante que ofrece maní y gaseosas en las esquinas son algunos ejemplos de comerciantes.
No es infrecuente escuchar decir que los comerciantes no agregan valor a un producto. O que ser comerciante no es trabajar, ya que lo único que hacen es estar sentados todo el día.
Para refutar esta idea podemos hacer el sencillo ejercicio mental de imaginarnos un mundo sin comerciantes sentados esperando a vender sus productos ni mercados donde comprarlos. En este mundo, si usted quiere un kilo de carne, tiene que ir directamente a un matadero; si quiere un litro de aceite, tiene que ir a una aceitera; para comprar un pantalón tiene que ir a una textilera, y si quiere un pantalón de marca hecho en China, pues tiene que viajar a China. Si quiere una bolsita de maní o una gaseosa, ya no podrá adquirirlas en una rotonda del segundo anillo, sino que tendrá que trasladarse hasta La Paz por su maní y hasta el parque industrial para su gaseosa.
Tomando ejemplos más reales, imaginémonos con un vehículo averiado en un pequeño pueblo del oriente boliviano. No es difícil medir el costo y la molestia que ocasiona que en dicho pueblo no exista un comerciante “sentado todo el día haciendo nada” que nos pueda proveer el repuesto necesario para realizar la reparación del vehículo.
La comodidad y el ahorro de tiempo y dinero son beneficios tangibles de la actividad comercial de personas que están sentadas todo el día, aparentemente sin hacer nada. Pero además los mercados, como el Abasto, los Pozos o la Bolsa de Valores de Nueva York, permiten la competencia entre vendedores, lo en general mantiene precios más bajos y productos de mejor calidad de los que hubiera en una situación de monopolio.
Así como los mercados canalizan productos de los productores hacia los consumidores, los bancos canalizan dinero y por tanto podemos considerarlos una forma de comercio: un banco es una entidad con personas sentadas todo el día recibiendo dinero de unos para prestarlo a otros. Si mañana se cerraran todos los bancos y las personas con necesidad de un préstamo no tuvieran otra opción más que encontrar otra persona con la capacidad para hacer dicho préstamo, la economía del país se desplomaría casi de inmediato. Pues si sacáramos a todas las cholas que se pasan el día entero sentadas en un mercado “haciendo nada” y las pusiéramos a sembrar lo que sea, el desplome de la economía sería similar al de cerrar el sistema bancario.
Santa Cruz de la Sierra, 28/08/09
viernes, 16 de octubre de 2009
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