Javier
Paz García
Quienes creen que los males de la humanidad son causa de una
desigual distribución de la riqueza y que por lo tanto propugnan que el Estado
debe convertirse en un ente redistribuidor de la misma, no entienden dos conceptos
básicos: el primero, es que la riqueza no existe a priori, sino que es creada
por el hombre. El segundo es que en una economía de mercado la única forma en
que alguien puede crear riqueza es siendo útil a los demás. Tomemos como
ejemplo el teléfono más avanzado del presente: el iphone. El iphone no cae del
cielo, ni se reproduce por voluntad propia. Para producirlo es necesario,
primeramente un proceso creativo para desarrollar la tecnología y diseñar el
producto, y luego crear fábricas, contratar personal, conseguir las materias
primas e insumos, crear los canales de logística para la producción,
distribución y ventas. No es posible redistribuir gratuitamente el iphones,
porque antes hay que producirlo y eso tiene un costo. Si quienes fabrican el iphone
se enriquecen, es porque producen algo que la gente valora. Nadie está obligado
a comprarse uno, pero quienes lo hacen, obtienen un beneficio superior al monto
que pagan; de lo contrario, comprarían algún modelo más barato, de los tantos
que hay en el mercado. La riqueza que acumulan los productores del iphone, la
ganan porque existe gente que voluntariamente paga a cambio de un teléfono. No
existe nada inmoral en ello y no hay razón para quitarles a la fuerza esa
ganancia y redistribuirla, como propugnan los redistribuidores. Es más, el
hacerlo implica un desinsentivo a la innovación tecnológica y a la existencia
misma del iphone. Y por supuesto, hemos utilizado como ejemplo cierta marca de
teléfonos celulares, pero lo mismo se aplica a la producción de vehículos, de
alimentos, de cosechadoras, de zapatos o a otras marcas de celulares. La
riqueza hay que crearla, y la distribución de la misma no es independiente de
su proceso de creación. Quienes intentan alterar la distribución de la riqueza
mediante la fuerza coercitiva del Estado, también dañan el proceso de creación
de riqueza. Y aunque a corto plazo, tales políticas pueden aparentar exitosas,
a la larga el resultado es un empobrecimiento general. No hay mejor ejemplo que
los experimentos comunistas de Europa del este, la URSS, China, Cuba o más
recientemente Venezuela.
Santa
Cruz de la Sierra, 15/09/13
http://javierpaz01.blogspot.com/
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