jueves, 5 de junio de 2008

¿Poco antiimperialista?

Javier Paz García

¡O sea que de eso se había tratado! de ser antiimperialista. Por lo visto Evo no llegó a la presidencia de Bolivia para mejorar la situación de sus compatriotas, no llegó a ese sitio para crear las fuentes de empleo necesarias para sacar de la pobreza a miles de ciudadanos, ni para incrementar las exportaciones. No llegó hasta ahí para lograr transferencias de tecnologías que saquen a este país de su atraso. No llegó hasta la presidencia de Bolivia para hacer lo que todo presidente democrático supuestamente debe hacer: mejorar las condiciones de vida de su pueblo. Llegó para ser antiimperialista.

Habría que preguntarle a Evo en que consiste el antiimperialismo, y en que beneficia a los ciudadanos que no viven de la política, a quienes no les interesa ser de izquierda o de derecha y que simplemente quieren trabajar y proveer a sus familias del sustento diario.

En ese sentido Alan García es un buen ejemplo. El presidente peruano ha puesto en la más alta prioridad de su gobierno la inversión privada, tanto interna como extranjera. Alan García es consciente – vivió en carne propia los efectos de la demagogia y las malas políticas de su primer gobierno – que el progreso de un pueblo pasa por generar fuentes de empleo, que las fuentes de empleo se generan mediante la inversión y que para que un país reciba inversiones, los gobiernos deben dar las condiciones (seguridad jurídica) para ello.

Alan García sabe que Perú es un país pobre y que necesita de inversión extranjera. Sabe que sin esta inversión, su país va a seguir creciendo, pero a un menor ritmo y sabe que para sacar de la pobreza a miles de peruanos, Perú requiere de altas tasas de crecimiento – las cuales está logrando. Por ello, el presidente peruano pronuncia la palabra “inversión” casi en todos sus discursos, pero habla de inversiones sin pronunciar amenazas; no hay eso de que si vienen de parte del imperio, o que si vienen a hacer política, o que si no van a respetar la soberanía y la dignidad del país, y un sinnúmero de amenazas sucintas con las que Evo Morales precede y prosigue a la palabra “inversión”.

Alan García sabe que la gente no come mejor con palabras bonitas, que un almuerzo no se hace más nutritivo cuando su presidente habla contra el imperio, de la voz del pueblo, de oligarcas que no sueltan la mamadera, de enemigos internos y externos. Él sabe que el plato de la gente mejora cuando un país es capaz de generar trabajo, y sabe que se genera trabajo cuando se genera inversión: no hay mayor secreto al respecto.

Pero Evo Morales parece no saber lo que sabe su homólogo peruano y en vez de generar condiciones que incentiven la inversión y creen fuentes de trabajo, se dedica a luchar contra el imperialismo y a ver quienes están gordos y quienes flacos y quienes se parecen a personajes del Chavo del ocho.

Y mientras Morales emprende su cruzada personal en contra del imperialismo y la gordura, Bolivia se sume en el caos político y económico, el ministro de gobierno por antojo propio secuestra un a ciudadano boliviano al mejor estilo de las dictaduras, el gobierno prohíbe exportaciones que generan miles de fuentes de empleo para castigar a “oligarcas antipatriotas”, las inversiones bajan a niveles record, los países vecinos prefieren comprar gas de Singapur a miles de kilómetros de distancia, porque Bolivia no es confiable y los bolivianos prefieren irse a España porque su país no les provee trabajos dignos. Y para mayor agravio pasamos de depender de la embajada americana a depender de un psicópata venezolano.

Y si vamos a seguir siendo más pobres que antes, pregunto, ¿de qué nos sirve ser antiimperialistas?

La Paz, 05/06/08


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