Javier Paz García
Describo como nostálgico el olor a tierra fértil y humedad que experimenté al salir de Viru Viru. Es uno de los recuerdos que se mantuvieron conmigo durante mi estadía en los Estados Unidos y sentirlo de nuevo fue algo catártico. El expatriado vive en un constante idilio y añoranza de su tierra. Muchas veces, estando lejos es que uno aprende a valorar su música, su arte, su comida y tradiciones. Son muchas las cosas que yo extrañé, voy a nombrar tres: las reuniones familiares, las idas al campo y el pastel de choclo de mi abuela.
Lo que denomino “mi pueblo” no está conformado exclusivamente por un espacio geográfico. El espacio geográfico es parte importante, pero no suficiente. Mi pueblo es mi familia, mis amigos, nuestra comida, las tradiciones, las fiestas, las hamacas, nuestro carnaval, el achachairú, el mango de la casa de mis abuelos en el que aprendí a trepar árboles, la leyenda del bibosi en motacú; en resumen, mi pueblo son todos los elementos que fueron parte de mi formación desde la infancia y me dan una identidad y un sentido de pertenencia.
Desafortunadamente no todo es lindo acá, de hecho existen muchas cosas que debemos mejorar. Ya experimenté de sobra la hora cruceña y que nadie me venga decir que ésta es puntualidad, porque es igual a la hora boliviana. La informalidad de nuestra gente es grosera y la burocracia pública abrumadora. No existe un solo microbús que no bote humo negro de sus escapes y pocos conductores que tengan las mínimas normas de cortesía al conducir. Botamos la basura en la calle sin el menor remordimiento. La delincuencia tiene en vilo a la ciudadanía. Hay pocos parques y menos parques bonitos. En el campo sobran los borrachos que solo buscan trabajo cuando se les acaba el alcohol. La educación, que es lo único que a la larga puede acabar con la pobreza, sigue siendo insuficiente y deficiente.
Pero también hay mucho para admirar. Nuestra plaza “24 de Septiembre” está bellísima. Tenemos un empresariado cada vez mejor preparado y que impone la eficiencia y la ‘meritocracia’ ante otros métodos de promoción laboral. Existe una revaloración de nuestra cultura e identidad. Somos de espíritu cordial y abierto. Pero algo que me ha sido muy grato ver, es el rol que juega la mujer cruceña en nuestra sociedad. Las mujeres cruceñas no solo son tenidas entre las más hermosas de Sudamérica ( y yo tengo bases empíricas y anecdóticas para hacer tal afirmación), sino que también son parte íntegra de nuestra sociedad, ya sea como núcleo de la familia, manteniendo un hogar; como cívicas, defendiendo los intereses de nuestro pueblo; como rectoras de universidades, catedráticas, historiadoras, doctoras, madres solteras, benefactoras sociales, ejecutivas, etc., sin complejos ni taras, de igual a igual con los hombres, tomando su lugar y colaborando a crear una sociedad dinámica, de cara al siglo XXI.
Santa Cruz somos todos y gracias al esfuerzo de todos es que tenemos un pueblo pujante y en continuo desarrollo. Tenemos un pueblo hermoso en el que queda mucho por hacer. Este es el pueblo donde nací y me siento feliz de haber retornado a él. Y es aquí donde quiero vivir, porque como dijo un sabio: “mejor duermo nomás en mi cama”.
Santa Cruz de la Sierra, 18/07/07.
El Deber, 24/07/07.
domingo, 22 de julio de 2007
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