Javier
Paz García
En
mi nota anterior señalé que el trabajo infantil no se erradica con leyes, sino
con una sistemática mejora en las condiciones económicas y que prohibir el
trabajo infantil sirve de poco o nada. En realidad prohibir el trabajo infantil
pone a los niños trabajadores en una peor situación. En primer lugar desde una
perspectiva de oferta y demanda, la prohibición hace que muchas de las personas
que inicialmente están dispuestas a contratar niños, dejen de hacerlo. Esto
reduce la demanda laboral de niños y por tanto estos tienen menos opciones de
trabajo y posiblemente menores salarios. Por otro lado, la prohibición, al
imponer multas pecuniarias y penales a quienes contraten niños, hace más
costosa su contratación, tanto por el mayor riesgo, como por los mecanismos que
el contratante tendrá que utilizar para no ser encontrado por la ley,
deprimiendo aun más los salarios. Finalmente, la prohibición hace que la gente
menos proclive a delinquir deje de contratar niños, dejando como potenciales
empleadores a los más inescrupulosos, abusivos y violentos (lo mismo sucede con
la prohibición de drogas). En otras palabras la prohibición de contratar niños
disminuye sus salarios y aumenta sus riesgos. Esto no es mera teoría, por
ejemplo en Bangladesh a principios de los 90, miles de niños fueron despedidos
de industrias manufactureras debido a que las transnacionales a las cuales les
vendían se negaron a aceptar productos hechos por niños. Estudios posteriores
mostraron que muchos niños despedidos terminaron trabajando en peores
condiciones e incluso en prostitución y semi esclavitud.
Por
supuesto que lo ideal sería que ningún niño trabaje, y que reciba una educación
adecuada. Pero la opción para muchos niños no es ir al colegio o trabajar, sino
trabajar o morir. Entonces lo que uno tiene que evaluar es la alternativa entre
que los niños tengan un trabajo medianamente decente o dejarlos en una
situación de mayor peligro, ya sea trabajando con gente inescrupulosa,
trabajando por su cuenta o mendigando en las calles expuestos al clima, al
tráfico vehicular y a la influencia de drogadictos y abusadores.
Pocas
cosas son tan triste como un niño trabajando, robado de su niñez y su
educación. Si yo me opongo a que los gobiernos prohíban el trabajo infantil, no
es por insensibilidad o ánimo de lucro, sino porque en general dichas leyes
terminan empeorando la situación de los niños a quienes pretenden ayudar.
Santa Cruz de la Sierra, 26/07/14
http://javierpaz01.blogspot.com/
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