Javier
Paz García
Bolivia ha pagado un precio demasiado alto en su lucha
contra el narcotráfico. Decenas de muertos entre militares y campesinos, una
penetración de las estructuras de poder por parte de los narcotraficantes,
mayor corrupción en el sistema judicial, mayor delincuencia en las ciudades,
etc. Sin embargo el mayor costo ha sido probablemente que la lucha contra el
narcotráfico encumbró la carrera política de un cocalero hasta alcanzar la
presidencia de la República. Hoy tenemos el peor gobierno de la historia
democrática de Bolivia. Y estamos pagando muy caro por ello, con persecuciones
políticas, con inseguridad jurídica, con un aparato público en manos de
incapaces y resentidos.
La historia universal nos enseña que cuando existe la
demanda, aparece la oferta. Esta ley económica es inescapable. No importa
cuánto tratemos de limitar la oferta de cocaína, mientras exista la demanda,
las políticas de erradicación serán análogas a apretar un globo de aire: se
aprieta por un lado, y se infla de otro. Tenemos un caso análogo en la
experiencia norteamericana de los años veinte con la prohibición del alcohol y
la aparición de las mafias organizadas y el célebre Al Capone. Y el costo que
pagamos, ni siquiera se debe a un problema nuestro: los consumidores, son
mayormente norteamericanos y europeos, pero los gobiernos norteamericanos y
europeos le han pasado el problema a los países productores y de tránsito. El
resultado ha sido la violencia en Colombia en los años 80 y 90, la violencia en
Méjico en la presente década, el fortalecimiento de grupos terroristas como las
FARC o Sendero Luminoso, el fortalecimiento de bandas criminales en las favelas
brasileras, el ascenso de un cocalero marxista a la presidencia de Bolivia. Y
por supuesto, la supuesta lucha contra el narcotráfico es un fracaso rotundo ya
que cualquier persona puede conseguir cocaína en cualquier parte del mundo.
En vista de estos resultados, creo que es necesario debatir
los alcances de la lucha contra el narcotráfico y si vale la pena seguirla.
Mejor sería dejarles el problema a quienes han creado el problema: los miles de
consumidores en los países ricos. El rato que ellos dejen de demandar cocaína,
los cocaleros van a dejar de plantar coca, sin que nadie los obligue.
Santa
Cruz de la Sierra, 21/03/12
http://javierpaz01.blogspot.com/
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