Javier
Paz García
El
filósofo escocés John Locke (1632-1704) es considerado el padre del
liberalismo, por su extensa obra sobre los límites a los que debe ser sometido
un gobernante y el derecho de los individuos a la vida y a la propiedad. Locke
también escribió una obra abundante sobre la tolerancia. Otros pensadores liberales
como Adam Smith, John Stuart Mill, Friedrich Hayek o Karl Popper o también
escribieron extensamente sobre la importancia de practicar la tolerancia en la
sociedad. Los primeros liberales, aquéllos no conocieron la palabra
“liberalismo” como Locke y Smith, pero que consideraban la libertad como un
valor supremo, propugnaban la tolerancia principalmente refiriéndose a la
tolerancia religiosa, ya que la Europa de su época estaba plagada de guerras
civiles e internacionales por las luchas entre protestantes y católicos. Los
gobiernos de la época declaraban una religión oficial y perseguían sanguinariamente
a quienes profesaren otra fe. Estos pensadores criticaron esta situación,
haciendo notar que el Estado nada tiene que hacer involucrándose en cuestiones
de consciencia y que cada persona tiene el derecho de practicar su fe y sus
creencias sin sufrir persecución.
La
idea de que cada individuo tiene el derecho a practicar sus propias creencias
en la medida en que no haga daño a otras personas es un principio fundamental
del liberalismo. Este principio se sustenta en el valor intrínseco de cada
persona, la dignidad humana y en el derecho que tiene cada individuo de
practicar su libertad y buscar su felicidad. Respetar a nuestros conciudadanos
implica ser tolerantes. Y ser tolerantes es precisamente aceptar creencias y
actitudes que no practicamos o con las que no estamos de acuerdo.
Si
creemos en el derecho de cada individuo a su propia individualidad, y si
creemos en la importancia de practicar la tolerancia en la sociedad, entonces
temas que parecieran controversiales como ser el matrimonio homosexual, dejan
de serlo. La pregunta pertinente referente al matrimonio civil entre personas
de mismo sexo, no es si me gusta o no el homosexualismo o si la mayoría lo
aprueba o desaprueba, sino, si las personas tienen el derecho a decidir de
mutuo acuerdo con quien vivir. La postura liberal es que si dos personas
quieren vivir juntas y quieren hacer ciertos arreglos jurídicos sobre su
patrimonio, herencia, etc., ni el Estado ni la sociedad deberían prohibirlo. No
es una cuestión de gustos, sino de respetar los derechos ajenos y practicar la
tolerancia.
Santa Cruz de la Sierra, 02/02/14
http://javierpaz01.blogspot.com/
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