Javier Paz García
Comienzo a leer la columna “!Ay, qué vergüenza, choy!” (El Deber, 29/04/08) de Paulovich y de una forma extraña me siento transportado a la Roma mitológica.
Comienza Paulovich contándonos que su empleada Winona ha ido a Santa Cruz y que el motivo de ese viaje es preparar su llegada (la de Paulovich) como corresponsal de guerra. Nos comenta el autor que a causa de esta ausencia, su tía Encarna se ocupa de algunas labores de la casa y que cuando una tarde la encuentra lavando su ropa, le dice: “No, pues, tía Encarna, toda mi ropa deberías mandarla a un establecimiento de limpieza que hay aquí cerca, en vez de estarla lavando con tus manos”. A lo que la pariente responde: “Cómo pues vas a mandar a lavar tus prendas íntimas a una lavandería extraña. ¿Acaso no sabes que los trapos sucios se lavan en casa?”. Y de ahí la conversación deriva en los viajes al exterior del Canciller para precisamente sacar los trapitos de los bolivianos al sol… y el relato prosigue de forma paralela y alternada entre el proceso de lavado de ropa y la política boliviana.
Sobre este artículo no me interesa comentar ni el proceso de lavado de ropa, ni la política boliviana, sino su estilo. Primeramente el autor de forma implícita nos cuenta que puede haber una guerra en Santa Cruz (por ello se convierte en corresponsal de guerra); sin embargo este no es el tema de la nota, sino que inmediatamente se pasa a comentar los problemas domésticos que esta situación (la hipotética guerra) genera y que son temporalmente solucionados por su tía Encarna. Y luego se pasa al tema de la ropa que en su casa se acostumbra mandar a un establecimiento de limpieza externo para su lavado, costumbre que es quebrantada por la tía que, por razones de pudor, decide lavar las prendas en casa. Y es a partir de este elemento aparentemente insignificante que se desarrolla la historia y se extrae la moraleja.
La estrategia del autor es presentarnos con una serie de situaciones que nada tienen que ver con lo que quiere decir, pero que son entrelazadas de forma estupenda mediante transiciones brillantes y ocurrentes para luego presentar un punto final, donde todos los elementos aparentemente inconexos tienen sentido. Por ejemplo, nada tiene que ver el conflicto en Santa Cruz con el mensaje y la moraleja de la historia, sin embargo es la partida de la Winona para Santa Cruz el origen de la historia y lo que permite crear esa imagen donde la lavandería se mezcla con la política boliviana mediante la sentencia de “los trapos sucios se lavan en casa”.
Este estilo ameno e ingenioso me recuerda a Ovidio (Sulmona, Italia. 43 A.C.) quien en su Metamorfosis copia a Paulovich y de esa forma, también con suma amenidad e ingenio nos cuenta la historia mitológica del mundo desde el punto de vista romano. El uso exquisito de la transición, mediante la cual se unen y entrelazan historias aparentemente inconexas, el buen sentido del humor y la amenidad de las narraciones hacen que leer el artículo mencionado sea tan divertido como leer Metamorfosis y logran de esa forma una conexión más (tal vez insospechada por el autor): la del autor mismo con el poeta Ovidio y como corolario la de Bolivia con la Roma mitológica. Enhorabuena.
La Paz, 29/04/08
martes, 29 de abril de 2008
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