Javier Paz García
Imagine que usted produce algún producto agrícola, no importa si es papa, maíz, soya, trigo, etc. Supongamos que su costo de producción son 100 pesos por quintal y que usted lo vende a 110 pesos, teniendo una ganancia de 10%. Ahora imagine que el precio su producto sube a 120 pesos por quintal y sus costos de producción se mantienen en 100. Probablemente las ganancias adicionales le van a incentivar a usted a expandir su producción, creando más fuentes de trabajo, y además aumentando la oferta de su producto en el mercado, lo que a su vez va a evitar que el precio siga subiendo e incluso va a hacer que baje.
Ahora imagine que el producto que usted produce, el Gobierno lo compra de otro país a un precio de 130 pesos la importa a su país y lo vende en el mercado local a 80 pesos. A usted le sigue costando 100 pesos pero ahora solo lo puede vender a 80 pesos debido a la competencia desleal que le hace su propio Gobierno. ¿Qué hace usted en esa situación? Pues mira a los mercados externos y ve si le pagan mejor. Entonces al Gobierno se le ocurre la brillante idea de prohibir las exportaciones de su producto para “proteger al consumidor”. ¿Entonces que hace usted? Pues vende nomás a 80 pesos porque no le queda más, trata de pagar las deudas con sus proveedores de semillas, de fertilizantes e insecticidas, con el banco, etc. Con suerte no pierde la hipoteca de su casa, pero termina la temporada con grandes pérdidas y sin capital para arrancar la siembra en la siguiente temporada. ¿Entonces qué hace para la siguiente temporada de siembra? Ya no le conviene sembrar, porque si a usted le cuesta 100 pesos producir un quintal de su producto, pero el mercado solo le paga 80 pesos, entonces ¿para qué va a producir? ¿Para perder plata? ¿Para endeudarse más y terminar definitivamente perdiendo su casa?
Por lo tanto usted deja de sembrar o en todo caso reduce la superficie sembrada, sembrando exclusivamente en las zonas, donde por varios factores sus costos son menores de 80 pesos (los costos de producción pueden variar de un terreno a otro de acuerdo a la fertilidad de la tierra, la cercanía con algún silo de almacenamiento, la condición de los caminos, etc.). Por supuesto, reducir la extensión de la siembra o dejar de sembrar totalmente significa que muchas familias se quedan sin fuentes de trabajo (siendo usted mismo uno de los desempleados), el país produce menos y se empobrece más.
Esta política de importar, prohibir las exportaciones y competir internamente y de forma desleal con los productores locales, conduce en muy corto tiempo a que el país deje de producir el susodicho producto, pierda miles de fuentes de trabajo, deje de autoabastecerse, deje de tener suficiencia alimentaria, y pase a depender de las importaciones de otro país, subvencionadas por el gobierno. Conste que una subvención nunca es un ahorro porque son los mismos ciudadanos, por medio de sus impuestos, los que pagan el producto a 130 pesos en el exterior. Al final el país termina perdiendo, porque pudo comprar el producto a 110 pesos en el mercado interno, generando de paso fuentes de trabajo, mientras que ahora lo compra a 130 en el exterior, generando desempleo, desabastecimiento y pobreza.
La Paz, 11/07/08
Master en economía
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