Javier
Paz García
John
Maynard Keynes, un renombrado economista, dijo que “las ideas de los
economistas y filósofos políticos, tanto si son acertadas o erróneas, son más
poderosas de lo que se cree. De hecho, el mundo no está gobernado por mucho
más. Hombres prácticos, que creen que estar exentos de cualquier influencia
intelectual generalmente son esclavos de algún economista muerto”. Las ideas
importan y que un gobierno pueda, por dar un ejemplo, conseguir apoyo público
para privatizar empresas públicas o confiscar empresas privadas dependerá de
las ideas predominantes en la sociedad.
Por
ello, Mario Vargas Llosa en su visita a Santa Cruz nos ha recordado la
importancia de dar la batalla de las ideas. Hoy el liberalismo es explicado por
propagandistas que no saben nada de liberalismo y que desconfían de la
libertad. Ellos han sido reducido un
riquísimo pensamiento liberal a meras caricaturas infantiles como la del
obeso, explotador y desalmado capitalista o eslóganes vacíos como el de
“capitalismo salvaje”. Incluso muchos, más por ignorancia que por maldad,
limitan el liberalismo solamente a una doctrina económica. El concepto
equivocado de lo que es el liberalismo sumado a una tradición colectivista,
estatista y caudillista hacen que en Latinoamérica esta doctrina no tenga
muchos adeptos.
La
validez de una idea no depende de lo que piense la mayoría. El mundo no deja de
ser redondo, incluso si la mayoría lo cree plano. Y el rol de los intelectuales
no es apoyar lo que crea la mayoría, sino mantener un espíritu crítico y buscar
la verdad. Y si mediante la lectura, el estudio y la reflexión el intelectual
llega a formar ciertas ideas, pues tiene que explicarlas y debatirlas,
procurando el respeto y la tolerancia. Como nos lo advierte Karl Popper, las
ideas pueden estar equivocadas y por ello es también importante que uno esté
dispuesto a analizarlas, debatirlas, rectificarlas e incluso desecharlas si el
caso lo amerita. Tristemente, hoy el debate de ideas es muy reducido. Las
campañas políticas se basan en la prebenda, el insulto y la acumulación de
promesas imposibles y poco se explican los principios y valores que solventan
un programa político.
Para
bien de nuestra sociedad, hay que revertir esta situación y quienes nos
consideramos liberales, debemos estar dispuestos a explicar y defender nuestros
principios. Debemos desmitificar lo que propagandistas, economistas mediocres y
políticos estatistas han dicho del liberalismo. Es un trabajo arduo y lento
pero posible.
Santa Cruz de la Sierra, 26/01/14
http://javierpaz01.blogspot.com/
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