domingo, 27 de julio de 2014

Sobre el trabajo infantil

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Javier Paz García
Hay gente tan ingenua que cree que si el gobierno hace una ley para que la soya produzca 40 toneladas por hectárea, pues la soya acatará y producirá 40 toneladas por hectárea; o que si lanza un decreto rebajando el salario mínimo a 1 centavo el mes, pues miles de empresas bajarán sus sueldos a 1 centavo y la gente seguirá trabajando por ese salario hasta morir de inanición; o que si prohíbe las armas, los criminales, se desharán de ellas y el crimen desaparecerá; o que si ordena que los niños no puedan trabajar hasta los 18 años, pues ningún niño trabajará hasta los 18 años y todos estudiarán y serán doctores.
Precisamente el gobierno de Bolivia ha promulgado una ley que legaliza el trabajo infantil desde los 10 años, lo cual ha causado una avalancha de críticas. El problema en el que caen estos deficientes defensores de la niñez es sobredimensionar la eficacia de las leyes y no entender las consecuencias (a menudo contraproducentes) de las mismas.
Como digresión hay que acotar que los principales responsables de los niños son los padres, y por tanto el trabajo infantil es la consecuencia de la irresponsabilidad paternal o de una situación de extrema necesidad. Exceptuando el caso de huérfanos y abandonados, culpar al Estado por un niño que trabaja es desviar la culpa de los principales responsables de los niños.
Pero volviendo al tema, en Bolivia existen miles de niños que trabajan desde antes de los 10 años. Es iluso suponer que esa situación vaya a cambiar porque el Estado haga una ley. El trabajo infantil no depende de las leyes de un país, sino de su situación socioeconómica. Si los padres tienen suficientes ingresos para mantener a su familia, generalmente preferirán que sus hijos estudien, de lo contrario, pueden estar dispuestos a sacrificar su educación para aumentar los ingresos familiares. Una solución anterior a esta sería que las personas solo tengan el número de hijos que puedan mantener. La realidad es que en general quienes menos pueden son los que más hijos tienen y volvemos a un acto de irresponsabilidad donde el Estado no tiene culpa alguna.
Un lustrabotas de 9 años no va a dejar de trabajar porque una ley dice que recién puede trabajar a los 10 o 12 o 25 años. ¡La ley no le da de comer! Por lo tanto que el gobierno dicte una ley para prohibir el trabajo infantil sirve de poco o nada. Que haya gente que se rasga las vestiduras por una ley que no cambia en nada la situación es politiquería, hipocresía y desconocimiento de la realidad.
Santa Cruz de la Sierra, 20/07/14
http://javierpaz01.blogspot.com/

domingo, 20 de julio de 2014

Caudillismo y propaganda


Javier Paz García
Uno de los requisitos indispensables para crear un caudillo es generar un mito alrededor suyo. Hay que convencer a las masas que el caudillo es honesto, trabajador, humilde, bondadoso, caritativo, humano, etc., es decir hay que convertirlo en el paradigma de la virtud. Y por supuesto que para ello hay que gastar mucho dinero en propaganda. La contemporánea marea de caudillos sudamericanos juegan muy bien ese papel, desde el fallecido Hugo Chávez hasta Cristina Fernández.
El objetivo de fabricar un culto a la personalidad, aunque deleznable, no es ilegítimo. Cualquiera tiene el derecho de hacer con su propio dinero lo que le plazca, y si alguien desea tener canales de televisión, radios y carteleras dedicados a difundir lo maravilloso que es, pues está en todo su derecho. El problema radica en que estos caudillos no gastan su dinero, sino el de los contribuyentes. Usan medios de prensa estatales como instrumentos de exaltación del líder, llenan las ciudades de anuncios y panfletos con el mejor perfil de sus rostros y gastan inmensas cantidades de dinero en propaganda en televisión, radio y prensa escrita ¡Todo sin poner un peso de su bolsillo!
Aunque los socialistas modernos, estos del siglo XXI, han llevado el uso de recursos públicos para propagandas personales al cénit del abuso (el nazismo, el fascismo y el comunismo del siglo XX fueron peores, pero esos “ismos” no pretendían ser democracias), no es justo endilgarles el exclusivo uso de esta práctica. De hecho todos o casi todos los políticos sin importar el espectro ideológico han aprovechado las ventajas de disponer de recursos ajenos (recursos de todos los ciudadanos) para gastar en propaganda que les ayude a ser reelegidos. Por ejemplo donde vivo, el presidente del país, el gobernador del departamento y el alcalde de la ciudad - todos de partidos políticos diferentes - utilizan los recursos de los ciudadanos, para recordarles a los ciudadanos que no hay mejor políticos que ellos y que el país, el departamento y la ciudad estarían en las ruinas sin su sublime presencia. Y tenemos que verlos con una frecuencia desagradable en propagandas radiales y televisivas, en carteles gigantes alrededor de la ciudad. Encomiable sería que sigan el ejemplo del presidente de Costa Rica que ha lanzado un decreto para prohibir el uso de su foto en oficinas públicas y de su nombre en las plaquetas de inauguraciones. Y que si quieren llenar el país con fotos suyas, que lo hagan con su dinero. Sería un buen comienzo.   
Santa Cruz de la Sierra, 13/07/14
http://javierpaz01.blogspot.com/

martes, 8 de julio de 2014

Relativismo y verborrea socialista


Javier Paz García
A menudo uno encuentra socialistas cuyo fanatismo llega a semejarse al fervor religioso y que están tan convencidos de sus ideas, que no hay forma de debatir civilizadamente con ellos. La discusión con esta gente es un ejercicio en futilidad. Cualquier argumento que desacredite sus postulados es simplemente una fabricación burguesa. Si usted les muestra que en los países socialistas hay mayor pobreza que en los países capitalistas responden algo como que es propaganda burguesa y capitalista; si le indica limitaciones concretas de la libertad en los países socialistas, como ser la falta de alternativas políticas o de prensa libre, responden que la libertad es una noción burguesa que solo sirve para proteger a los intereses de clase y que la libertad socialista, aquella donde el gobierno decide por todos, es la verdadera libertad; si usted habla de economía, y explica los mecanismos de mercado y las fallas de la teoría marxista, replican que ningún economista entiende las verdaderas leyes de la economía, debido a sus prejuicios de clase. Y de esa manera relativizan todo y despojan a la humanidad de cualquier conocimiento absoluto. El lenguaje, la economía, la historia, la filosofía e incluso las matemáticas y la física varían según la clase social a la que uno pertenece. De esa manera si uno es burgués, 2+2 es 4, pero para la clase proletaria que está en la vanguardia revolucionaria 2+2 puede ser 3 o 4 o 5 o -1, de acuerdo a la conveniencia del momento. De igual manera, utilizando este mecanismo pueden argumentar que matar a millones de personas en purgas, hambrunas y campos de concentración es un acto de humanidad y que la verdadera libertad consiste en subordinar la opinión, la conciencia e incluso la vida a los designios de un dictador socialista.
Otra artimaña es recurrir a la verborrea ininteligible, por ejemplo decir que “el capitalismo aumenta la plusvalía de los valores pluscuamperfectos en las relaciones sociales creando una superestructura en los medios de producción” o cosas por el estilo que nadie entiende porque no significan nada. Hablan en un lenguaje oscuro, ambiguo, rebuscado, para aparentar una sabiduría tan superior, que pocos pueden entender.
También pueden recurrir al insulto y a la violencia, recursos predilectos de humanistas como Marx y Lenin.
Santa Cruz de la Sierra, 19/06/14
http://javierpaz01.blogspot.com/

miércoles, 2 de julio de 2014

El socialismo y el vaciamiento del lenguaje


Javier Paz García
Uno de los fenómenos más interesantes del socialismo es la recurrente capacidad de sus defensores de vaciar el lenguaje de sentido. Verbigracia, tomemos la palabra “democracia”, cuyo significado es un sistema de gobierno donde los ciudadanos eligen a sus gobernantes en elecciones libres, limpias, y multipartidistas. Pero un socialista, dependiendo del argumento que tenga que ganar, puede interpretar “democracia” como la voluntad profunda y oculta del pueblo cuyo conocimiento le llega en forma de revelación divina al líder máximo, o como la confiscación de la propiedad privada, o como el control estatal de la información y los medios de comunicación, o como un plato de comida, etc., y mediante este procedimiento engañoso llegar a la conclusión por ejemplo de que Cuba es una democracia y Fidel Castro es un cabal demócrata. Y lo mismo sucede con palabras como justicia, libertad, igualdad, derecho, etc., cuyos significados se amoldan a las necesidades de los socialistas, y pueden variar de un día para otro de forma diametralmente opuesta. Por ello, a menudo un debate con un socialista, se transforma en una charla de semántica, donde primero es necesario definir el significado de las palabras, no de acuerdo al uso común, expresado en un diccionario, sino al significado que el socialista quiere darle en ese momento.
Otra forma de esta argucia es adjetivar un sustantivo con lo que Enrique Ghersi llama palabras sabandijas, para cambiarles el significado. Una sabandija puede hacer un pequeño orificio a un huevo y vaciarlo por dentro, dejando la cáscara casi intacta, de tal manera que aparente ser un huevo completo. Palabras como “social” o “popular” son ejemplos de palabras sabandijas. Por ejemplo “democracia” implica elecciones y libertad y “democracia popular” es una dictadura comunista; la palabra “justicia” significa darle a cada uno lo que le corresponde y “justicia social” consiste en quitarles a unos, para dárselo a otros.
George Orwell, en su novela 1984, narra la historia de un gobierno totalitario con cuatro ministerios, el Ministerio de la Paz, a cargo de las guerras, el Ministerio del Amor, a cargo de las torturas, el Ministerio de la Verdad, a cargo de falsear la historia para beneficio del partido, y el Ministerio de la Abundancia, a cargo de administrar la escasez y el racionamiento. La crítica de Orwell sobre la manipulación del lenguaje por parte de los socialistas, en el año 1949 no era nueva, ya Ludwig von Mises había identificado el problema con anterioridad.
Santa Cruz de la Sierra, 19/06/14
http://javierpaz01.blogspot.com/