Javier
Paz García
Este fin de semana se ha mantenido en mi
pensamiento, a veces en primer plano, en otras ocasiones como una melancolía
subyacente permeando la cotidianidad, la noticia del bebé de 8 meses que murió
a causa de una vejación sexual. Tal vez estas cosas no me deberían sorprender;
después de todo, cada día mueren niños por hambre, por negligencia, por
violencia familiar, por guerras y por miles de motivos (inicialmente escribí
“niños inocentes” ¿pero acaso un niño puede ser culpable?).
La muerte y el sufrimiento de un niño, sea por
causas naturales o no, es algo que yo no entiendo y es una de las razones por
las cuales no creo en el Dios omnisciente, omnipotente, benévolo y
misericordioso del cristianismo; ese Dios y este mundo, ni siquiera con la
noción del libre albedrío (¿qué libre albedrío ejerció ese bebé?), me parecen compatibles (aunque, como Unamuno,
quisiera creer). Pero a pesar de mi incredulidad, de mi posición agnóstica, no
creo ser un completo hedonista. Creo que, aunque tenemos la misión principal de
ser felices, también tenemos la obligación de no dañar al prójimo, de no
mentir, de no robar, de no causar un daño que no sea justificable como una
defensa de nuestra vida, integridad y propiedad; de hecho, en concomitancia con
una noción muy cristiana, considero que el mejor camino hacia la felicidad es
el amor y me alegro de ver a personas felices a mi alrededor como también me
entristezco por el sufrimiento ajeno (tal vez Descartes tiene razón y estas
ideas innatas me las pone Dios). También creo que no hay mayor responsabilidad
que la protección de los hijos, ni mayor placer que verlos felices. Por ello no
entiendo cómo un padre puede dejarlos en el abandono.
La muerte de este bebé, se asemeja a una inevitable
tragedia griega. La indefensa criatura es arrebata de padres alcohólicos para
su protección y muere por el maltrato de sus supuestos protectores. He alzado a
mi hijo de dos meses pensando en su completa indefensión y dependencia;
pensando que aquél bebé que falleció era tan indefenso y tan dependiente como
el mío, como el que yo tengo en mis brazos. Cuando suceden estas cosas, cuando
una criatura inocente sufre injusta e innecesariamente, cuando surgen entre
nosotros los comportamientos más depravados y crueles, este mundo me resulta
incomprensible.
Santa Cruz de la Sierra, 16/11/14
http://javierpaz01.blogspot.com/
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