Javier Paz García
Recientemente hubo en Santa Cruz la IV reunión de altos funcionarios árabes y latinoamericanos. Yo participé en ella como voluntario, colaborando en la organización. Durante el encuentro pude observar algunas sesiones de la comisión de ciencia y tecnología y a continuación cito algunas cosas que me llamaron la atención.
Primeramente, que el inglés fue el idioma oficial del encuentro. Entre los países que participaron creo que no había ninguno cuya lengua madre fuese el inglés y sin embargo fue la lengua oficial del encuentro. Me causó buena impresión el delegado de Brasil ya que hablaba perfectamente el español y el inglés. Este señor podía dirigirse directamente a los miembros árabes, sin necesidad de escuchar las traducciones, que no siempre son buenas y podía sentarse a conversar y tomar un café junto a ellos después de concluidos los trabajos de la comisión. Por contraste, el delegado de Bolivia no hablaba inglés; es más, hablaba mal el español, usando artículos masculinos con sustantivos femeninos, mezclando singulares y plurales en una misma frase, en fin, destrozando el lenguaje, más o menos como el presidente Evo Morales.
Es deplorable que nuestros diplomáticos y “altos funcionarios” (como decía la reunión) tengan tan poca preparación. Mientras que otros países capacitan a su cuerpo diplomático, nuestro sabio presidente les pide que aprendan aimara o quechua, ¿para hablarlo con quién? Porque les garantizo que ni el delegado peruano hablaba alguno de estos idiomas. Entonces vuelve la pregunta, ¿para qué fin pedimos que un embajador, que va a vivir en China, Estados Unidos o Rumania, hable aimara o quechua? ¿De qué le va a servir? De nada, en cambio el inglés le será fundamental. Y como lo demuestra esta reunión, si el gobierno de Evo Morales quiere dirigirse a un país árabe para despotricar contra el imperio, tendrá que hacerlo usando la lengua del imperio. No se puede menospreciar el valor de poder comunicarse directamente con alguien, sin ningún intermediario y tampoco la importancia de relacionarse con otras personas fuera de los actos oficiales, donde el clima es más relajado. Muchas veces los tratados o negocios no se crean en las mesas de trabajo, sino en las de café, tomándose una cerveza. El delegado brasileño tenía la opción de tener esta relación con los delegados árabes, el boliviano no.
Pero aparte de que nuestro delegado no sabía hablar ni en español, con su camisa manga corta, sin corbata ni terno, era de lejos el peor vestido. Y no es cuestión de decir que somos originarios y estamos haciendo una forma nueva de diplomacia, porque la vestimenta de este señor no tenía nada de originaria. Desde sus zapatos hasta su camisa, todo era estilo occidental, simplemente fuera de todas las normas protocolares que exige la profesión. Todos los delegados hombres usaban terno y corbata, con excepción del boliviano. Quiero agregar que entre los integrantes de esta comisión existía gente muy preparada, e incluso al menos un profesor universitario, por contraste nuestro delegado probablemente no tenía más mérito que pertenecer al MAS.
El diplomático es la cara de Bolivia al mundo y es además el negociador y promotor de nuestros intereses ante el mundo. Dada su función y responsabilidad, es menester que sea preparado, inteligente y pragmático. Esas son las exigencias que deberían implantarse en nuestro cuerpo diplomático, no que aprendan aimara o quechua.
Santa Cruz, 26/07/07.
El Deber, 31/07/07.
jueves, 26 de julio de 2007
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