Javier Paz
García
No
es mi propósito en estas líneas criticar la educación estatal sino criticar la
intromisión del Estado en la educación privada con ánimo de lucro y criticar a
aquellos que quieren abolirla.
Pocos
atributos humanos reciben tanta mala (e injustificada) propaganda como el ánimo
de lucro. Y los epítetos aumentan cuando se asocia el lucro con actividades
como la educación. Es común la posición de que la educación no debería ser
privada, ni estar sujeta al ánimo de lucro.
Para
refutar esta posición voy a presentar tres argumentos. En primer lugar, los principales
responsables de la educación de los hijos son los propios padres. Deben ser los
padres quienes decidan cómo y dónde educar a sus hijos. Cuando el Estado
prohíbe la educación privada les quita potestad a los padres. De hecho los
regímenes autoritarios (cuya característica común es intentar controlar el
pensamiento y la información) prohíben o controlan la educación privada.
En
segundo lugar, si el Estado en una sociedad multicultural está dispuesto a
abolir la educación privada, ¿va a establecer escuelas para cristianos,
musulmanes, judíos, ateos, budistas, etc.? Este no es un punto de poca
importancia. Un sistema educativo privado permite que los ciudadanos se organicen
de acuerdo a sus necesidades y creencias propias, en cambio los sistemas
estatales son centralizados y homogéneos.
El
tercer argumento es económico. Es un hecho que la competencia en un mercado
libre mejora la calidad y baja los precios. Lo mismo sucede en la educación.
Argüir
que existen escuelas privadas de mala calidad no es suficiente, por dos
motivos. 1ro.- porque la educación estatal en promedio es peor que la privada.
Basándonos en la calidad, sería el sistema estatal el que debería cerrarse.
2do.- porque el padre no está obligado a inscribir a sus hijos a un colegio que
considera de mala calidad y si la educación privada no es de su agrado, tiene
la opción de inscribirlos en escuelas públicas.
Otro
argumento frecuente es el de los que cuestionan que algunos, por su capacidad
económica, puedan adquirir una educación mejor a la de otros. Este es el
argumento de la envidia, de los que proponen igualar para abajo. Con los
envidiosos y resentidos no vale la pena discutir, ellos no utilizan la razón,
la lógica, ni forman sus opiniones de acuerdo a argumentos y refutaciones, sino
que son guiados por la maldad y la envidia de ver a otros en mejor situación
que ellos.
Santa Cruz de la
Sierra, 26/05/13
http://javierpaz01.blogspot.com/
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