viernes, 12 de julio de 2013

El origen de la indignación

Javier Paz García
Los movimientos de indignados desde Europa hasta Latinoamérica tienen en común que sufren las consecuencias de los Estados de bienestar en proceso de descomposición. El Estado de bienestar, una amalgama de socialismo redistribuidor con liberalismo político, promete a sus ciudadanos educación, salud, empleo, vivienda, etc. Para ello impone un sistema de impuestos altos, proteccionismo y en general traba y dificulta la actividad económica. Mientras el capital instalado previamente a la construcción del sistema de bienestar sigue vigente, el Estado es capaz de recaudar fondos suficientes para seguir construyendo el sistema, y efectivamente otorga los servicios prometidos aunque a menudo de mala calidad (los sistemas públicos de salud y educación son generalmente malos). Este proceso puede tomar diez o veinte años, pero tarde o temprano las inversiones disminuyen, la actividad económica se desacelera, el desempleo aumenta y aparecen los indignados. Aparecen quienes se dan cuenta que el Estado les cobra impuestos suficientes para subvencionar servicios de primera y que a cambio reciben servicios de tercera categoría; aparecen quienes protestan por la corrupción e ineficiencia del aparato político; aparecen los jóvenes que no consiguen trabajos porque el Estados ha impuesto las suficientes trabas para evitar que el sector privado los contrate. Y todos ellos tienen razón al sentirse indignados. El problema radica en el diagnóstico que dan del problema y su solución. Quienes reclaman por mejores servicios no piensan en privatizarlos, sino en que el Estado milagrosamente los mejores y que además les baje los impuestos; quienes protestan por la corrupción, no piensan en reducir las atribuciones del Estado, sino en cambiar a sus funcionarios e incluso aumentar sus atribuciones y su poder; quienes protestan por el desempleo, no exigen leyes laborales más flexibles, sino al contrario más inflexibles. Por supuesto todo ello empeora el problema.
El origen de la indignación surge de la promesa incumplida de los políticos de garantizar el bienestar a todos y por contraparte de las expectativas creadas por millones de personas que llegan a creer que el bienestar económico no debe surgir del esfuerzo propio sino que es un “derecho” que el Estado está obligado a cumplir. Los indignados tienen razón cuando protestan contra el fracaso del Estado de bienestar que se les prometió, se equivocan cuando exigen más Estado de bienestar.
Santa Cruz de la Sierra, 30/06/13

http://javierpaz01.blogspot.com/

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