Javier
Paz García
Definitivamente
la igualdad o desigualdad en la distribución de la riqueza no sirve como
parámetro de desarrollo, bienestar o felicidad. Teóricamente uno puede imaginar
un país con mucha desigualdad donde nadie es pobre y otra con la mayor igualdad
donde todos son mendigos.
Tal
vez el problema fundamental de la ciencia económica sea la eliminación de la
pobreza; la reducción de la desigualdad, incluso para quienes la consideran un
problema, tendría que estar en una categoría muy inferior. Pero aunque desde la
perspectiva económica la desigualdad, en mi opinión no es muy importante, desde
una perspectiva política es importantísima.
Para
un joven que ha tenido que trabajar desde sus 10 años, que apenas tiene para
vivir el día a día y que ve una sociedad de abundancia, de adolescentes con
vehículos último modelo y camisas que valen más de lo que él gana en un mes, es
poco convincente que yo o el más renombrado economista le venga con el cuento
de que, a pesar de todo, él está mejor que sus antepasados. Este joven no
conoce de historia, feudalismo, ni de la revolución industrial y poco le
importa que alguien le documente y demuestre que el mundo en general es cada
vez menos pobre. Él se compara con los que están aquí y ahora, con jóvenes que
tienen 100 veces más que él y nunca han tenido que trabajar para ello. No
menosprecio lo trágico de esta situación, pero considero que culpar a los ricos
no es la respuesta ni soluciona el problema. Nada impide que el mismo proceso mental
ocurra con personas de clases medias y altas que sigan mirando con envidia y
frustración (a veces justificada) a quienes tienen más que ellos; nada impide
que quienes tengan estos sentimientos sean adultos, profesionales o filósofos;
y nada impide que los políticos, con buenas o malas intenciones, creyéndose o
no el cuento de que la desigualdad es de alguna manera producto del robo y la
injusticia y que una mayor igualdad equivale a menos pobreza, hagan uso del
mismo y muevan muchedumbres para encumbrarse en el poder. La desigualdad sí
importa… prueba de ello son los totalitarismos comunistas del siglo XX, el
entristecedor pueblo cubano todavía víctima de una dictadura decrépita, la
vorágine venezolana, la asombrosamente constante decadencia argentina que luego
de ser una tierra de desarrollo y esperanza bajo la constitución liberal de
Juan Bautista Alberdi, retrocedió y lo seguirá haciendo bajo el embrujo
igualitarista del peronismo. La desigualdad es, lamentablemente, muy importante
en el paradigma de las personas y las consecuencias políticas y económicas de
las políticas de la igualdad son reales, importantes y en general negativas
para el desarrollo y la reducción de la pobreza a largo plazo.
Santa Cruz de la Sierra, 22/03/15
http://javierpaz01.blogspot.com/