Javier Paz García
Dos
acontecimientos recientes me llenan de tristeza. El primero, la muerte de dos
niños que provocaron un incendio y se calcinaron. Una niña de 6 años y uno de 4
fueron dejados encerrados en un cuarto por su tía quien debía salir a trabajar.
Los niños solos, hicieron lo que es normal para sus edades: jugar y dañinear
sin medir consecuencias, encontraron fósforos que no debieron estar a su
alcance e iniciaron un incendio que los consumió. La mamá de los niños, vive
una tragedia similar a la del Job bíblico o al Edipo de Sófocles. Su pareja la
había abandonado y ahora ha perdido lo más valioso que tenía: sus dos hijos.
Encima tiene que sufrir el drama de ver a su hermana encarcelada y acusada como
responsable de la muerte de los dos niños. Sin lugar a dudas, existe cierto
grado de negligencia por parte de la madre y de la tía, pero la misma es
producto de la extrema pobreza y la falta de opciones para cuidar de los niños.
Es este uno de los dramas de la pobreza, que quita las opciones a la gente y
los obliga a hacer cosas como dejar a dos niños encerrados y sin supervisión.
Tal vez es cómodo juzgarlas desde una situación económica más holgada, pero
para quienes tienen que trabajar día a día simplemente para subsistir, sin
poder ahorrar nada, a veces no existe otra opción más que dejar a sus niños en
situaciones precarias y rogar a Dios que no les suceda nada. Adicionalmente
ahora tienen que sufrir los embates del sistema de justicia boliviano, lento,
torcido e ineficiente para todos, pero especialmente cruel con los más pobres.
Siento una inmensa pena por esa madre que ha perdido a sus hijos, por esa tía
que tiene que cargar con la culpabilidad y el remordimiento de ser parcialmente
responsable de lo sucedido, por esos niños que perdieron la vida por una
travesura inocente.
El
segundo es la violación de una niña de siete meses. Sus padres compartían unos
tragos con un amigo, y salieron un momento para comprar más bebidas
alcohólicas, momento que el desgraciado aprovecho para cometer un acto
imperdonable. El último reporte periodístico indica que el violador amaneció
colgado en su celda y la policía presume que se suicidó. Incluso entre los
criminales y asesinos, la violación es mal vista, y más aun si es una menor, por
ello no es inverosímil suponer que los mismos reos han practicado su justicia,
tal vez incluso con ayuda o complacencia de policías del penal. Espero que la tierna edad de esa bebé le sea
propicia para no recordar tan traumático evento.
Estos
hechos me hacen reflexionar sobre los peligros constantes que se ciernen sobre
lo más valioso que tenemos, que son nuestros niños. Quisiera pensar que cosas
tan terribles como estas no volverán a ocurrir. Lamentablemente sé que no es
así.
Santa Cruz de la Sierra, 22/09/13
http://javierpaz01.blogspot.com/