Javier Paz
García
Nos
explican los defensores de la soberanía alimentaria que un país debe
autoabastecer sus necesidades de alimentos. ¿Pero por qué? ¿Por qué es
necesario que un país se autoabastezca de todo lo que consume? ¿Por ejemplo, por
qué tiene un país tropical que producir quinua, si sus zonas agrícolas no son
aptas para su cultivo y la puede comprar más barata de lo que le cuesta
producirla?
Precisamente,
el propósito del comercio internacional (y en realidad del comercio en
general), es que cada país produzca lo que mejor se adapte a sus condiciones,
venda su producción excedentaria a otros países y les compre aquello que no le
conviene o no puede producir.
La
soberanía alimentaria es innecesaria, ya que si un país no produce cierto
alimento, no quiere decir que no pueda consumirlo; lo puede comprar a otro país.
Sobran los ejemplos de países que no siembran trigo, pero no les falta pan, que
usan aceite de soya sin sembrar soya o fabrican chocolate sin sembrar cacao. La
soberanía alimentaria es además costosa, porque existen ciertos productos que
no son aptos para ser cultivados en un país. Producir manzanas en Ecuador es
costoso porque el clima ecuatoriano no es apto para ello. Producir bananas en
Chile es costoso por los mismos motivos. Tratar de hacerlo implica un
desperdicio de recursos. Mejor es que Chile produzca manzanas, exporte parte de
su producción a Ecuador y le compre bananas y que Ecuador haga lo contrario.
Dada la posibilidad de que cada país siembre aquellos productos para los cuales
tiene las condiciones adecuadas y compre de otros países aquellos productos que
le costarían más caro producir por sí mismo, es una tontería perseguir la
soberanía alimentaria. Y cuando un país se embarca en esta tontería, hace que
la canasta de alimentos se encarezca, castigando al consumidor. Por supuesto,
son los más pobres los que en términos relativos sufren más por estas
políticas.
La
política de soberanía alimentaria es eufemismo para lo que en economía se llama
sustitución de importaciones y la experiencia latinoamericana es contundente en
cuanto al fracaso y las consecuencias negativas de las políticas cepalinas de
sustitución de importaciones. El discurso de la soberanía alimentaria apela al
nacionalismo, incluso a la xenofobia y es un instrumento en el arsenal de los
populistas y demagogos para mostrarse como defensores de los intereses
nacionales. Por eso no nos debe sorprender que abunden políticos que enarbolen
este discurso. Tampoco nos debe sorprender que empresarios agroindustriales
promuevan el debate, ya que buscan obtener algún subsidio, barrera arancelaria
o monopolio que los proteja de la competencia u otros beneficios de parte del
Estado. Que la gente común crea este discurso es entendible como es entendible
que un no cardiólogo le crea a un cardiólogo en temas del corazón. Pero es
lamentable que economistas profesionales que son considerados de cierto
prestigio por la opinión pública también promuevan esta costosa e innecesaria
falacia… Y los hay de sobra.
Santa Cruz de la
Sierra, 28/09/12
http://javierpaz01.blogspot.com/