Javier Paz García
Hace poco don Pedro Shimose publicó la nota llamada “Las candidatas al trono” (27/07/07), burlándose de las respuestas de las misses a ciertas preguntas de cultura general. Leer el artículo me causo gracia y un poco de estupefacción (aunque no tanta, después de todo son misses, no historiadoras). Confieso que yo no sabía cual fue el 1er presidente de Bolivia nacido en Bolivia, pero sabía que no fueron ni Bolivar, ni Sucre (ambos venezolanos), ni Banzer, ni Evo. Al ser consciente de mi ignorancia, indagué al respecto y ahora sé que la respuesta es José Miguel de Velasco, quien también es el 1er presidente nacido en Santa Cruz. Tampoco sabía cuantos escudos ha tenido Bolivia (dos) y no tengo idea de que resultará de la Asamblea Constituyente. De todas maneras, el artículo no hubiera pasado de algo distraído, si no fuera porque en una conversación posterior alguien dijo que Shimose no debió publicar cosas tan feas contra las ‘pobres misses’.
Este comentario me llevó a meditar sobre un tema mucho más profundo del que plantea la nota de Shimose: ¿a quién nos debemos los que damos opinión? ¿Al público, a los medios de prensa, a Santa Cruz? ¿Qué temas están vedados de nuestro análisis y crítica? ¿La iglesia católica, el Gobierno Nacional, el Gobierno Departamental, las dictaduras militares? La respuesta es que nos debemos a la verdad. Si aquél que da una opinión lo hace con propiedad, con evidencia, siendo factual a los hechos, lo único que otro le puede reprochar es que no comparta su punto de vista. Que una bachiller de colegio no sepa con qué países limita Bolivia es muestra de suma ignorancia, y que Shimose lo haga notar no debería dar mayores comentarios, porque no está mintiendo, se está remitiendo a hechos grabados en la televisión. Aquél que da su opinión, tiene que atenerse a la ética de la verdad y mientras se mueva en este campo, cualquier tema es lícito. Criticar al Gobierno no es antipatriótico, criticar a Santa Cruz no es malo, mientras se lo haga con ética y responsabilidad.
Es de pusilánimes el no dar nunca una opinión para no quedar mal con nadie. Pero mucho peor son los que dan opinión con la intención de quedar bien con todos. La persona que tiene principios, ética, personalidad y se mueve dentro de la verdad, va a tener puntos de vista que no agraden a todos, incluso a seres queridos. El crítico es precisamente eso, crítico, y su labor es indagar, cuestionar, meter el dedo en la llaga de la sociedad y de uno mismo. El crítico que gusta a todos en todo que dice, no esta haciendo su labor y probablemente es un adulón más que otra cosa. El crítico debe tener una buena dosis de villano y de valiente. Debe evitar el adulo, el conformismo y la falacia. Debe educarse y basarse en hechos verificables. Debe orientar y molestar al público que lo lee. Debe admitir sus errores y rectificarlos. Debe llamar las cosas por su nombre, evitando los eufemismos, pero hablando con respeto. Debe evitar los alarmismos y la tergiversación con fines personales.
Esto, en mi opinión hace un buen crítico, y no escribir odas y alabanzas. Para lo perfecto y lo bello están los poetas, para lo perfectible estamos nosotros. Nuestras guías no deben ser otras que la búsqueda de la verdad y la libertad.
Santa Cruz, 28/07/07.
El Deber, 07/08/07.
martes, 7 de agosto de 2007
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