Estimados amigos, el siguiente ensayo lo escribió un amigo mío en respuesta a un par de artículos sobre la desigualdad que yo he publicado recientemente. El autor, no solo entiende de economía (a diferencia de la mayoría de los economistas), sino que también conoce de historia, lo que hace su opinión verdaderamente valiosa. Me pareció tan bueno que quisiera compartirlo con mis lectores. Dejo su nombre anónimo porque él lo prefiere así.
Querido Javier,
Creo que llevas un par de artículos mordiendo el que acaso sea uno de los temas centrales de las ideas que los humanos hemos llegado a crearnos sobre la sociedad y el Estado: el problema de la desigualdad. Te agradezco además el breve ensayo de Sala i Martí. Falta, evidentemente en este último, que el señor Sala i Martí nos diga cómo ha construido y de dónde ha sacado las series y gráficos estadísticos. Sin embargo la idea central es clara y la comparto plenamente.
Fíjate lo que te voy a decir: es muy probable que desde hace más de cien años el inmenso aparato del Estado esté dedicado fundamentalmente a "destruir" las desigualdades. Obviamente no en todos sitios lo hace con igual ahínco, ni con parejo éxito. En la URSS, en la Yugoslavia de Tito, en la China de Mao, en la Cuba de la dinastía Castro, en Corea del Norte, en Zimbabwe han logrado enormes éxitos. Han situado, o situaron en tiempos, a CASI toda la sociedad en parejo estado de miseria o pobreza.
En los Estados con libertades individuales, sean estas más o menos amplias, el inmenso aparato estatal no cuenta los mismos poderes. En Francia en estos años, François Hollande intentó imponer un impuesto progresivo sobre la renta que alcanzase marginalmente el 80% de la misma, a partir de un cierto nivel de renta. Podrían haber puesto un 100% o un 97%, pero algún asesor de Hollande debió leer algo algún día sobre Laffer y entendió que ese impuesto no recaudaría nada. Entendió que algún incentivo debía tener el contribuyente si es que ese impuesto debía servir para recaudar algo.
En fin, a pesar de eso, un impuesto del 80% sobre cada euro que uno gana, digamos, a partir de medio millón de euros, solo puede tener una explicación última: A François Hollande y a muchos franceses les parece fatal que OTRAS PERSONAS tengan rentas anuales superiores al millón o al medio millón de euros. Se suele decir que el problema es la crisis financiera del Estado, francés en este caso. Sí, eso ayuda a la barbaridad que intentó perpetrar Hollande con ese impuesto, pero en el fondo son una y la misma cosa. La crisis fiscal del Estado tiene causa última en la inviabilidad económica de la envidia institucionalizada.
En cualquier caso, el Tribunal Supremo Francés prohibió al Estado Francés robar a los ciudadanos franceses el 80% de su renta a partir de cierto nivel de renta. Como lo oyes, se lo prohibió. En algún punto de la Constitución de Francia dice que se garantiza la propiedad privada y eso le valió al Tribunal francés para ligar uno y uno y llegar a la conclusión de que un tal impuesto es innegablemente confiscatorio y, por tanto, contrario a la propiedad privada que la Constitución francesa garantiza. Lo que no dijo el alto tribunal es a partir de qué punto un impuesto es un robo confiscatorio y no algo legítimo. ¿Porqué es legítimo que me roben el 50% de lo que gano y no el 80%? Gran misterio del Derecho francés.
Es cierto, los elefantiásicos Estados europeos dejan cierto margen para la libertad y la propiedad que la garantiza, pero no por ello están menos destinados a "destruir" las desigualdades que la URSS. Esa sigue siendo su gran justificación, su gran razón de ser, incluso su principal instrumento propagandístico y de legitimación.
Para el pensamiento común y bien asentado europeo la desigualdad es la gran causante de "inestabilidad social". Lo que esa frase significa es que ciertos ciudadanos están legitimados a cometer delitos de coacción, extorsión, lesiones, daños, hurto e intimidación, siempre y cuando lo hagan en nombre del sindicato y la sacrosanta "lucha contra la desigualdad".
Si un grupo de treinta o quinientas personas, vestidos de piquete sindical y envueltos en la bandera de un sindicato de clase decide prenderle fuego a un autobús municipal, destruye los vidrios de dos agencias bancarias y golpea a seis empleados de la empresa de metro que van a trabajar, eso no es delito, eso es "lucha contra la desigualdad" y por tanto el Derecho Penal en esos casos no se aplica, así de simple. Donde dice sindicato, en Bolivia puedes decir movimiento o grupo indígena, es lo mismo.
Muy a pesar de lo que decía Revel, es la envidia, y no la mentira, el gran motor de la historia. Otra cosa es que la mentira es necesaria para cubrir la envidia como motivo y sus efectos. Van de la mano, por necesidad, si quieres. La envidia, no hay nada más, no hay ningún bien moral ni social que proteja la lucha contra la desigualdad. La puta envidia.
Como te puedes imaginar esto es viejísimo. “Antes entrará un camello por el ojo de una aguja, que un rico en el Reino de los Cielos”. El libro de Escohotado, Los enemigos del comercio, es una de las mejores genealogías o arqueologías de la envidia y sus efectos sociales e intelectuales que yo conozco.
Lo que no es tan viejo es el monstruo estatal con el que hoy contamos para lograr la igualación y dar rienda suelta a la envidia.
Hay un pensamiento que siempre me ha parecido desasosegante. Fíjate en lo que ha progresado el mundo en apenas doscientos años, digamos desde el final de las guerras napoleónicas hasta hoy. La esperanza de vida de una persona nacida en 1815 y de otra nacida en 2015 muy probablemente se ha triplicado. Los mismos animalitos, exactamente los mismos, sin cambio biológico alguno, viven tres veces más ahora que antes. Las posibilidades vitales de uno y otro son casi incomparables. Ni el hombre más rico de 1815 podría soñar con disfrutar con todos los bienes y servicios que tendrá a su disposición el más mediocre francesito o alemancito nacido doscientos años después. Una simple aspirina u otro analgésico, cuchilla y espuma de afeitar, algo que le baje la fiebre o le quite una muela, la capacidad de comunicarse, de desplazarse, de alumbrarse, de calentarse, de alimentarse adecuadamente…Lo que el niño de 2015 podrá llegar a saber sobre el mundo en que vive y sobre sí mismo es algo que a su antepasado de hace doscientos años le estaba completamente vedado. Y todo esto en apenas doscientos años, en nada, menos de diez generaciones de por medio. Ningún ser vivo de los que existen sobre la tierra desde hace uno dos mil millones de años había experimentado esta vertiginosa transformación. Dos mil millones de años contra doscientos años. Dos cientos años es apenas un suspiro, y en ese suspiro, los seres humanos hemos transformado nuestro biotopo como no lo había hecho ningún ser vivo antes. Sin embargo, los homo sapiens no llevamos doscientos años sobre la tierra, llevamos bastante más, unos cuarenta mil ¿Qué hemos hecho antes? ¿A qué nos hemos dedicado?
Tras la Segunda Guerra Mundial, digamos en noviembre de 1945, Alemania es un solar devastado. Lo mismo se puede decir de Japón. Y algo muy similar sucederá con Corea del Sur diez años después.
1945, una inmensa extensión de desolación y destrucción. Añádele a eso las exacciones rusas, la llegada de unos 11 millones de personas totalmente indigentes, alemanes expulsados de Checoslovaquia, Polonia, Lituania, Italia, Rumania. Añádele la falta total de autoridad, los horrendos crímenes que se cometerán durante los meses siguientes en venganza de lo que a otros les hicieron. 1945. Quince años después, en 1960, Alemania, me refiero, obvio a la RFA, era la segunda o tercera potencia económica mundial. Uno de los sitios del mundo con más esperanza de vida, mejor sanidad, educación, carreteras, comunicaciones, alimentación, vestimenta, ocio, etc. En quince años, el infierno se convirtió en una sociedad inmensamente próspera.
No es la primera vez, ni será la última, que una sociedad sufre una transformación tan acelerada. Tras las guerras napoleónicas, en el espacio de una generación o dos, muchos países o regiones de países conocerán una prosperidad casi instantánea –si tomamos como metro del tiempo el que los homínidos llevamos sobre la tierra. Bélgica pasa en veinte años de la agricultura a la industria. Holanda seguirá sus pasos. El este de Estados Unidos conoce una transformación similar antes de la Guerra de Secesión y luego otra vez después. El Rhur, la cuenca siderúrgica vasca, Madrid, la cuenca de Torino, la región de los Sudetes, Ile de France, etc.
Lo que hizo Alemania en 1945 lo puede hacer cualquier otro país del mundo. Los coreanos lo hicieron después. También, casi toda Asia lo ha hecho –aunque de forma muy deficiente, muchas veces- o comienza a hacerlo.
Sin embargo, una parte enorme de la humanidad sigue viviendo peor que los alemanes en 1960, e incluso muchos, peor que cualquier europeo en 1815.
1815-2015, doscientos años, apenas nada en términos de la especie y nada de nada en términos de la vida en la tierra. Sin embargo, la mayor transformación de la especie y de la vida ¿Y qué hemos hecho los homínidos hasta entonces? Pues dar rienda suelta a la envidia.
No es que en esos doscientos años no lo hayamos hecho, claro que sí, hemos construido el gran aparato para “tratar” la envidia, el Estado moderno. Y lo hemos puesto a la tarea a conciencia. Hemos destruido –y varias veces- nuestras ciudades, fabricas, infraestructuras, nos hemos matado por cientos de millones, hemos quemado libros, bibliotecas enteras, asesinado gente por pensar y decir cosas por millones en esos doscientos años, y a pesar de eso, en los pequeños espacios, en los breves lapsos de tiempo que hemos dejado a los hombres en paz, es decir, libres a su suerte, y con el orden suficiente para garantizar su propiedad, la prosperidad ha florecido como nunca antes en la historia de la especie.
Y aquí viene el punto desasosegante: Si todo eso lo hemos conseguido en la mínima fracción de la vida de la especie que media entre 1815 y el presente, o entre 1945 y el presente ¿Te imaginas dónde estaríamos ahora, qué no habría alcanzado la humanidad si llevásemos dos mil años protegiendo la libertad y la propiedad de cada uno de la envidia de todos los demás?