Javier
Paz García
La inspiración de esta nota proviene de una idea que
escucho con cierta frecuencia en el mundo empresarial y que tiene algunas
variantes: “el sector se prostituyó” dicen los empresarios cuando entraron
muchos participantes y disminuyó la rentabilidad del negocio. También se le
endilga de “prostituirse” a quien cambia de trabajo con frecuencia para irse al
mejor postor. Pensaba originalmente inquirir exclusivamente sobre la moralidad
de tales situaciones, pero tal enfoque dejaría a la prostitución como tal,
fuera del análisis, dando tal vez la impresión de que las “prostituciones” en
los negocios están bien, mientras que la prostitución en el sexo es inmoral.
Más interesante me pareció defender la prostitución como tal.
¿Qué es la prostitución? Es el intercambio de sexo por
dinero. Si en este intercambio intervienen dos adultos de manera voluntaria,
entonces, por la definición de cualquier transacción voluntaria, ambas partes
se benefician de la transacción. Y si ambos se benefician de este intercambio
comercial, entonces ¿qué objeción se puede poner contra él? Alguien dirá que el
judaísmo, el cristianismo y el islamismo condenan la prostitución. En tal caso,
quienes creen en dichas religiones tienen el derecho de no incurrir en actos de
prostitución, tienen el derecho de evangelizar sobre sus males, pero creo que
no tienen el derecho de restringir la libertad de otras personas sobre un acto
tan íntimo y personal como tener sexo.
Alguien dirá que los proxenetas reclutan niñas o
utilizan la fuerza y la violencia para controlar a sus prostitutas. En el caso de
niñas no estamos hablando de una relación entre adultos, en el caso del uso de la
fuerza, no estamos hablando de una transacción voluntaria, entonces violan la
definición que expuse al inicio. Mi defensa de la prostitución proviene de un
principio precedente: la libertad que cada ser humano debe tener para ejercer
en los asuntos y actos de su persona y su propiedad, mientras no infrinjan la
libertad de otros. Si somos consecuentes con este principio de libertad
individual, no tenemos argumentos para prohibir la voluntad de dos adultos en
su decisión de intercambiar sexo por dinero o intercambiar, por ejemplo, chocolates
por dinero, o sexo por chocolates. El caso del reclutamiento de niños y de la
trata y tráfico de personas es precisamente una violación de la libertad de las
personas y debe ser condenado, perseguido y castigado con la mayor severidad
que la ley pueda disponer; el mayor crimen que podemos cometer contra otro ser
humano es atentar contra su vida y su libertad. Para hacer una analogía, el
trabajo es algo que la sociedad valora y defiende y con mucha razón; el trabajo
forzado y la esclavitud son condenados y combatidos por la sociedad y el Estado,
también con justa razón. De igual manera no es lo mismo la prostitución, que la
prostitución infantil o forzada.
Alguien dirá que quienes eligen la prostitución y la
pornografía, lo hacen porque no tienen otra opción. Puede ser cierto, como es
cierto que la mayoría de los niños no sueñan con ser barrenderos, banqueros o
contadores, sino jugadores de fútbol, cantantes o corredores de autos y sin
embargo en el mundo hay más de los primeros que de los últimos, y no por ello
nos lamentamos de su destino. Tal vez alguna feminista dirá que la prostitución
degrada y cosifica a la mujer. Yo creo que el feminismo que verdaderamente
defiende a las mujeres es aquél que protege su derecho a elegir, incluso a ser
prostitutas, y no el feminismo de muchas que quieren que las mujeres actúen
como comanda y ordena la líder del movimiento. Tanto en el caso de quien dice
que en realidad nadie elige voluntariamente ser prostituta (o prostituto), como
en el de quienes señalan la degradación de la mujer, podemos encontrar miles de
ejemplos y testimonios de personas que voluntaria y entusiásticamente
incursionan en la industria. El bestseller Superfreakonomics
tiene entre sus historias la de una mujer profesional, si no me equivoco,
ingeniera, que no ganaba mal en su trabajo y que decidió hacerse prostituta
para ganar más (yo lamentablemente no tengo los atributos suficientes para
triunfar en la industria y tengo que conformarme con un empleo más prosaico).
En las redes sociales podemos encontrar millares de ejemplos de hombres y
mujeres que se filman teniendo sexo en busca de fama o por puro gusto, lo que
desbanca la hipótesis de que todos quienes
hacen esto, lo hacen porque no tienen otra opción en la vida, sin que esto niegue
que efectivamente algunas personas
verdaderamente terminan ahí porque no tienen otra opción, como sucede por
ejemplo en la miserable Cuba castrista.
Alguien dirá que la prostitución destruye familias y
matrimonios y que por tanto hace un daño a la sociedad. Quien opina así para
ser consecuente debería promover la prohibición de automóviles y cuchillos, ya
que miles de personas mueren cada año en accidentes de tránsito o son
asesinadas con armas blancas, ocasionando un daño mucho mayor al de la
prostitución. No es la prostitución lo que destruye un matrimonio, sino la
rotura de la confianza o el amor en la pareja. Si una pareja al casarse se
promete fidelidad y uno de ellos viola esa promesa, la culpa no es de la prostituta
o de la prostitución, sino de quien rompió un compromiso con su pareja, de la
misma manera que los automóviles, los cuchillos y las pistolas no son culpables
de la muerte de nadie. Sobre este punto es interesante notar que no se mide a
ambos sexos con la misma vara. Muchos hombres no tienen ninguna objeción de
orden moral en ser infieles con sus esposas, ya sea con amantes o prostitutas,
pero podrían llegar incluso a asesinar a su mujer si ella les fuera infiel.
Antes que vivir en la hipocresía de tener una moral para hombres y otra
diferente para las mujeres, más sano y más justo sería que muchos matrimonios
tengan una relación como la que tuvieron los filósofos Jean Paul Sartre y
Simone de Beauvoir quienes siendo pareja, tenían la libertad de meterse con
quien sea. Eso es improbable y creo que algo de razón tiene (solo algo)
Friedrich Engels, quien, en El origen de
la familia, la propiedad y el Estado teorizaba que el matrimonio monógamo
moderno es un complot de los hombres para subyugar a las mujeres. Y tal vez
porque los Estados son manejados en su mayoría por hombres es que en muchos
países la prostitución es prohibida, pero si comparamos la profesión del
político con la de la prostituta, vemos claramente que la segunda es mucho más
honesta y beneficiosa para la sociedad. La relación de una prostituta con su
cliente es honesta y transparente, no hay falsos te quieros, no hay promesas
que nunca tuvieron la intención de ser cumplidas y luego de la transacción
ambos terminan contentos. En cambio ¿quién puede decir de un político que nunca
ha mentido u ocultado sus verdaderas intenciones? ¿Podemos decir que lidiar con
políticos o pensar en la situación política del país beneficia y deja contentos
a los ciudadanos? Ni hablemos de la corrupción, el yugo de impuestos, leyes que
nos quitan la libertad y una caja de Pandora de desgracias que salen de los
políticos. Lo paradójico es que los deshonestos, corruptos y sucios prohíben un
oficio honesto, bajo el argumento de que tal oficio es sucio y corruptor de la
moral, y para aumentar la paradoja no faltan entre los prohibicionistas,
infieles patológicos y asiduos usuarios de prostitutas.
Luego de defender la prostitución como tal, (y no promuevo la
prostitución, sino el derecho y la libertad de quienes quieran ejercerla a
hacerlo) vuelvo al
punto inicial. “La industria se ha prostituido” dicen quienes ven reducidas las
ganancias en sus negocios porque otros entran a competir. Esta es la esencia
del capitalismo: que los emprendedores lleven su capital hacia los sectores con
ganancias altas, lo que ocasiona un aumento de la oferta que eventualmente
reduce las ganancias del sector y beneficia a los consumidores. Esto obliga a
las empresas a innovar y diferenciarse o morir, lo que el economista austriaco
Joseph Schumpeter llamó destrucción creativa, un motor del sistema capitalista
que permite que tengamos vehículos, aviones que surcan los cielos y mil cosas
más y sigan apareciendo cosas nuevas, más baratas o mejores. El empresario que
se lamenta porque su industria “se prostituyó” recibe un beneficio inconmensurablemente
mayor porque todas las industrias y sectores se “prostituyen” constantemente,
lo que le permite tener la factura de teléfono más barata que el año pasado, un
televisor con el doble de tamaño a un precio menor del que compró hace 5 años,
camisas de mil marcas para elegir una gama infimita de precios y calidades,
etc. Sobre endilgarle a alguien que se prostituye porque cambia de trabajo con
frecuencia o se va con el mejor postor cabría preguntarse la pregunta opuesta, ¿Por
qué debería renunciar a ir con el mejor postor? De hecho, la palabra prostitución proviene del término
latino, prostituere, que significa
exhibir para la venta, por lo que, dado que todos vendemos algo, el heladero
helados, el banquero créditos y hasta el cura vende paz y redención, etimológicamente
hablando, todos nos prostituimos.
Santa Cruz de la Sierra, 05/10/20
http://javierpaz01.blogspot.com/