viernes, 29 de junio de 2012

La desigualdad no es un problema, es la pobreza


Javier Paz García
Existe una confusión generalizada entre los conceptos de desigualdad y pobreza. La desigualdad mide la diferencia de ingresos entre los más ricos y más pobres en un grupo. La pobreza se la puede definir como un nivel de ingreso por debajo del necesario para satisfacer ciertos estándares mínimos de acceso a bienes y servicios. La posibilidad de acumular riquezas en las sociedades capitalistas hace que las personas se esfuercen, inventen y sean más competitivas. Las innovaciones de Bill Gates o Steve Jobs al hacerlos multimillonarios, aumentan la desigualdad, pero también mejoran la productividad general contribuyendo así a reducir la pobreza. Por el contrario las sociedades socialistas enfatizan la lucha contra la desigualdad y logran reducirla a costa de hacer a todos más pobres. Mientras que luchar contra la pobreza implica hacer un esfuerzo para que quienes se encuentran por debajo de cierto nivel de ingresos puedan superarse y mejorar sus estándares de vida, luchar contra la desigualdad implica asegurarse que nadie pueda ser mucho más rico que otros… es en cierta manera una forma de envidia hacia los ricos, más que una preocupación por los pobres. Efectivamente el discurso de la desigualdad se caracteriza por resentimientos e incitaciones a odiar a quienes tienen más, lo cual no mejora en nada la situación material de quienes tienen menos. Es una forma disimulada de promover la lucha de clases; es un vestigio del marxismo.
Es frecuente sin embargo que analistas y comentaristas que no se identifican como socialistas, hablen de la lucha contra la desigualdad como un fin social supremo. Por ejemplo recientemente el periodista Julio Cesar Caballero aseveró que la inequidad es “hoy por hoy, el cáncer del subcontinente.” (El péndulo se mueve. El Deber, 26/06/12).
También es frecuente que se refieran a la “distribución de la riqueza”, como si la riqueza existiera a priori y el problema fuera cómo repartirla. El problema es que la riqueza antes de ser distribuida tiene que ser creada y su distribución no es independiente de su creación. Antes de que un agricultor prepare la tierra, siembre, fumigue, coseche y transporte su producto, no existe nada qué distribuir: él ha creado riqueza. Entonces hablar de “la equidad en la distribución de la riqueza” como también lo hace el señor Caballero en la nota antes mencionada, induce al lector a presuponer injusticias y robos donde no existen tales; a suponer un juego de suma cero, donde lo que unos tienen es producto de habérselo quitado a otros e ignorar el inmenso esfuerzo que se requiere para crear riqueza.
Este lenguaje es en mi opinión nefasto porque por un lado genera en quienes tienen menos, la falsa sensación de haber sido robados y explotados. Y por otro lado desincentiva las ganas de innovar e invertir debido a un ambiente hostil al éxito, generando a la larga sociedades crónicamente pobres como la boliviana.
Santa Cruz de la Sierra, 28/06/12
http://javierpaz01.blogspot.com/

sábado, 23 de junio de 2012

La mayoría y la razón


Javier Paz García
La democracia es necesaria para evitar la tiranía y preservar libertad y la paz en una sociedad… es necesaria pero no suficiente. Hay ciertas instituciones que más bien no deben subordinarse a los designios de mayorías circunstanciales. Un ejemplo es el sistema de justicia. Si una actriz, un futbolista o un político con alta popularidad cometen un delito, la sentencia no debe depender de la opinión de la mayoría, sino de una interpretación imparcial de la ley.
Que una opinión sea mayoritaria de ninguna manera significa que sea verdadera. Hace apenas quinientos años la mayoría consideraba que el sol giraba alrededor de la tierra; por supuesto, la mayoría estaba equivocada.
Es frecuente que quienes desempeñan funciones políticas busquen el apoyo de las mayorías. Después de todos, la popularidad es para el político lo que el lucro es para el empresario. Por supuesto, así como hay formas honestas y deshonestas de lucrar, también hay formas éticas y no éticas de ganar popularidad.
La señora Angélica Sosa, hace poco justificó el accionar del ejecutivo municipal argumentando que según una encuesta, el 97% de la población apoyaba al alcalde de Santa Cruz. Utilizando esa lógica, Hitler hizo bien en invadir Austria, Checoslovaquia y Polonia; Hugo Chávez, cuyas encuestas lo ponen por encima de cualquier contrincante, hizo bien en destruir el Estado de Derecho en Venezuela y Evo Morales que alcanzó el 80% de popularidad y sigue encabezando las encuestas hizo bien en ordenar el asalto al hotel las Américas, aprobar una constitución en un cuartel con muertos de por medio, cercar el congreso con miles de manifestantes amenazando de muerte a los parlamentarios y perseguir a la oposición política.
En caso de que la encuesta a la que se refiere la Sra. Sosa sea cierta, ésta demuestra la ignorancia o el poco aprecio que la mayoría del pueblo cruceño tiene por ciertos principios como el Estado de Derecho, la separación de poderes, la probidad de los funcionarios públicos y otros etcéteras. La encuesta habla mal del pueblo cruceño, pero de ninguna manera justifica el accionar del alcalde (a menos que la justificación se base en principios maquiavélicos).
Otra falacia del ejecutivo municipal es mezclar el buen trabajo que el alcalde hace en cuanto a pavimentación de calles y otras obras públicas, por las cuales merece todo el reconocimiento, con su actuación con el consejo municipal por la cual merece el más enérgico reproche.
La razón y la justicia no se sujetan a lo que opina una mayoría circunstancial y aunque el 99% apoye al alcalde, su actitud de desprecio hacia el consejo municipal, de matonaje hacia los concejales, su utilización de funcionarios públicos disfrazados de vecinos energúmenos, y su comportamiento propio de un caudillo merecen el rechazo de los muchos o pocos habitantes de esta ciudad tengan dos dedos de frente y cierto aprecio por los valores democráticos.
Santa Cruz de la Sierra, 22/06/12
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viernes, 15 de junio de 2012

Otros estándares éticos

Javier Paz García
Una de las cosas que más se les reclama a los políticos es honestidad e integridad. La ausencia de estos valores en quienes desempeñan cargos públicos son causantes de la corrupción, el tráfico de influencias, el robo y abuso de bienes públicos que tanto daño le hacen a la sociedad. Sin embargo es frecuente en nuestro desgraciado país, que un político demuestre ausencia de principios éticos, sin recibir siquiera el rechazo de la población.
En febrero de 2012 el presidente de Alemania Christian Wulff renunció a su cargo. Había recibido regalos lujosos sin reportarlos. En abril de 2012 el presidente de Hungría, Pál Schmitt, renunció porque se descubrió que había cometido plagio en su tesis doctoral. En 1974 Richard Nixon renunció a la presidencia de los Estados Unidos al verse implicado en un caso de espionaje a opositores políticos. Por supuesto que estos políticos no querían renunciar, pero en sus países, se exige cierta cualidad ética, y si demuestran no cumplirla, la presión pública es tan fuerte que se ven obligados a dar un paso al costado.
En cambio, cosas peores suceden en Bolivia sin que los políticos siquiera se incomoden ni pierdan popularidad. Los actuales inquilinos del poder han demostrado más allá de una duda razonable su falta de ética y sin embargo han ganado reelecciones y siguen con un apoyo ciudadano que aunque en caída, no es nada despreciable.
Pero no son ellos los que inspiran esta nota, sino lo que acontece en el municipio cruceño. Una concejala es acusada de falsificar su título de bachiller y ni se inmuta, ni piensa dimitir, y más bien hace todo lo posible por recuperar su cargo. Y buena parte de la opinión pública, en vez de exigir su renuncia, la defiende argumentando que es una movida política. Y con seguridad es una movida con intereses políticos partidarios, pero eso no cambia el hecho que una persona que presuntamente ha falsificado su título de bachiller no debería ocupar ningún cargo público. En Alemania y Hungría renuncian presidentes por plagio, pero en Bolivia tenemos otros estándares éticos.
En los recientes actos vandálicos en las afueras del consejo, se descubrió que estaban involucrados guardias municipales vestidos de civiles. Si algo así llegara a suceder en Suiza, implicaría el inmediato despido de los participantes y una investigación para saber desde qué niveles jerárquicos vinieron las órdenes. Si se comprobara que el alcalde conocía esta situación, es mi opinión que él debería renunciar. Por supuesto, sé que ni don Percy, ni el Sr. Canudas van a renunciar, y que los guardias que participaron no serán despedidos, porque, a Nixon quien en su momento fue el hombre más poderoso del mundo, se lo puede obligar a renunciar, pero en Bolivia tenemos otros estándares éticos.
Mientras la ciudadanía (el pueblo, dicen los demagogos) no exija honestidad e integridad a sus políticos, vamos a seguir teniendo estos comportamientos… y que después nadie se queje de la corrupción y todas esas vainas. Y no esperemos estar como los suizos si nos comportamos como los somalíes.
Santa Cruz de la Sierra, 14/06/12
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viernes, 8 de junio de 2012

Explicación a la decadencia argentina


Javier Paz García
Argentina es un país decadente. Pero no es decadente hace uno o diez años: lo es hace casi un siglo. Argentina a principios del siglo XX era una de las naciones más prósperas del mundo. Sus habitantes tenían uno de los más altos niveles de vida, incluso por encima de países europeos y fue considerada como el granero del mundo. Los flujos migratorios, que llegaban de Europa a esta nación atestiguan esta realidad. Sin embargo, desde mediados del siglo pasado el país se fue rezagando y hoy a lo máximo que puede aspirar es a ser considerado uno de los países más desarrollados entre el grupo de naciones subdesarrolladas.
¿A qué se debe el auge? Buena parte del auge Argentino se explica por la influencia liberal que tuvo el país en sus inicios. Por ejemplo la constitución que Argentina adoptó en 1853 se basó en la obra de Juan Bautista Alberdi, Bases y Puntos de Partida para la Organización Política de la República Argentina.
¿Cómo se explica el periodo de decadencia? La decadencia se la puede explicar en los mismos términos. A medida que el Estado se alejó de esos principios liberales que empoderan a los individuos y los protegen del abuso del propio Estado, a medida que el Estado fue acaparando actividades que antes eran llevadas a cabo por personas y asociaciones civiles, a medida que el Estado se convirtió en un otorgador de rentas y privilegios especiales para ciertos grupos de poder político y económico, limitando la competencia y la igualdad ante la ley, el país fue decayendo.
Hace medio siglo, Perón dejó un legado de matonaje, populismo, clientelismo político e  ineficientes monopolios estatales justificados con discursos patrioteros dirigidos al vulgo ignorante. Tres cuartos de siglo después ese mismo clima impera en la Argentina y las políticas públicas que adopta el gobierno son sacadas del manual del perfecto idiota. El gobierno actual  mantiene una retórica tercermundista de condenar la inversión privada, de reprobar la acumulación de riqueza (mientras que la presidenta, en un acto de ironía y cinismo mayúsculo, se gasta 110 mil dólares en 20 pares de zapatos), crea monopolios estatales, prohíbe u obstaculiza las operaciones de comercio exterior, impone controles cambiarios, ataca a la prensa independiente y mantiene una política fiscal de gastar hasta lo que no se tiene, de no honrar las deudas, confiscar las pensiones y dejar el problema para futuras generaciones. No hay pues nada de sorprendente en la situación de Argentina, ni existen conjuros mágicos o conspiraciones ocultas que expliquen su deterioro. En su cuento El informe de Brodie, Jorge Luis Borges dice: “Creo que con el tiempo merecemos que no haya gobiernos”. Con los gobiernos que ha tenido su país, no es difícil justificarlo.
Santa Cruz de la Sierra, 08/06/12
http://javierpaz01.blogspot.com/