Javier Paz García
Hay que reconocer que muchos sectores campesinos e indígenas no han participado plenamente de la vida política del país. Pero también hay que reconocer que Bolivia ha llevado a cabo un proceso de inclusión de los pueblos indígenas.
Como antecedente debemos recordar que en 1952 se permite el voto universal y en 1953 se da curso a una reforma agraria que beneficia en gran manera a los pueblos indígenas y campesinos.
Ya durante el periodo reciente de democracia (desde 1982), suceden acontecimientos importantes que evidencian el claro propósito del Estado y la sociedad de lograr una mayor inclusión de todos los sectores del país, en especial de los indígenas. Entre estos acontecimientos podemos destacar las elecciones de 1993 en las que gana un binomio donde el candidato a vicepresidente es un indígena: Víctor Hugo Cárdenas. En 1994 se promulga la ley de Participación Popular que da reconocimiento jurídico a los pueblos indígenas y comunidades campesinas y les otorga un rol de fiscalización sobre los municipios. Ese mismo año se reforma la Constitución para reconocer que Bolivia es multiétnica y pluricultural. El año 2001 se promulga la Ley del Diálogo Nacional con el objeto de promover un crecimiento equitativo y luchar contra la pobreza: la ley tiene entre sus principales beneficiarios a los pueblos indígenas. El 2004 se promulga la Ley de Agrupaciones Ciudadanas y Pueblos Indígenas que permite la postulación de candidatos a cargos electos sin la necesidad de pertenecer a partidos políticos, abriendo así los espacios de poder prácticamente a cualquier ciudadano boliviano. A esto hay que agregar el intenso debate que se viene generando sobre el tema indígena desde la década pasada.
Algunos creen que el proceso de inclusión de los indígenas en Bolivia comienza con la asunción de Evo Morales al poder (esa es precisamente la impresión que el mismo Morales ha tratado de dar), cuando en realidad esa victoria se debe en parte a un largo proceso de inclusión y profundización de la democracia, que se viene dando en Bolivia mucho antes del 2006.
Desafortunadamente el presidente Morales, quien pudo convertirse en el emblema de este proceso procurando la convivencia pacífica dentro de un Estado culturalmente diverso y consolidando el principio de inclusión e igualdad de todos ante la ley, ha decidido ir por el camino de la confrontación, utilizando una retórica revanchista, exacerbando las diferencias raciales y apostando por métodos claramente antidemocráticos para alcanzar sus objetivos políticos. Hoy Bolivia se encuentra en una lucha entre la democracia y el autoritarismo, que es disfrazada por el actual gobierno como una lucha entre ricos y pobres, entre indígenas y no indígenas. Morales ha decidido exacerbar el conflicto étnico y usarlo como un arma política y propagandística en vez de buscarle soluciones. Esta triste realidad no le quita méritos a los esfuerzos que ha hecho el país por lograr una mayor inclusión indígena, esfuerzos que han tenido resultados positivos, entre los que se encuentran la elección democrática del primer presidente indígena del país.
El mal gobierno de Evo Morales, no debe ser motivo para que, una vez se recupere la democracia plena en Bolivia, se retroceda en los avances en materia de inclusión de los pueblos indígenas y comunidades campesinas.
Santa Cruz de la Sierra, 26/12/08
miércoles, 7 de enero de 2009
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