Javier
Paz García
Si
escucha a alguien hablar peyorativamente sobre el “capitalismo salvaje”, podrá
inferir con un alto grado de certidumbre que el locutor entiende poco o nada de
capitalismo. La historia de la humanidad se caracteriza por sistemas políticos
de dominación de unos pocos favorecidos
por la servidumbre de muchos. Desde las dinastías chinas, hasta las monarquías
europeas decimonónicas, desde el imperio romano hasta el imperio incaico, desde
la Esparta guerrera hasta los países comunistas, la persona común ha visto sus
posibilidades de elegir reducidas o eliminadas. Elegir gobernantes, elegir su
religión, elegir donde vivir, elegir migrar, elegir en qué y con quién
trabajar, es decir, elegir en todas sus dimensiones.
El
capitalismo es una excepción en la historia de dominación y explotación del
hombre por el hombre. La esencia del capitalismo es la libertad del individuo y
la libertad de cada persona para elegir qué quiere hacer con su vida, la
libertad de asociarse para emprender un negocio, para emplearse o emplear a
otras personas, etc. Y cuando los seres humanos ejercen su libertad, la única
manera de lograr que la gente haga cosas juntas, es mediante la cooperación
voluntaria. En un sistema capitalista no se puede obligar a las personas a
trabajar para cierta empresa, sino que hay que ofrecerles salarios competitivos
y condiciones adecuadas. En un sistema capitalista no se puede obligar a la
gente a que escuche cierta radio, lea cierto periódico, consuma ciertos alimentos
o vaya a tal o cual escuela, como sí ocurre en sistemas opresivos como el
comunista.
Y
por supuesto, en un sistema capitalista florece una forma altruista de
cooperación: la beneficencia. Se multiplican las campañas para donar y ayudar a
los necesitados, para operar de labio leporino a las personas de escasos
recursos, se crean escuelas y universidades, algunas con fines de lucro y otras
no, algunas más caras y otras más baratas, algunas muy buenas y otras
mediocres, pero que al final sirven a la sociedad. En una sociedad libre se
encuentran soluciones a los problemas colectivos y como en el caso de Santa
Cruz de la Sierra, la sociedad puede organizarse para crear cooperativas de
agua, electricidad y telefonía, sin que intervenga el Estado.
Como
decía Milton Friedman, el capitalismo es la libertad de elegir. Amartya Sen
acota que la libertad es el camino al desarrollo porque, como notaba Adam
Smith, nadie puede velar por los asuntos de uno mejor que uno mismo.
Santa Cruz de la Sierra, 13/08/17
http://javierpaz01.blogspot.com/
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