Javier
Paz García
Quienes
nos indignamos ante el atropello que quiere cometer Evo Morales debemos
recordar que ya hizo algo similar. La vigente Constitución Política del Estado
dice textualmente en el inciso dos de la primera disposición transitoria que
“Los mandatos anteriores a la vigencia de esta Constitución serán tomados en
cuenta a los efectos del cómputo de los nuevos periodos de funciones”. Es decir
que según la Constitución, Evo Morales no podría haberse postulado para el
tercer mandato que ya está cumpliendo, pero lo hizo y ganó y fungió. Tenemos
que aceptar que el actual periodo ya es inconstitucional ¿Y quién le puede
reclamar si el resultado fue democrático y permitido por el Tribunal
Constitucional? El mismo Tribunal Constitucional ahora debe decidir si Evo
Morales puede postularse hasta el fin de sus días; el mismo Tribunal
Constitucional que a solicitud del jefazo puede hacer no solo que 2+2 sea 5
sino que hoy sea 5 y mañana 22 y pasado mañana 3. También se valió del pueblo
que refrendó esa inconstitucionalidad.
La
gente tiende a pensar que todo lo que tiene la aprobación de la mayoría es
legítimo por ser democrático. No es así. Hugo Chávez en Venezuela confiscó el
fruto del trabajo a cientos de personas, con el aplauso de sus acólitos y la
aprobación de la mayoría del pueblo venezolano. Y también mató e injustamente
encarceló gente y siguió ganando elecciones. La democracia en su significado
más primitivo, el gobierno de la mayoría, no tiene por qué ser constitucional,
ni respetar los derechos humanos, ni gobernar con sabiduría. La mayoría puede
circunstancialmente aprobar el robo, y ampararse en la ley y eso no deja de ser
robo. Hitler conculcó los derechos de los judíos alemanes con la anuencia de la
mayoría de los alemanes e invadió Checoslovaquia, Austria, Polonia y Francia
logrando la jubilosa aprobación de su pueblo.
Una
decisión no es justa simplemente por tener el apoyo de la mayoría. Por ello la
Justicia no se basa en la opinión de la mayoría, sino en la ley. Por ello, no
solo aplaudimos la convivencia de un Estado democrático, sino también de un
Estado de Derecho, donde todos, incluidos los gobernantes, estamos sometidos al
imperio de las leyes. ¿Pero si romper la ley es legítimo por tener el apoyo de
la mayoría…?
Santa Cruz de la Sierra, 09/10/17
http://javierpaz01.blogspot.com/
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