Javier
Paz García
En
las tertulias y programas de debate político a menudo se critica a los
políticos por mil y un razones, pero poco se repara en hacer una crítica del
único que puede darles poder: el elector. Y es que, al menos en un sistema
democrático, la única forma en que una agrupación política puede llegar al
poder es a través del voto popular. Por supuesto, se puede admitir que una
mayoría circunstancial elija a un gobernante que resulte no ser apto para el
cargo; después de todo, nadie es perfecto y el pueblo también se equivoca. Pero
cuando declaramos que todos los políticos que han llegado al poder han sido y
siguen siendo malos, entonces debemos concluir que existe una falla estructural
y permanente de los electores.
La
falla puede deberse a ignorancia sobre los candidatos. Sin lugar a dudas todos
los electores sufrimos de falta de información sobre el carácter de los
candidatos y la plausibilidad de sus propuestas. Esto no solo porque los
candidatos mientan y traten de esconder sus defectos para ganar votos, sino
también porque informarse es caro. Una mujer que madruga para hacer desayuno a
sus hijos, prepararlos para el colegio, va a trabajar y vuelve de noche para
estar unos momentos con sus hijos antes de que se duerman no tiene tiempo para hacer
una evaluación profunda de los candidatos. O mejor dicho, su tiempo es muy caro
para dedicarlo a un trabajo que probablemente no cambiará el resultado final de
la elección. Si la ignorancia racional predomina a la hora de elegir políticos,
tendríamos que esperar que a veces elijamos bien y otras mal.
Pero
la sistemática elección de malos políticos puede deberse a una decisión
racional de los electores, dirigida a conseguir beneficios gremiales, dejando
de lado consideraciones de ética e idoneidad sobre los candidatos. Bajo esta
hipótesis, el elector no consideraría si un político es honesto o mentiroso,
probo o ladrón, capaz o incapaz, sino simplemente si sus políticas le van a
beneficiar en el corto plazo. Si existen suficientes electores con estas
características, entonces podemos esperar la aparición de políticos populistas
que hipotequen el futuro del país para conquistar a los votantes y para quienes
actuar con deshonestidad, con trampa y abusando de su poder no les causa ninguna
molestia. De cierta manera, los valores de la clase política son un reflejo de
los valores de la sociedad, y por eso no es injustificado el refrán de que cada
pueblo tiene los políticos que se merece.
Santa Cruz de la Sierra, 30/10/14
http://javierpaz01.blogspot.com/
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