martes, 25 de febrero de 2014

Venezuela no es una democracia


Javier Paz García
Los componentes de un Estado democrático son elecciones, el respeto por los derechos individuales, la separación e independencia de poderes, la sujeción de todos ante la ley y la alternabilidad del poder. En Venezuela existen elecciones, pero no han sido justas, los derechos individuales son vulnerados por el gobierno, no existe independencia de poderes y el oficialismo está por encima de la ley. Entonces no está equivocado quien afirma que Venezuela no es una democracia.
Reymi Ferreira en su artículo La telenovela venezolana (ED, 21/02/14) confunde democracia con elecciones. Efectivamente en Venezuela hay elecciones, pero no es una democracia. Bajo el argumento de Ferreira, el dictador Fidel Castro, quien ganó todas sus elecciones, sería un demócrata. También Hitler ganó elecciones. Pero incluso asumiendo que Maduro haya ganado limpiamente (lo cual es cuestionable), no lo hace un demócrata. El proteger los derechos ciudadanos y aplicar las leyes por igual es un requisito indispensable de un demócrata y ni Chávez ni Maduro cumplieron con ello. El hecho que una mayoría de venezolanos, apoye la vulneración de los derechos civiles y políticos de una minoría, no es un justificativo moral ni jurídico. Un abuso sigue siendo un abuso, aunque todos (menos la víctima) estén de acuerdo en cometerlo.
Ferreira con una simpleza bárbara equipara las protestas de España, Grecia y Brasil con las de Venezuela. En estos países los protestantes pedían el mantenimiento de los beneficios propios de un Estado de Bienestar, pero sus ciudadanos no sufrieron la vulneración de los derechos más básicos, como el derecho a la protesta, a la libre expresión, al debido proceso, como sí sucede en Venezuela. En esos países ningún periodista fue expulsado por el Gobierno ni hubo canales de televisión clausurados. E incluso en lo económico, tampoco llegó a faltar papel higiénico en los mercados. La protesta venezolana pide la restitución de derechos civiles y políticos que ningún gobierno tiene derecho a quitar.
Ferreira, para defender los credenciales democráticos del chavismo dice que Chávez nunca sacó tanques a la calle. Tampoco lo hizo Hitler quien legalizó sus abusos mediante leyes como las de Núremberg y utilizó sus camisas pardas para causar terror entre los disidentes de manera similar a los “colectivos” armados chavistas.
Reymi Ferreira critica la “prensa light” y la información superficial. Nada es más superficial que asegurar que Venezuela es una democracia solo porque hay elecciones.
Santa Cruz de la Sierra, 23/02/14
http://javierpaz01.blogspot.com/

sábado, 22 de febrero de 2014

Crisis en Venezuela


Javier Paz García
Hay un derecho que el régimen chavista siempre ha respetado a los venezolanos… el de quedarse callados. Todos los otros han sido pisoteados. Propiedades y negocios han sido arbitrariamente confiscados sin justa compensación, es decir han sido robados; personas han sido encarceladas por razones políticas y no han tenido un debido y justo proceso judicial; el periodismo independiente ha sido perseguido y atacado y lo poco que queda en algunos periódicos está en estado de coma por la falta de papel (no el higiénico que también escasea, sino el de imprenta). En fin, los años de gobierno desde que asumió el poder Hugo Chávez han sido de un continuo terrorismo de Estado.
Los venezolanos saben muy bien los riesgos a los que se enfrentan si salen a protestar, porque ya sucedió que el gobierno ha respondido con violencia desmedida, propia de un Estado orwelliano. Sin embargo la crisis económica y social es tan grave que la gente (que cada día tiene menos que perder) está perdiendo el miedo. Hugo Chávez, es el responsable de todo esto, pero su carisma, sus insostenibles subvenciones y su aparato propagandístico permitieron que mantuviera gran popularidad. Él fue un pésimo estadista, un gran orador y un exitoso caudillo típico de la historia latinoamericana. En cambio su sucesor, Nicolás Maduro, no tiene el carisma de Chávez, y poco a poco se le está reduciendo el dinero del que dispuso su antecesor. Encima de ello es bastante mediocre como orador, como estadista y como líder (un amigo, en tono de broma, ironizó que Chávez puso al más burro de sus colaboradores, para agrandar su leyenda y mostrar a su pueblo lo bien que estaban cuando él era presidente).
En fin, Maduro, que no tiene ninguno de los atributos que mantuvieron la popularidad de Chávez y como tampoco tiene la plata que tenía Chávez, se ve obligado a radicalizar el régimen de terror y miedo, al estilo cubano, como única forma de mantenerse en el poder. No tiene legitimidad, porque no es claro que haya ganado las elecciones, que de por sí no fueron imparciales, ni limpias. No tiene popularidad, por el desastre económico y la escalada de violencia en la que viven los venezolanos. Tiene al ejército y tiene a la inteligencia cubana que sabe lo importante que es tener a un presidente amigo que siga subvencionando a la isla. La situación no se pinta nada bien para los venezolanos que buscan restablecer la república y el Estado de derecho.
Santa Cruz de la Sierra, 16/02/14
http://javierpaz01.blogspot.com/

jueves, 20 de febrero de 2014

La realeza venezolana


Javier Paz García
De la Venezuela chavista uno puede (y debe) esperar esas noticias insólitas propias de las repúblicas bananeras de los cuentos de García Márquez. La última que nos llega es que el actual presidente Nicolás Maduro, no ha podido desalojar a dos hijas del fallecido Hugo Chávez de la residencia presidencial. Rosa Virginia y María Gabriela Chávez Colmenares, cual si fueran hijas de un rey y herederas del trono, han decidido seguir viviendo en la residencia destinada para los presidentes de un país que gracias al chavismo dejó de ser república.
Sin lugar a dudas Hugo Chávez en su tiempo de gobernante robó lo suficiente para garantizar un futuro bastante holgado a toda su descendencia. Las señoritas no se salen de la Casona, no porque no tengan donde caerse muertas, ni les sobren unos pesos para comprarse la mansión que gusten en el mejor barrio de Caracas; no se mudan, no por ausencia de recursos, sino porque se creen herederas de la nueva realeza instaurada por su progenitor, porque creen que el pueblo venezolano tiene la obligación de rendirles pleitesía y seguir pagando sus cuentas en agradecimiento al (desastroso) legado de su padre. Porque si el Comandante Chávez manejó a un país entero como si fuera de su propiedad, pues entonces ellas son legítimas herederas con tanto o mayor mérito que el mismo Presidente Maduro para vivir en la residencia presidencial. Y tampoco podemos atribuir el retraso al luto, la congoja o la depresión ya que, según las noticias que nos llegan, las hermanas viven haciendo fiestas lujosas y subiendo a las redes sociales fotos disfrutando de sus viajes por las capitales del mundo.
Este es el ejemplo que nos da el socialismo del siglo XXI. Un país riquísimo que ha sido empobrecido a tal punto que la mayoría de los venezolanos tienen dificultad para conseguir leche y papel higiénico, mientras una élite corrupta que llegó al poder bajo el falso discurso socialista de la austeridad y la solidaridad vive una vida de reyes. Hoy los venezolanos son más pobres, más violentos y menos educados que cuando Hugo Chávez inició su gobierno. Esa república que fue ejemplo de democracia y tolerancia cívica ya no existe.
¡Que viva la monarquía!
Santa Cruz de la Sierra, 09/02/14
http://javierpaz01.blogspot.com/

viernes, 14 de febrero de 2014

Liberalismo y tolerancia


Javier Paz García
El filósofo escocés John Locke (1632-1704) es considerado el padre del liberalismo, por su extensa obra sobre los límites a los que debe ser sometido un gobernante y el derecho de los individuos a la vida y a la propiedad. Locke también escribió una obra abundante sobre la tolerancia. Otros pensadores liberales como Adam Smith, John Stuart Mill, Friedrich Hayek o Karl Popper o también escribieron extensamente sobre la importancia de practicar la tolerancia en la sociedad. Los primeros liberales, aquéllos no conocieron la palabra “liberalismo” como Locke y Smith, pero que consideraban la libertad como un valor supremo, propugnaban la tolerancia principalmente refiriéndose a la tolerancia religiosa, ya que la Europa de su época estaba plagada de guerras civiles e internacionales por las luchas entre protestantes y católicos. Los gobiernos de la época declaraban una religión oficial y perseguían sanguinariamente a quienes profesaren otra fe. Estos pensadores criticaron esta situación, haciendo notar que el Estado nada tiene que hacer involucrándose en cuestiones de consciencia y que cada persona tiene el derecho de practicar su fe y sus creencias sin sufrir persecución.
La idea de que cada individuo tiene el derecho a practicar sus propias creencias en la medida en que no haga daño a otras personas es un principio fundamental del liberalismo. Este principio se sustenta en el valor intrínseco de cada persona, la dignidad humana y en el derecho que tiene cada individuo de practicar su libertad y buscar su felicidad. Respetar a nuestros conciudadanos implica ser tolerantes. Y ser tolerantes es precisamente aceptar creencias y actitudes que no practicamos o con las que no estamos de acuerdo.
Si creemos en el derecho de cada individuo a su propia individualidad, y si creemos en la importancia de practicar la tolerancia en la sociedad, entonces temas que parecieran controversiales como ser el matrimonio homosexual, dejan de serlo. La pregunta pertinente referente al matrimonio civil entre personas de mismo sexo, no es si me gusta o no el homosexualismo o si la mayoría lo aprueba o desaprueba, sino, si las personas tienen el derecho a decidir de mutuo acuerdo con quien vivir. La postura liberal es que si dos personas quieren vivir juntas y quieren hacer ciertos arreglos jurídicos sobre su patrimonio, herencia, etc., ni el Estado ni la sociedad deberían prohibirlo. No es una cuestión de gustos, sino de respetar los derechos ajenos y practicar la tolerancia.
Santa Cruz de la Sierra, 02/02/14
http://javierpaz01.blogspot.com/

martes, 11 de febrero de 2014

La batalla de las ideas


Javier Paz García
John Maynard Keynes, un renombrado economista, dijo que “las ideas de los economistas y filósofos políticos, tanto si son acertadas o erróneas, son más poderosas de lo que se cree. De hecho, el mundo no está gobernado por mucho más. Hombres prácticos, que creen que estar exentos de cualquier influencia intelectual generalmente son esclavos de algún economista muerto”. Las ideas importan y que un gobierno pueda, por dar un ejemplo, conseguir apoyo público para privatizar empresas públicas o confiscar empresas privadas dependerá de las ideas predominantes en la sociedad.
Por ello, Mario Vargas Llosa en su visita a Santa Cruz nos ha recordado la importancia de dar la batalla de las ideas. Hoy el liberalismo es explicado por propagandistas que no saben nada de liberalismo y que desconfían de la libertad. Ellos han sido reducido un  riquísimo pensamiento liberal a meras caricaturas infantiles como la del obeso, explotador y desalmado capitalista o eslóganes vacíos como el de “capitalismo salvaje”. Incluso muchos, más por ignorancia que por maldad, limitan el liberalismo solamente a una doctrina económica. El concepto equivocado de lo que es el liberalismo sumado a una tradición colectivista, estatista y caudillista hacen que en Latinoamérica esta doctrina no tenga muchos adeptos.
La validez de una idea no depende de lo que piense la mayoría. El mundo no deja de ser redondo, incluso si la mayoría lo cree plano. Y el rol de los intelectuales no es apoyar lo que crea la mayoría, sino mantener un espíritu crítico y buscar la verdad. Y si mediante la lectura, el estudio y la reflexión el intelectual llega a formar ciertas ideas, pues tiene que explicarlas y debatirlas, procurando el respeto y la tolerancia. Como nos lo advierte Karl Popper, las ideas pueden estar equivocadas y por ello es también importante que uno esté dispuesto a analizarlas, debatirlas, rectificarlas e incluso desecharlas si el caso lo amerita. Tristemente, hoy el debate de ideas es muy reducido. Las campañas políticas se basan en la prebenda, el insulto y la acumulación de promesas imposibles y poco se explican los principios y valores que solventan un programa político.
Para bien de nuestra sociedad, hay que revertir esta situación y quienes nos consideramos liberales, debemos estar dispuestos a explicar y defender nuestros principios. Debemos desmitificar lo que propagandistas, economistas mediocres y políticos estatistas han dicho del liberalismo. Es un trabajo arduo y lento pero posible.
Santa Cruz de la Sierra, 26/01/14
http://javierpaz01.blogspot.com/