Javier
Paz García
El
2007 estando en Caracas le pregunté a alguien qué opinaba de la decisión de
Hugo Chávez de prohibir las telenovelas en su país. Yo esperaba una respuesta
principista, pero lo que me contestó el señor fue que a él no le gustaban las
novelas así que le parecía bueno lo hecho por el gobierno. Semanas más tarde,
en Quito le pregunté al recepcionista del hostal su opinión sobre la decisión
del presidente Rafael Correa de expulsar a los diputados opositores del Congreso.
Nuevamente la respuesta fue decepcionante: los diputados de la oposición eran
corruptos así que le parecía bien que los expulsen violentamente y se apoderen
del Congreso.
A
menudo escucho a la gente protestar por el egoísmo de los políticos, por su falta
de principios y su tendencia a pensar en su propio bienestar antes del
bienestar de la nación. Sin embargo los ejemplos anteriores muestran que la
gente común no es muy diferente a los políticos, y que la gente no toma
decisiones en base a principios universales, ni pensando en el bien común sino
en el propio interés. Cuando en política apoyamos a candidatos o acciones,
solamente en base a la utilidad que nos genera, y no a su justicia, entonces
estamos permitiendo el ascenso de dictadores, mientras sus ideas concuerden con
las nuestras. Si estamos de acuerdo que un gobierno prohíba la carne porque
somos vegetarianos, o que prohíba los rábanos porque a nosotros nos desagrada
su sabor, o el cigarrillo porque nos molesta el humo, estamos actuando en base
a nuestra utilidad y conveniencia dejando de lado los principios y valores para
juzgar la idoneidad de los políticos y sus acciones.
La
actitud utilitaria, por cierto no es exclusiva de gente pobre o de baja
educación. Entre los más ricos y mejor educados abundan quienes quieren
protección del Estado, a través de subvenciones, barreras arancelarias,
protección de monopolios, accesos preferenciales al crédito y una serie de
privilegios. La premisa de privatizar las ganancias y socializar las pérdidas
es común entre los dueños de empresa.
Los
políticos actúan de acuerdo a los incentivos de los votantes. Si los votantes
demandan populismo, populistas tendremos. Si el votante elije de acuerdo a su
utilidad inmediata y sacrifica los principios, si no demanda que los políticos
actúen con honestidad, capacidad, justicia y apego a la ley, no puede esperar
que los políticos sean honestos, capaces y justos.
Santa Cruz de la Sierra, 27/03/16
http://javierpaz01.blogspot.com/
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