Javier Paz García
Hace poco volví a ver la película Munich dirigida por Steven Spielberg. El drama se basa en el ataque terrorista en los Juegos Olímpicos de Munich en 1972 en el que fueron asesinados varios atletas israelíes y la posterior reacción del gobierno israelí de castigar a los responsables intelectuales de este atentado. La película es la historia de un grupo encargado de encontrar y asesinar a los responsables intelectuales del ataque en Munich.
Los acontecimientos son vistos mayoritariamente desde el punto de vista israelí, pero la genialidad de Spielberg también muestra el lado palestino, sus motivaciones y sus padecimientos.
Lo sucedido en Munich y la posterior reacción israelí son un hecho político importantísimo; sin embargo la película explora el drama humano, personal, individual. Durante el transcurso de ésta vamos conociendo a los personajes a cargo de llevar a cabo los asesinatos. Los miembros del equipo son personas normales con aspiraciones más que mundanas: tener una juguetería, tener una familia, criar a sus hijos, vivir en paz y tranquilidad. Son personas que toman su misión como una necesidad y un deber moral pero que sufren un drama interno ante las dificultades morales que la misión les plantea. Los vemos temblar al disparar a quemarropa, vemos ese conflicto que sienten al no saber si alegrarse por haber cumplido la misión o entristecerse por haber matado a un ser humano, los vemos sufrir el alejamiento de sus familias, llorar la muerte de un compañero, dudar de los justificativos de la misión.
Al mismo tiempo, muchas de las personas a las que van a asesinar también son de lo más normales e incluso loables. Uno es un palestino de clase media con problemas financieros que acaba de traducir Las mil y una noches al italiano, otro es un padre de familia cuya pequeña hija toca el piano. En fin, los “malos de la película” también son personas agradables con aspiraciones similares.
Como todo buen drama, la película deja más interrogantes que respuestas. ¿Cómo resolver un conflicto cuando las dos partes tienen la razón y al mismo tiempo no tienen la razón? ¿Qué hacemos cuando nuestros principios ético-morales entran en conflicto entre si? ¿Podemos clasificar a las personas en buenas y malas, en bienhechores y villanos? ¿Hasta donde podemos violar nuestros principios más elementales precisamente para defender nuestros principios más elementales?
La película también sirve como una introducción al conflicto del estado de Israel con el mundo árabe y a la complejidad de encontrarle una solución permanente. Espero la miren y les guste.
Santa Cruz de la Sierra, 07/01/08
El Deber, 12/02/08
lunes, 7 de enero de 2008
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1 comentario:
Acabo de ver la película hace un par de semanas y me pareció perturbadora y excelente a la vez.
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