sábado, 29 de octubre de 2011

Los límites del Estado y la libertad


Javier Paz García
Como escribió Jorge Luis Borges, “El más urgente de los problemas de nuestra época (ya denunciado con profética lucidez por el casi olvidado Spencer) es la gradual intromisión del Estado en los actos del individuo”. Hoy el Estado nos dice que sustancias no podemos consumir, qué materias debemos estudiar en el colegio, cuanto debemos ahorrar para nuestra vejez, a qué precio debemos vender el fruto de nuestro trabajo, si podemos o no exportar nuestros productos y la lista puede continuar con una serie interminable de cosas que deberían corresponder al ámbito privativo de cada individuo, pero que  son determinados por el Estado.
Por supuesto, quienes manejan el Estado nunca nos dicen que quieren reducir nuestra libertad y capacidad de elegir, como tampoco ningún político hace una campaña diciendo que va a hipotecar el país, incrementar la deuda, apalear a opositores o censurar a la prensa, aunque tengan todas las intenciones de hacerlo. Los políticos buscan poder, buscan ampliar su poder, y una forma de lograrlo es ampliando el poder del Estado que ellos manejan. Vale aclarar que los deseo de poder y la noción antiliberal de que el Estado debe legislarlo y controlarlo todo no es exclusiva de izquierdas o derechas. El populismo y la demagogia no son exclusivos de la izquierda, como tampoco lo es la estupidez, la impostura y la pillería.
En los últimos siglos, las mayores tiranías, abusos y fechorías han sido cometidos por los Estados contra sus propios ciudadanos. Para evitar esto, las sociedades democráticas modernas han impuesto límites al poder del Estado y han tratado de resguardar ciertos derechos inviolables para sus ciudadanos. A menudo los políticos que controlan el Estado tratan de ampliar los límites del Estado y limitar los derechos ciudadanos, no siempre con malas intenciones, pero siempre con malas consecuencias. Es el deber de la ciudadanía impedírselos y es el deber de las élites ilustradas denunciar los abusos y la intromisión del Estado en áreas que no le competen.
Como dijo Thomas Jefferson, “el precio de la libertad es la eterna vigilancia”.
Santa Cruz de la Sierra, 28/10/11
http://javierpaz01.blogspot.com/

jueves, 27 de octubre de 2011

¿Qué esperar de los pactos gobierno – empresarios?


Javier Paz García
En Bolivia tenemos la mala costumbre de creer que cualquier problema se puede solucionar con una ley o con una cumbre de alto nivel.  Para solucionar el problema del medio ambiente, no tenemos mejor idea que proponer una ley del medio ambiente, para solucionar el problema de la criminalidad, no tenemos mejor idea que proponer una reunión de autoridades para que charlen mientras toman tecito para que luego elaboren una ley que “solucione” el problema de inseguridad ciudadana.
Ahora el gobierno llamó a los sectores empresariales a elaborar una agenda para priorizar la economía. No auguro buenos resultados para tal iniciativa porque, para que la economía vaya por un camino de crecimiento sostenible es necesario que el gobierno del MAS haga cosas que van contra su propia naturaleza. Entre ellas está el dar seguridad jurídica, sobre todo en el tema de la tierra, flexibilizar la legislación laboral para dinamizar el empleo, reducir la burocracia, reducir los impuestos, defender en los discursos y en los hechos la propiedad privada.
Creo que muchos líderes empresariales son conscientes de los problemas estructurales del país y no estarían insatisfechos si se planteara una agenda como la que planteo en el párrafo anterior. El problema es que por un lado, el gobierno no tiene la predisposición de resolver problemas estructurales cuya solución va en contra de su paradigma ideológico y por otro lado, los gremios empresariales tampoco están tan interesados en resolver problemas estructurales del país, sino en resolver problemas de su sector y sacarle al gobierno algunas dádivas.
Por ello, no creo que la agenda económica sea muy beneficiosa para la economía, pero sí creo que puede ser un éxito… aunque sea en el plano político. Por ejemplo, el sector agropecuario podría conseguir del Estado subsidios y seguros contra desastres naturales que le permitan efectivamente socializar las pérdidas y privatizar las ganancias y un Evo sonriente podría salir en portadas de periódicos estrechando la mano al presidente de, digamos ANAPO o la CAO, bajo el título: “El gobierno y los privados garantizan la soberanía alimentaria”; el sector de la construcción podría sacarle al gobierno multimillonarios créditos de vivienda para ser administrados por constructoras bolivianas y de nuevo un Evo extasiado de alegría podría salir en portadas junto a los representantes del gremio anunciando que “el pacto gobierno-empresarios garantiza la vivienda y genera empleos para los bolivianos”. Así, cada gremio de empresarios podría recibir regalitos del gobierno para que Evo pueda sacarse una foto con ellos, sonrientes todos, declarando su convencimiento sobre el nuevo rumbo de la economía.
No me sorprendería si mi pronóstico se cumpliera.
Santa Cruz de la Sierra, 22/10/11

viernes, 14 de octubre de 2011

Los cómplices del autoritarismo


Javier Paz García

Hace mucho tiempo que este gobierno ha mostrado sus tendencias autoritarias, sus tácticas fascistas y sus intenciones hegemónicas, sin ningún disimulo ni vergüenza. ¿Acaso no dijo Evo que él no se hacía problema en quebrantar las leyes y García Linera que la revolución había que defenderla con fusiles bajo el poncho?

Recriminarle al gobierno sus abusos y exigirle el respeto a la ley es perder el tiempo. Más productivo es meditar cómo llegamos a permitir que un gobierno sea tan abusivo y autoritario. Podemos comenzar apuntando a los cómplices. El 2005 Evo era una esperanza para muchos. Encarnaba esa imagen romántica del indio pobre, abusado y sometido por los poderosos que había roto sus cadenas (no pretendo cuestionar la veracidad de tal imagen). Representaba el nuevo hombre, incorruptible que traería un cambio con respecto a las roscas políticas que transpiraban corrupción e impunidad. Quien voto por Evo el 2005 podía justificar su voto basado en la esperanza.

Lo acontecido hasta ahora nos da amplios motivos para desechar tal esperanza. La Asamblea Constituyente estuvo plagada de irregularidades y atropellos. La quema de la prefectura de Cochabamba, los ataques constantes a la libertad de prensa, la persecución política, el atentado terrorista a un canal de televisión en Yacuiba, el cerco a Santa Cruz, los cercos al Congreso, el golpe de Estado en Pando, son hechos concretos y ampliamente conocidos que atestiguan sobre el carácter fascista del MAS. Y todo esto acompañado de corrupción, impunidad, venta de cargos públicos y otros actos repudiables que nada tienen que envidiarle al “periodo neoliberal”.

Son cómplices de este proyecto sus aliados políticos como Juan del Granado y el MSM que apoyaron al MAS a lo largo de todas sus tropelías. Si hoy son opositores se debe a que el MAS los echó de lado: sus llamados actuales a defender la democracia son puro oportunismo político.

Son cómplices los intelectuales que creen que una izquierda autoritaria y antidemocrática es mejor a cualquier derecha y se la pasan justificando lo injustificable a menudo haciendo referencia al periodo neoliberal (como les encanta esto) o callando cobardemente ante lo que ni ellos se atreven a justificar.

Son cómplices quienes votaron por el MAS el 2009 porque para esa fecha era claro que el proyecto masista era totalitario, centralista y antidemocrático y ya no podían aducir ignorancia sobre los objetivos y los métodos del MAS. Quienes votaron por el MAS el 2009 avalaron y justificaron los abusos cometidos hasta entonces y envalentonaron al gobierno para que sigua atropellando. Y es que ¿por qué Evo iba a cambiar de actitud y volverse un demócrata si actuando como un tirano había mejorado su votación con respecto al 2005?

Me parece hipócrita y ridículo que a estas alturas nos rasguemos las vestiduras y pretendamos estar sorprendidos por los abusos del MAS (como lo hacen por ejemplo Juan del Granado y algunos indígenas del oriente). Me parecería más honesto y laudable que empezaran por reconocer sus propias culpas y contribuciones en la construcción de este proyecto totalitario. Un mea culpa no estaría mal.

Santa Cruz de la Sierra, 14/10/11

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sábado, 8 de octubre de 2011

Reevaluando el periodo neoliberal


Javier Paz García

La represión del TIPNIS ha calado entre los indígenas del oriente hasta el punto que han reclamado que “ni siquiera los gobiernos neoliberales los trataban así”. La comparación me parece injusta. Veamos:

La marcha indígena de 1990 sucedió en el Gobierno de Jaime Paz Zamora, que con seguridad no la vio con buenos ojos, pero hasta donde sé, no organizó bloqueos, no les propinó una pateadura ni les negó el acceso al agua.

El siguiente gobierno, con Sánchez de Lozada como presidente, promulgó la Ley de Participación Popular. Probablemente ninguna ley desde el voto universal dio un paso tan grande en el proceso de inclusión indígena. Su artículo primero dice: “La presente Ley reconoce, promueve y consolida el proceso de Participación Popular, articulando a las Comunidades Indígenas, Pueblos Indígenas, Comunidades Campesinas, y Juntas Vecinales, respectivamente, en la vida jurídica, política, y económica del país…”

El siguiente gobierno, de Bánzer-Quiroga, promulgó la Ley del Diálogo Nacional, con el objetivo de promover la inclusión y la participación de los grupos minoritarios en la lucha contra la pobreza y la Ley de Agrupaciones Ciudadanas y Pueblos Indígenas que permite la postulación de candidatos a cargos electos a los pueblos indígenas sin la necesidad de pertenecer a partidos políticos. Hay que destacar este hecho: un partido tradicional promulga una ley que le quita poder a los partidos tradicionales incluido a sí mismo.

Estas leyes, y por sobre todo la Participación Popular, fueron fundamentales en el proceso de inclusión indígena. Ninguna acción del actual gobierno ha tenido la trascendencia de la Ley de Participación Popular, ni siquiera la aprobación de la nueva Constitución que por cierto el MAS ignora cuando le conviene.

Entonces, más allá de las consignas repetidas como loros, siendo objetivos ¿pueden los indígenas afirmar que el periodo neoliberal fue peor que el actual gobierno?

Y si fuera del tema indígena, la Renta Dignidad de Evo es el Bonosol de Goni, con un poco más de plata. Los gobiernos neoliberales mantenían una sumisión indignante hacia los Estados Unidos, el MAS mantiene una sumisión indignante ante Venezuela y Cuba. Antes había mucha corrupción, ahora hay muchísima corrupción. El cuoteo político neoliberal exigía un mínimo de capacidad, lo que producía funcionarios pícaros pero mínimamente capaces; la ausencia de cuoteo actual nos ha conducido a la imposición de pícaros incapaces en los cargos públicos. Antes los presidentes neoliberales viajaban en un avión carcacha y usaban vuelos comerciales para ir al exterior, ahora el presidente socialista viaja en un avión de lujo comprado cero kilómetros. Los derrochadores gobiernos neoliberales nunca llegaron a gastar ni la mitad del dinero que gasta el actual gobierno de austeridad. El periodo neoliberal estuvo prácticamente libre de desabastecimiento de alimentos y combustibles, de cortes no programados de energía, de fraudes electorales.

Los indígenas y la sociedad boliviana deberían empezar a evaluar qué ha hecho bien este gobierno aparte de vender esperanzas. Sin lugar a dudas que la llegada de Evo al poder produjo cambios profundos. Lo que no se puede afirmar es que haya producido mejoras.

Santa Cruz de la Sierra, 07/10/11

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