viernes, 7 de noviembre de 2014

La ética del elector

Javier Paz García
En las tertulias y programas de debate político a menudo se critica a los políticos por mil y un razones, pero poco se repara en hacer una crítica del único que puede darles poder: el elector. Y es que, al menos en un sistema democrático, la única forma en que una agrupación política puede llegar al poder es a través del voto popular. Por supuesto, se puede admitir que una mayoría circunstancial elija a un gobernante que resulte no ser apto para el cargo; después de todo, nadie es perfecto y el pueblo también se equivoca. Pero cuando declaramos que todos los políticos que han llegado al poder han sido y siguen siendo malos, entonces debemos concluir que existe una falla estructural y permanente de los electores.
La falla puede deberse a ignorancia sobre los candidatos. Sin lugar a dudas todos los electores sufrimos de falta de información sobre el carácter de los candidatos y la plausibilidad de sus propuestas. Esto no solo porque los candidatos mientan y traten de esconder sus defectos para ganar votos, sino también porque informarse es caro. Una mujer que madruga para hacer desayuno a sus hijos, prepararlos para el colegio, va a trabajar y vuelve de noche para estar unos momentos con sus hijos antes de que se duerman no tiene tiempo para hacer una evaluación profunda de los candidatos. O mejor dicho, su tiempo es muy caro para dedicarlo a un trabajo que probablemente no cambiará el resultado final de la elección. Si la ignorancia racional predomina a la hora de elegir políticos, tendríamos que esperar que a veces elijamos bien y otras mal.
Pero la sistemática elección de malos políticos puede deberse a una decisión racional de los electores, dirigida a conseguir beneficios gremiales, dejando de lado consideraciones de ética e idoneidad sobre los candidatos. Bajo esta hipótesis, el elector no consideraría si un político es honesto o mentiroso, probo o ladrón, capaz o incapaz, sino simplemente si sus políticas le van a beneficiar en el corto plazo. Si existen suficientes electores con estas características, entonces podemos esperar la aparición de políticos populistas que hipotequen el futuro del país para conquistar a los votantes y para quienes actuar con deshonestidad, con trampa y abusando de su poder no les causa ninguna molestia. De cierta manera, los valores de la clase política son un reflejo de los valores de la sociedad, y por eso no es injustificado el refrán de que cada pueblo tiene los políticos que se merece.
Santa Cruz de la Sierra, 30/10/14
http://javierpaz01.blogspot.com/

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